La superación del duelo

Después de tiempo, dicen que los dolores se pasan, más esto no es real. El tiempo no cierra una herida, posiblemente, un dolor que no hemos sabido superar nos marcará de por vida.

Es el caso de un duelo que no se ha sabido llevar bien. La persona primero queda endurecida, rígida, posiblemente hable de ello con naturalidad, sin embargo, la emoción no brota naturalmente. Algo ha cambiado y si no se actúa rápidamente, pudiera ser que haya un cambio en el carácter de por vida. Pueden pasar años y años hasta que el vínculo se disuelva, y aun que este se disolviera, la persona sigue estancada en el empeño emocional del endurecimiento.

Es algo sencillo, hubo una herida, y en vez de abrirse a sentirla y llorarla, la persona se cerró e impidió que la emoción le ayudase a sanar.

Los duelos mal llevados son heridas dolorosas que generarán no sólo temor, sino también agresividad pasiva, angustia, depresión, ansiedad, etc.

Por ello no sólo es necesario aprender a morir y comprender la muerte con naturalidad, sino también aprender a vivir las emociones con fluidez y frescura. Sería hermoso aprender a emocionarse con salud, implicarse en el propio dolor y actuar ante él, en vez de ignorarlo y desecharlo. Las emociones, en ese caso, se convierten en la mejor medicina.

Un duelo no sólo equivale a la muerte de un ser querido, para muchas personas un duelo también es un rechazo sentimental, o un abandono, un despido. Algo en lo que teníamos fe, desaparece. Algo en lo que creíamos ya no está.

Ponemos nuestra fuerza, nuestra energía, nuestra visión en algo con todo nuestro empeño, pero de pronto ese algo no está.

Muchas veces ignoramos qué sentíamos hacia ese algo, pero aun así sentimos que hemos perdido, que una parte de nosotros ha muerto. No tiene por qué ser la muerte de un ser querido que nos haga sentir así, también un sueño incumplido, también un engaño amoroso puede hacer sentir que algo en nosotros se está muriendo.

Muchas personas viven un duelo toda su vida porque su profesión no es la que esperaban, o porque no se casaron con la persona que amaban, o porque sus padres se divorciaron cuando aún era niño.

Ante la muerte las cosas se pudren, se deterioran. Una persona que vive un duelo interno se siente como muerta por dentro: digestivamente, sexualmente, mentalmente. No hay ideas creativas, no hay buena digestión, no hay practicas amorosas dichosas. A veces no se puede dormir, otras veces no se puede comer con tranquilidad, uno empieza a comer alimentos muertos, deteriorados, químicos, o empieza a vivir en hipocresía para enmascarar un duelo del que no logra salir, fingiendo día y noche estar bien, haberlo superado, pero un frio interno muestra una cristalización de una emoción que no logramos conocer. Algunas veces actúa como si nada ocurriese, y va a ese trabajo que representa su muerte creativa día a día, y día a día siente como algo se deteriora por dentro.

Llorar es sano, es natural. No es un engaño esto. La naturaleza es sabia y las lágrimas también.

Vivimos en una sociedad que llorar es debilidad, uno llora cuando se quiebra, cuando algo malo ocurrirá. Los niños evitan llorar y al bloquear su emoción se genera agresividad y compulsividad. Sus pataletas se tornan insoportables, sus formas son violentas y tensas. No llora con salud, no salen las lágrimas.

Los adultos no lloran y cuando lo hacen se consideran deprimidos. Pero las lágrimas son naturales y frescas. Surgen en la emoción que sanará la herida. Es una respuesta emocional de diferentes situaciones, las lágrimas hablan de la apertura mental, de la fluidez y la adaptabilidad. Una persona que llora con facilidad, sin tristeza ni ansiedad, es una persona saludable. Igual que una persona que ríe con facilidad. Una persona que no llora, que no ríe, que no se siente amenazada con nada ni con nadie, es una persona que tiene un problema.

Algunas personas sólo necesitan llorar una vez, otras personas necesitan desahogar un dolor grande.

Cuando la psique se encuentra con una situación que no logra entender, da cabida a una emoción para ayudarse a entender. La misma emoción le ayudará a comprender lo que ocurre.

