Paseo Zen


Primero estás en ti unos instantes. Sientes el lugar: los árboles, el viento, la tierra, el frío o el calor. Sientes los detalles y el conjunto como un canto armonioso de la naturaleza. Tú ya no estás, ya no existes, te conviertes en parte de ese sonido que te rodea, el bosque, el jardín, la calle, la casa, el camino. Observa el alrededor y respira con tranquilidad.

Algunas personas se descalzan, otras no. Algunas cierran los ojos, otras no.
En silencio continúa sintiendo el lugar, consciente, alerta, en quietud. No esperas, no pides, estás completo en el camino.

Levanta un pie con conciencia de ti mismo. Detente en cada detalle de tu cuerpo y tu mente, como un movimiento de presencia. La planta del pie, el peso sobre la otra pierna, tu vientre, tu cabeza, el cuello, la sensación del cuerpo, la emoción del alma, el pájaro que te dice algo, la brisa.

Avanza el pie con conciencia de ti mismo. Tal vez la sensación de prisa, tal vez la sensación de presencia. El movimiento, el cambio, el vértigo, el peso, el cuerpo, la cabeza. La necesidad de abrazar el momento y estar presente con todo tu ser, el pie en el suelo y la sensación de pertenecer a la vida.

Camina despacio, tan despacio que te escuches cada detalle. Consciente. Sigiloso. Atento. Camina siendo tú, respirando, abriéndote al cambio.

Conviértete en el camino y avanza.

A veces con los ojos cerrados, a veces descalzo, a veces lleno de fe, a veces vacío de ti. Se consciente.

Te conviertes en el camino y avanzas hacia ti.

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