Observar

Tan sólo observa.

Observa tu lenguaje, tu tono de voz, tus emociones. Observa tu postura. No seas agresivo en tu observación, no seas juicioso. Observa. Calladamente. De pronto deja todo que sea como es, que surja lo que deba surgir, y observa qué ocurre en ti, cómo estás, como eres. ¿Acaso conoces cómo eres? ¿Conoces por qué te sientes cómo te sientes?

Respira y observa cómo estás respirando. Que ocurre en ti cuando respiras. Que no está ocurriendo.

Luego viene un pensamiento y no lo cambies, no lo analices, obsérvalo. Observa cómo eres tú cuando piensas así, quién eres, en qué te conviertes con ese pensamiento. De dónde surge el pensamiento.

Observar es un arte. Contemplar es un arte. La inteligencia que hay en ti sólo puede surgir cuando sabes observar desde el callado presente.

Observa tu cuerpo, lo que sientes cuando observas tu cuerpo, lo que te hace sentir tu cuerpo, lo que necesita y busca tu cuerpo.

Observa tu postura y las emociones que tienes con esa postura, tu respiración en tu postura, tu gesto. Observa tu mirada, si es transparente, si no lo es.

Observa todo en ti hasta que todo lo que veas lo reconozcas. Hasta que tu observación sea silenciosa, tranquila, apacible.

Una persona cuando observa intentando cambiar, alterar, transformar, no está amando, está en la mente. Juzgando. Analizando.

La observación correcta es una escucha amorosa y tranquila.

Cuando observas, cuando simplemente observas lo que hay en ti, lo que surge a tu alrededor, lo que surge de ti, lo que nace de tu ser, entonces toda transformación surge natural. No hay un forzar. No hay una dirección provocada por tu ansiedad de ser diferente de lo que ya eres, hay una transformación total.

El sabio observa.

El ignorante analiza. La ignorancia cree grandes cosas. Cree que sabe. La ignorancia tiene demasiados pensamientos, creencias, intenciones.

La sabiduría tan solo surge, de forma natural. En la frescura del instante presente. Una persona sabia está presente. Comprende porque está presente.

Observa lo que hay en ti ahora.

Observa tu ansiedad, tu tristeza, tu ira. No la cambies, tan sólo observa. Si no conoces tu energía, tus emociones, tus pensamientos. Si no conoces de dónde surge todo lo que tú eres, cómo surge, cómo se manifiesta lo que tú eres, entonces, ¿cómo vas a conocer el mundo? Observar es estar presente. Es reconocer.

Observar es vivir presente.

Una meditación sin sentido es en la que te relajas sin observar. En la que no hay conciencia de ti. Uno se relaja demasiado en su cuerpo, en sus emociones, en sus visiones y pensamientos. Los deja estar y no los observa. Su silencio se hace grande, más no es un silencio total. No hay presencia en ese silencio. No hay escucha. Entonces la meditación de nada sirve.

Si te ocurre así tan sólo pon más atención durante el día, en la vigilia, en el sueño. Pon atención de tu estado, tus emociones, tus pensamientos. No te relajes en ellos, observarlos. Ten la intención clara de observarte día y noche. De conocerte. Y así surge una meditación correcta.

Simplemente estás presente en tu cuerpo. En tu postura. En tu respiración. Estás presente en tu forma de mirarte a ti mismo. En tus emociones. Estás presente observando como observas. Observando la vida.

Luego, más tarde, observas lo que te rodea, lo que surge. Los árboles, los sonidos, las personas que te rodean. No las analizas, no las intentas comprender, ni atrapar. Estás presente observando.

Muchas veces nuestra observación es escasa. Creemos que “nos da igual todo”. Los asuntos ajenos son de otros. Entonces no hay emoción ni implicación en la vida. Uno entra tan de lleno en su interior, en sus propios procesos, que se olvida del alrededor. La correcta observación no te hace indiferente de lo que te rodea, te hace estar más presente. Te ayuda a actuar consciente, coherente y con sencillez. Te permite comprender la interacción entre las cosas que te rodean. Te permite ser libre desde el compromiso humilde y sincero con la vida.

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