Por ejemplo, un niño observa como muere su abuelo, la psique no entiende lo que es la muerte, no sabe lo ocurre, entonces da cabida a la emoción. La emoción será de nostalgia, temor, angustia, ansiedad, la psique entonces comprende que algo está pasando, pone más atención. Cuando las personas adultas ignoran al niño lo que vive, cuando intentan hacer como si no ocurriese nada, cuando mienten al niño sobre lo que está pasando, entonces proyectan sobre el niño una nulidad en sus emociones, un bloqueo emocional que podrá hacer que la psique no logre a entender nunca lo que ocurrió, en cambio cuando los adultos que rodena al niño le dan pie a emocionarse, le llevan a lugares para soltar la ira, la rabia, le ayudan a recordar al abuelo, riendo y llorando con él lo que han vivido, entonces el niño observa la situación con naturalidad, nadie le controla su emoción, al contrario, se le enseña cómo emocionarse, emocionándose con él.

Es sencillo, pero no es lo habitual. Los adultos podrían hablar con naturalidad de la realidad tal cual es: el abuelo ya no estará más, ya no necesitaremos sus cosas, el abuelo generó en todos tal o cual impacto, el abuelo vivió su vida, y esta vida, como todas ha terminado. No se miente. No se habla bien para conservar sólo los buenos recuerdos, no se lleva al niño a pensar que sólo hay que recordar al abuelo para que este siga vivo. El abuelo está vivo en sus creaciones, sí, pero no en los recuerdos. De hecho, muy probablemente, ni el abuelo ni casi nadie quiere ser recordado, excepto las personas apegadas, quienes lo mejor es olvidarlas para que puedan seguir su camino más allá de la vida vivida. La realidad es tal cual es: el abuelo ya no está y no estará. Puede haber fotos, recuerdos, herencia, puede haber incluso ganas de verle, pero él no está. No es algo triste, es algo natural y por tanto necesario.

De una forma u otra, la muerte nos ayuda a dejar de ver a una persona y empezar a amar al ser que un día se convirtió en esa persona. Deberíamos tener la sabiduría para dejar de ver el nombre, la figura, las cosas, la vida en sí, para aprender a amar la eternidad sin forma, nombre, máscara ni conceptos.

Tal vez nuestro apego y nuestro dolor no nos permita comprender que la muerte es algo necesario, pero para la vida es necesario que exista la muerte.

El ego dolido, esclavo del amor condicionado, buscará comprender. Entonces la persona empieza a preguntarse cosas irracionales:

¿Cómo puede ser necesario que muera tal persona? ¿Si existe Dios por qué hace esto? ¿Porque la vida me castiga así? ¿Que hizo esta persona para merecerse esto?

La persona entra en un estado de negación donde no permite emocionarse, está en la injusticia. Tiene un dolor y no lo acepta. Entonces proyecta el dolor sobre la incomprensión.

En estos casos no es bueno enseñarle al niño cosas que desconocemos: “el abuelo ha ido a un lugar mejor, el abuelo está en paz, el abuelo ahora es feliz.” Este tipo de respuestas, además de que pueden ser falsas, no ayudarán a vivir la realidad, sino a sabotear el proceso del duelo. No le podemos decir a un niño: “el abuelo ya no está, pero no te preocupes, él está en un lugar mejor.”

No sólo no lo entenderá, sino que se preguntará: “por qué no puede ir a verlo, y porqué el abuelo elige ir a un lugar mejor cuando estaba tan bien en casa. ¿Tan mala era la vida del abuelo para morir?” Y si fue a un lugar mejor, el niño también quiere ir a ese lugar … entonces la deuda, el apego y el dolor se alargan, no sólo en la vida, sino más allá de la vida.

Tampoco es adecuado engrandecer a la persona que falleció, una persona muy grande genera una gran sombra, y esa sombra puede ser un duelo muy doloroso. Algunas personas, hijos de grandes personas, no logran superar la muerte de sus padres, no tanto por el amor hacia sus padres, sino porque al irse, dejaron la huella de que su presencia sería inigualable. Entonces ocurre un duelo mucho más doloroso, una sensación de que nada será igual porque no habrá nadie ni nada igual ni mejor que aquél que marchó.

