Cuando te amo no sé si te conozco, o te he conocido en algún tiempo lejano, tan sólo me dejo escapar por la mirada perdida hacia ninguna parte. Tu alma dibuja un sendero por el que me dejo llevar. Y allí me pierdo en ese laberinto que no tiene fin. Te escucho, siento tus pasos en mi espacio. La tierra huele a humedad señalando el temporal que se avecina y sin temor vivo esta experiencia.

Y si preguntas a las estrellas, ten cuidado, pues siempre van a responder, y qué harás si responden eso que no quieres oír.

Cuando alguien es un joven, aun sin saber nada, duda del amor. Luego con los años uno duda del sino del amor. Y cuando uno ya trascendió las batallas, sabe que no hay sino, ni destino, el amor sólo es para vivirse. Y aquel que no vive el amor, sueña, desespera, desea, se frustra en los pensamientos de qué ocurrirá. Si tan sólo amas, y te dejas ser amado, descansas en ese profundo hueco donde los amanes ríen y pierden el control.

Qué de secretos hay en el corazón. Secretos innombrables de aquellos dos que se miran profundo y se conocen. Que de respeto hacia ese momento. No conoce límites. El amor, lo abarca todo. Llega hasta ahí donde la mano nunca llegó, llega incluso hasta ese infinito que no he recorrido aún. Y parece, cuando respiro su aurora, que viene de allí lejos, de ese no tiempo de aquel mundo que llaman cielo, de más allá incluso, de ese lugar que cuando me acerco dejo de tener nombre, edad o forma.

Tal vez este día parezca que el amor se guarda en solitario, pero el verdadero amante camina solo. El verdadero amante está solo, y aunque la vida pase, y aquello que le rodea cambie, el amante sigue siendo tal cual nació. La razón en cambio se agarra a todo lo que puede. El amante verdadero, dentro de uno, permanece limpio y completo, aun con todo aquello que vive. Incluso tras esas miles de veces que deja de ser él y se convierte en suspiro, el amante permanece inmaculado y puro. Ese que al amar tanto se agarra, no está amando, está temiendo. Se agarra porque siente miedo. El verdadero amante se lanza sin preguntar, vive la respuesta sin esperar que ocurra, ni pregunta, la vive. Y mañana resucita sin mirar atrás, feliz de haber vivir.

El amante de la vida sonríe, y con alegría plena contagia a quien le rodea.

Sin desear nada para sí, el amante lo arriesga todo y muere cada instante. Nada pide, nada contiene, y así todo lo vive y lo toca.

Se estremece con el agua, con el sol, con el viento, con la roca y con el aliento. Se estremece y se deja conmover por todo lo que le rodea. Se conmueve.

Por dentro y por fuera, con todo se mueve, con todo se conmueve. Se transforma. Se permite. Se regala. Se abalanza al camino sin ver la meta dibujada. Sin metas avanza. Espera respetuoso escuchando y permitiendo.

Admira sin ser visto.

Sin recibir halagos ni esperarlos, todo lo entrega.

Es dichoso en su dar. Se deja abrazar y recibe, constantemente, el abrazo de cuanto le rodea.

Sueña despierto pues la vida tan sólo un sueño es.

Y la pasión que habita en su corazón, la vive ilimitadamente en cada saliva, beso, palabra, gesto, pensamiento, sin perturbarla con la sombra de su ego.

El amante verdadero no ama, adama, como dice San Juán de la Cruz. Pues no hay palabra mejor que trascienda el amor que conocemos y lo eleve hacia su máxima forma. Él deja de ser persona, deja de ser lo que conoce y sobre uno se derrama todo el amor como un cuenco vacío, hasta saciar el corazón valiente y ansioso que sin detenerse busca el amor completo.

El valiente amante, en su vida, no juzga, ni espera, permanece presente y consciente.

El amor te invita a admirar y conocer. A descubrir todas los sutiles rostros de tu objeto amado. Abrazándolos todos sin esperar cambios.

El amor te torna generoso, valiente, transparente y libre.

El amante no se cae, se lanza a la experiencia del vacío. El amante se convierte en amor, y su mirada, sus manos, sus palabras, se convierten en agua dulce y limpia.

El amor está presente en el sueño y más allá del sueño, trasciende el tiempo, la forma, los pensamientos.

Y ahí quien vive sin conocerlo. Y ahí quien se tapa los ojos para no ser mirado por el amante sincero.

