La claridad surge cuando uno recuerda como mirar hacia dentro.

Nosotros comprendemos el mundo según nuestra mirada hacia fuera, sin embargo es nuestra mirada interna y la luz que hallemos en la oscuridad interna lo que dará luz a nuestra vida. Nos vinculamos con el saber y el conocimiento ajenos a nosotros mismos, sin embargo esos conocimientos poco duran, efímeros como una puesta de sol, nos abrazan unos instantes y pronto desaparecen. Aun así, la claridad interna se mantiene y nos cobija de los nubarrones más densos. Allá donde la oscuridad parece que nada deja entrever, si uno tiene luz en su interior, podrá ver y descubrir.

Abraza la luz de tu interior, no te dirijas en vano hacia fuera un día y otro, sino que descubre la luz que habita en el autoconocimiento.

El trabajo de meditación se inicia en la autoobservación y finaliza cuando dejas de ser un espejo con el mundo y te conviertes en un cristal transparente. Ya no hay nada que ocultar, todo es tal claridad que rápidamente a través de tu mirada se puede descubrir el Universo entero.

Cuando camines, piensa en tu caminar, no hacia donde vas o que hiciste de donde vienes. Cuando comas piensa en el sabor y en el masticar, no en lo que vas a meterte en la boca un segundo más tarde. Cuando abraces piensa en el amor, no en el control, la posesión o las emociones que te descontrolan y te mueven. Mantente en el instante presente viviendo y vinculándote con el movimiento y el cambio.

Cuando uno trabaja la claridad no se mueve hacia lo que podrá ser, sino hacia el presente. Todo lo oculto está presente, en el instante presente, a punto de ser desvelado si uno se atreve a observar.

Aquello que llamamos el Ser, lo divino, se asoma tras cada uno de los rayos de claridad de tu mirada.

Cuando miras hacia dentro pueden ocurrir tres cosas:

Uno. Que tu mirada vea del mundo un reflejo de tu interior como un espejo.

Así cuando miras hacia  fuera verás un reflejo de todo lo que tu eres y lo que vives. Nos asustamos de esta realidad y la podemos ignorar muchas veces. No es tan fácil como parece descubrir en qué se refleja tu mundo externo, porque a través de tu creencia y tu visión borrosa no podrás ver con claridad ni si quiera tu mundo interno. Así, cuando más miras hacia dentro más descubres el parecido en el mundo exterior. Así una persona que se siente “rica” internamente puede situarse en medio de un paisaje completamente desolado, en una vida miserable, sin casa, sin trabajo, sin camino de vida, y sin embargo continuar sintiendo mucho bienestar y tranquilidad. El “rico” económicamente pero pobre de espíritu podrá creer que aquella persona que vive entre la pobreza también es “pobre” en su interior, sin reconocer la luz que hay en esa persona y que esté donde esté nada afecta a su vivencia material.

Sin embargo la persona que se siente “rica” siente que un pedazo de pan es más que suficiente y lo sujeta con cariño y gratitud. Pisa el suelo descalzo y se siente agradecido con la tierra y se baña en agua sucia o templada y se siente rejuvenecido y cambiado. No ve la pobreza ni la miseria, no ve la desolación, sino que ve su fe y su sentimiento de riqueza.

En contraste vemos aquel que es “rico” económicamente pero “pobre” espiritualmente que pensará al tener poco que es un castigo, que sentirá que los que no tienen o viven con menos que él no podrán ser felices. Que no es capaz de imaginar la felicidad más allá de sí mismo.

En la vida encontramos muchos ricos y pobres de corazón, de mente, de espíritu.

Cuando en un principio tú eres un espejo, en tu interior y en tu mundo externo, encontrarás un reflejo de lo que vives internamente, igual que un espejo. El mundo te mostrará tus grandezas y tus debilidades. Claro ejemplo es tantas personas que “no ven” lo que ocurre a su alrededor, señalando que tampoco ven lo que ocurre en su interior.

Cuando esta es la mirada que hay en tu vida aun no hay suficiente claridad y por ello necesitas trabajar más en la autoobservación y la meditación. Es posible que durante toda tu vida esta sea tu mirada al mundo, aprovecha esta mirada para aprender a amarte y a verte con honestidad y humildad.

Dos. Que tu mirada sea como un cristal transparente.

Ya no hay espejo y en ese instante todo lo que ves es transparente y claro. Fuera del juicio aparece una mirada expansiva y sincera. Es la mirada de una visión importante. De aquí surge la contemplación. No ves para conocer, no miras para descubrir, miras para vivir y a través de tu mirada y conocimiento del mundo experimentas y sientes. Tu mirada se vuelve clara y honesta. Así, a través de la humildad uno se descubre a sí mismo y cuando mira hacia fuera descubre la totalidad en su expansión. No hay miedo, ni duda, ni dolor. La persona transparente nada oculta, todo lo abarca desde su experiencia. No sujeta ningún cambio, no sujeta ninguna información, vive, intensamente, y rápidamente desecha y finaliza. De la misma forma que abre la puerta a una experiencia, cierra la puerta. Con el corazón lleno y la mente en paz.

Sabes que tu experiencia es como un cristal transparente cuando no hay apego hacia lo que vives. Rápidamente experimentas una transformación, instante a instante. Uno se implica con la vivencia tal cual se le presenta, no la niega, sino que la abraza y la permite ir.

Tres. Tu mirada se torna como la luz de un Sol.

Uno se convierte en la luz que ilumina. Igual la experiencia que te rodea no simplemente es transparente y clara, sino además ilumina y te entrega una visión transformadora y completa. Una visión que no puede analizarse con la mente. Una experiencia completa se transforma en un conocimiento auténtico, y no un conocimiento efímero que con el tiempo se desvirtualizará. Y la única forma de obtener un conocimiento real y profundo es a través de una vivencia desde tu Ser. Una experiencia mística y trascendental donde no estás viendo un reflejo de ti, tampoco estás viendo la realidad, sino que la realidad está siendo vista por la luz que la ilumina. Descubres así la inteligencia innata en todo lo que te rodea y descubres igual la armonía de la vida, el equilibrio del Cosmos

 

Para obtener claridad uno debe superar las sombras internas. Primero observarse como un espejo, y observar el mundo como un espejo. Día tras día trabajar la autoobservación y limpieza. Hasta descubrir que la mirada sea limpia como un cristal, nada refleja porque nada contiene, es totalmente espontánea y pura. Una vez ahí trabajar la vivencia desde la luz clara, permitir que la luz, la inteligencia que todo lo abarca, ilumine y de vida armoniosamente el mundo interno y el mundo externo. Y así surge una experiencia desde la luz.

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