De todas formas, todos sabemos que la muerte ocurrirá independientemente de nuestra comprensión de ella.

Imaginemos que en vez de ser un dolor ocasionado por una pérdida de un familiar fueran ocasionadas por un rechazo amoroso, algunas personas viven un auténtico duelo emocional y pueden quedar atascadas durante años. Sienten que algo en ellas ha muerto, que nada podrá ser lo mismo. La vida, la persona, todo es lo mismo, sin embargo, el dolor lleva a pensar que nada será igual. No podemos hablar con esta persona y decirle que quien tiene un problema es el otro o la otra que le rechazó porque no sabe valorar, o porque no sabe lo que se pierde. El rechazo es natural, a veces salen bien las relaciones otras veces no, a veces el amor terrenal es correspondido, a veces no. Enseñar a los jóvenes o a los niños que son los otros los que tienen un problema si no les aceptan no es real, los otros no tienen ningún problema, el problema es la negación. Habrá personas que te acepten otras que no, personas que te amen otras que no.

La necesidad de ser aceptado por todos es problema, la necesidad de que todos te quieran, que todos te amen, es un problema.

Cuando ocasionamos en el niño el temor a lo desconocido, este temor será marcado de por vida. Incluso de adulto, ante situaciones similares, se siente frustrado y dolido porque no entiende. La psique no entiende y las emociones de dolor que surgirán naturales para entender la situación, no se permiten salir.

Cuando un niño llega llorando del parque porque no quisieron jugar con él igual, no es real que los otros no saben jugar, es real que existe el rechazo. Es real que tiene una emoción de dolor, de rechazo, y tiene que aprender a vivirla sin menospreciar a los demás, sin culpar al resto del mundo. Para aprender a superar a lo largo de su vida los miles de rechazos que vivirá y comprender que, igual que él o ella rechaza cosas en su vida, también a él le rechazarán. Si alguien no quiere estar contigo esa persona no tiene ningún problema, ni tú tienes un problema, el único problema es no comprender que esta situación es natural.

Tanto para un niño como para un adulto entender esto es clave: la muerte llegará, se dará sin una razón específica, llegará a cualquier persona, en cualquier momento. Porque de la misma forma la vida surge, sin una razón específica, en cualquier momento. No hay que ser bueno o malo para morir, igual que no hay que ser bueno o malo para nacer. No hay que hacer las cosas bien o mal, ni hay que inventar escusas. Todos falleceremos de una forma u otra, y eludir esta realidad es evitar la verdad más absoluta que existe.

No querer comprender la muerte genera la mayor de las ignorancias. E independientemente de lo mucho que una persona haga en su vida, cuando muera se ira sola igual que llegó a la vida.

Acostumbrarnos a comprender esto es esencial. El miedo a la muerte, el desconocimiento, la ignorancia, nos llevará a querer estar rodeados de personas para disimular este hecho. Cuando aprendemos a observar con naturalidad esta realidad nos ayudará a vivir en paz y completos.

La muerte es un tema determinante en el desarrollo del individuo, pero ahora vamos a observarlo desde otra perspectiva.

Lo normal es que cuando una persona muere, de forma natural, nuestra psique deje de ver a esa persona y empiece a dibujar la otra persona, su doble por así decirlo. Proyectamos así una imagen clara de todo lo que había en nuestro subconsciente de lo que representaba esa persona sobre nosotros. La persona en sí ya no está, entonces saldrá a la luz la proyección que algún día hicimos sobre ella. Esta proyección no depende en absoluto de cómo fue el fallecido, sino de todo cuando nosotros ocultamos, fingimos, mentimos, no quisimos abordar ni ver, negamos, nos apegamos, sobre ella. Es una proyección de los ideales y mentiras que contamos alguna vez sobre ella dentro o fuera de nuestra cabeza. Entonces surge la necesidad de engrandecer personas normales, o de camuflar nuestras faltas contando mentiras sobre el fallecido, o de sacar a la luz todos los trapos sucios del otro y decir todo aquello que uno no se atrevió a decirle a la cara.