Cuando ese amante, que solitario trasciende en su sentir la vida y la muerte. Que no controla ni posee y sin engaños se muestra tal cuál es, es posible que sientas como un terremoto en tu interior. Tus sombras se agitarán, pues saben que no podrán soportar esa luz del amor. Uno se agita, es conmovido y resuena en el corazón del otro. Luego se llena tanto que pierde el hambre y el sueño. Pierde el rumbo y su norte se colorea rosado como las mejillas del niño enamorado.

Quien busca amor no está amando. El amor está ahí cada día. En la noche. En el cuerpo. En la figura dibujada. En la memoria. En la música. En el sol. En la tempestad que se avecina, en el no tiempo.

Cuando uno ama, realmente el yo se disuelve y cada rincón del otro es admirado, querido, consolado. Bondadoso el corazón busca expresar lo que siente.

La mente se puede quedar callada. La mente puede saber un secreto y guardarlo, puede también mentir y no decir la verdad mil veces seguidas. El amor no. El amor te obliga a decir la verdad, necesita expresarse, vivirse, saciarse. Lo abarca todo y avanza como el sol llenando cada rincón que hasta en la noche, cuando todo oculta su forma, podemos ver su luz atravesando a través de la callada luna. Y ahí está el sol, entregándonos calor y luz incluso cuando parece que todo se lo impide. De igual manera el amor, que, aunque todo se lo impida, continúa expresándose, creciendo, abarcándolo todo. Nada puede reprimirlo ni condenarlo.

No hay límites que pueda contener el amor sincero. Ni si quiera el tiempo.

Esa persona que huye del amor, analizándolo, buscando explicaciones, escondiéndose, razonándolo. Buscando vidas pasadas, similitudes. Ojalá sepa algún día que el amor cobarde ya no es amor. El amor, como todo, si sólo se mira, no se conoce.

El amor trasciende todas las formas de este mundo que conocemos, atraviesa incluso al mundo de los sueños, al inconsciente, a esos infiernos que ocultamos, a nuestra sombra más mortífera.

Y esos amantes que no se tocan, que no se miran, que escuchan sin escuchar y miran sin mirar, ¿acaso no saben que el amor está en ellos desde siempre? Esos amantes que no se encuentran ojalá lleguen a su oasis, y allí escondidos, entre los frutales y las flores de su pequeño paraíso, recuerden su verdadera forma y se rindan a su corazón sabio.

Puede ser que creas que las estrellas te hablan por la mente sabia, por quien has sido o que crees que te hablan porque algún días serás alguien especial, o incluso que todo lo que has conocido lo sabes y tienes gran experiencia en eso que crees que tienes experiencia alguna, pero todo eso que tu mente dice, tan sólo es ruido que te impide vivir este sueño más consciente, pues sólo el corazón recibe secretos de las estrellas, y sólo el corazón mira, y sólo el corazón guarda la verdadera experiencia. Y sólo el corazón vacío de vanidad, que no se empaña ni por el odio, ni por el rencor, ni por el deseo, sino que vive, transparente, espontáneo, perfecto, es capaz de llenarse de verdadero amor.

Un día conoces a una persona desde tu dolor. Así tu corazón busca ese sanador, exactamente con esa vida y ese destino tal cuál tú lo llamaste y lo pediste para crecer y aprender. Y una vez tu corazón resplandece, conoces una persona con un corazón como el tuyo. Un corazón grande, amplio, verdadero, valiente. Que merezca y valga tanto como tú vales. Pocas veces ocurre esto, pero cuando así sea, ama. Sin agarrar, sin esperar.

Vive ese amor que no espera nada, que lo da todo sin buscar recompensa. Lánzate a vivir con el flujo de tu sentir. Sin control, sin norte, sin manos ni sentidos, vive el amor tal cuál se presente.

Si te lastima, si te hiere, entonces no es amor, pues el amor no genera ningún tipo de dolor, el amor todo lo cura, lo reestablece, lo equilibra, lo armoniza. El amor se entrega natural, sin perversión ni vanidad alguna.

Tal vez un día un ángel te sostenga y te invite a su estrella, y desde allí, bien sujeto a tu mano, te sonría, te abrace. si algún día te pasara, déjalo ser.

Amor es cuando callas, y estás contigo unos instantes, te respetas y te abrazas.

 

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