Meditación Apertura

Comienza sentándote con la columna vertebral recta, cómodo, evita todo lo que pueda incomodarte: cinturón, pelo, olores fuertes, ruidos, los zapatos… evita distracciones: móvil, ordenador, la ventana abierta… para comenzar el trabajo apártate del “ruido” del día a día y poco a poco dejará de enturbiar tu mente. Una vez estés en una postura y una actitud dispuesta comienza a meditar.

Comienza respirando hasta que deceleres todo lo que puedas tu ritmo cardíaco. Utiliza la respiración. Ve haciendo presente cada instante tu respiración hasta que poco a poco sientas como tu ritmo ha decelerado suficiente, que te sientes relajado, relajada, que estás en calma.

Desde ese punto busca dentro de ti, en tu Yo, busca tu Yo, el individuo que pelea, que piensa, en cada pensamiento, en cada sensación, búscate, y disuélvete. Disuelve el miedo, el ego, la ceguera… disuelve la necesidad de avanzar, de llegar lejos, de superarte, disuelve incluso la necesidad de estar bien, de buscar el punto de comodidad, disuelve el yo buscando dónde esta. Cuando no lo encuentres, apártate del cuerpo y ve a la habitación.

Disuelve la habitación, disuelve el lugar donde estás. Busca un yo, una realidad consciente en la habitación y cuando no la encuentres disuelve el lugar. Igual que has echo contigo, busca, busca tus sensaciones en la habitación, no están ahí, no hay nada ahí, no hay un lugar ahí, disuélvelo en tu mente y en tu pensamiento, igual que has echo con el Yo dentro de tu cuerpo, y cuando lo hallas echo apártate del lugar y ve a al cielo.

Disuelve el cielo, comprende que no hay ningún cielo busca al cielo, busca su sensación, busca qué origina la sensación de cielo, de separación, de espacio, y cuando no halles nada disuelve el cielo, así ve pedazo a pedazo, trabaja con el todo también, con cada parte y con el todo, disuelve el cielo que ha creado tu mente para ti y disuelve la sensación del cielo que ha creado tu falso Yo para ti, disuelve tu pensamiento sobre el cielo, disuelve el cielo, disuélvete a ti mismo en el cielo, y cuando hallas disuelto el cielo, cuando no haya nada que mirar allí, apártate y regresa al cuerpo.

Busca de nuevo que parte de ti creyó que había un cielo y disuélvela, disuelve igualmente el yo que intenta buscar el cielo y atraparlo, el yo que intenta conocerlo, descubrirlo, el yo que piensa que existe, que puede conocer algo, busca en ti el buscador del cielo, y disuélvelo, disuelve el pensamiento sobre la separación, sobre la búsqueda, sobre el miedo de que no haya cielo, que no haya espacio, que no haya un yo. Y cuando no halles nada, cuando descubras que en ti tampoco hay nada que encontrar, cuando hallas disuelto tu pensamiento, tu mente, tu necesidad de buscar, tu yo, entonces vuelve a salir fuera y ve a la montaña.

Realiza el mismo trabajo con la montaña, luego con la lampara, luego con el incienso, luego contigo. Ve así disolviendo todo, una y otra vez, hasta que descubras que no hay un yo, no hay un buscador, no hay un otro, y en ese instante, surge la apertura.  Surge de manera natural, no la busques pues si la buscas no puede aparecer. La apertura te dará la claridad del todo. La mente se abrirá y la meditación llegará una fase de mayor trascendencia y visión ti.

Meditación guiada por Altaïr García  Boletín nº 1 Especial de Navidad Kailāsh Magazine

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