La muerte deja una situación en la psique de tensión que es lo que realmente debemos observar con detenimiento. Sobre todo se dará esta situación mental cuando la persona no tenga un conocimiento claro sobre la muerte desde la infancia. La mente tiene que inventar, fingir, camuflar. Igual que si pintamos media letra y la mente dibujará la otra mitad. Media letra no es nada, medio circulo no es un circulo, pero la mente está en una situación de tensión porque no conoce esa nueva situación. Entonces necesita dibujar algo que no existe para poder entender lo que está viendo.

De hecho, la comprensión natural de la muerte y la disolución de todo temor, nos ayudará a amar incondicionalmente. Aunque tampoco sirve creer que hemos superado ese temor cuando sentimos que no pasa nada si nosotros nos morimos, sino cuando comprendemos que todo cuanto nos rodea va a cambiar de un día para otro. No se trata de enfocarnos en pensar que morirá un ser querido, no tenemos porqué ser macabros en la imagen que tengamos de la vida y la muerte, sino porque las cosas cambiarán, sencillamente todo cuanto conocemos va a ir cambiando a lo largo de la vida. La persona que gana poco dinero a lo mejor un día gana mucho, la persona que hoy conduce un coche mañana posiblemente conduzca otro, la persona que hoy te ama, pudiera ser que mañana ame a otro. Y eso es natural. Es natural que todo vaya sufriendo grandes transformaciones constantemente. Cuando no logramos aceptar esos cambios, decimos que hay un duelo interno.

Muchas personas se agarran a trabajos estériles, relaciones estériles, vidas estériles, de esas vidas que no entregan nada, que no aportan nada, y no porque sea lo único que tienen, sino por temor a la muerte y la transformación continua del ser. Entonces esa relación que no aporta nada, que no dice nada, que no conduce más que a la cotidianidad, se hace perfecta. Y ese trabajo aburrido, que no entrega apenas beneficios, que no ofrece nada, que ni si quiera creemos en lo que hacemos, se hace perfecto.

Cuando surge una muerte o una transformación de algo que nos rodea, la psique, totalmente bloqueada por no tener pilares emocionales en los que apoyarse, genera una imagen que no es más que un arquetipo de las proyecciones y experiencias que hemos vivido por causa de esta persona, o por causa de otras personas que ahora salen a la luz con esta perdida. Pongamos el caso de una mujer que sufrió un abuso cuando era joven, no lo sanó, y tras varios años de matrimonio su marido fallece, entonces sale a la luz todo el dolor no sanado del abuso, el cual proyecta sobre la muerte del marido. Entonces la mujer piensa realmente que su dolor es tan grande por la muerte de su marido, pero la muerte del marido ayudó a sacar a la luz proyecciones que ella tenía falsas e idealizadas del él: el protector, el que curó sus heridas, el que camufló el abuso, quien le ayudó a quererse, quien la aceptó aun a pesar de…. El marido no importa, importa en este momento todo lo que ella lo “uso” para enmascarar dolores anteriores.

Entonces el duelo de la psique se hace tortuoso y largo. Sobretodo si no hay consciencia de que la muerte del marido pudo dejar un rastro psíquico determinante que potenciará la proyección de todas las experiencias, expectativas, dolores y temores, la mujer nunca volverá a ser la misma, se puede quedar atrapada en una crisálida enmascarando aún más sus emociones y sus aflicciones. Incluso es posible que busque que otras personas ocupen ese lugar que ocupaba el marido para que esas proyecciones puedan salir a la luz y pueda ser consciente de ellas. Esto significa que como la mujer no sanó los abusos que vivió, buscará otra relación donde proyectará su dolor antiguo, ahora más crudo e intenso, para que pueda sanar su propio dolor. La nueva pareja no será sólo su pareja, sino el cuadro donde proyectará todo su pasado a fin de no mirar hacia dentro.

Comprendamos ahora que una terapia enfocada en superar la muerte del marido en nada ayudará, podría ser más útil una terapia que se dirigiese a comprender que representaba el marido en su vida, pero realmente lo que habría que tratar son todas las emociones que la persona está negando detrás del duelo por la muerte de su marido.

De otra forma una mujer pierde un hijo, y cuando cree superarlo adopta a un cachorro, cuando el cachorro muere sufre un dolor inhumano y empieza a adoptar pequeños animales. Los animales claramente no son un sustituto del hijo, sin embargo, los animales le ayudan a proyectar su rol maternal, amoroso, compasivo. Ella sabe conscientemente que falleció su hijo, es un duelo que posiblemente que ha superado o ha llorado adecuadamente, sigue amando a su hijo y sigue estando presente en su corazón, pero no ha superado sus expectativas como madre, su rol. Entonces tiene un duelo complejo, no es un duelo sobre su hijo, a quien ama y comprende la transformación de su vida, sino un duelo por su propia maternidad.

Cuando fallece un familiar, o cuando hay un abandono, la persona necesita proyectar de alguna forma el arquetipo, o suplirlo, a fin de que el rol con el cual se identificaba no se borre. Entonces uno pierde un abuelo, pero no deja de ser nieto, uno pierde una madre, pero no deja de ser hijo, uno pierde un hijo y no deja de ser padre. Puede aceptar la idea de que tal o cual persona no estará más en su vida, pero no puede aceptar dejar de ser quien era.

Pero imagina por un instante que a los niños les enseñáramos esto del revés: esta persona ha fallecido, ya no está, ahora la puedes amar sin necesidad de ser su nieto, su hijo, su hermano…. Entonces enseñamos a amar a los niños independientemente de la figura o puesto que ocupa la otra persona en su vida.

Esto significa que nuestro amor está totalmente condicionado por nuestras proyecciones mentales. El amor depende de lo que esperamos de la otra persona y el papel que jugamos en su vida. No lloraremos igual la muerte de un hermano que la muerte de un amigo o que la de un vecino. Es más, cambiaremos cuando falte algunas de estas referencias, porque a la psique realmente no le afecta tanto una muerte de un ser querido, pero lo que sí le afecta es dejar de la persona que creíamos que éramos. Aprender a amar y valorar a una persona independientemente del lazo que tengamos con ella nos ayudará a amar incondicionalmente, sin deuda y sin mentiras.

Pudiera ser una persona que se enoja con su familia, entonces su psique inmediatamente proyectará los arquetipos familiares sobre otras personas, así tal vez sufra mucho más cuando fallezcan esas amistades, porque esas amistades tienen unas referencias en su psique valiosas.

Pero el concepto al que intento ir es la capacidad de amar independientemente del papel que alguien juegue en nuestra vida, y la capacidad de superar los duelos que inconscientemente mantenemos por negar la transformación constante de la vida, manteniendo viva la proyección de arquetipos que hace tiempo debíamos haber superado.

Algunas personas evitan este tema, sin embargo, ser consciente de que la muerte está ahí, que los cambios son parte de la vida, nos ayuda a dejar para otros lo que es de otros, dejar de robar, de ansiar tener lo que no nos corresponde, nos lleva a querernos más, a aceptarnos, a aprovechar la vida, a sentir la alegría del corazón y gota a gota beber y saborear la lluvia de luz que desde los ojos de quienes nos rodean llegan a nosotros.

Occidente ha perdido la luz en los ojos, no hace falta más que mirar en otros continentes esa luz increíble que desprenden las personas en la mirada. Occidente parece que ha perdido esa luz. Tal vez hay un vacío entre las personas porque uno no quiere comprender que la muerte existe independientemente de quién seamos. Tal vez el temor cultural que durante siglos hemos sufrido a un castigo eterno, o tal vez la ignorancia, tal vez la vida tecnológica en la que estamos que nos aparte de las personas y de las vivencias, pero la mirada de las personas parece que tiene menos presencia. Pero, sobre todo, es significativo comprender que muchas personas, hace años que dejaron de mirar hacia el otro, sino que tan sólo logran ver las proyecciones que su psique realiza sobre cada uno.

Y por ello es tan desafiante el camino para aprender a vivir un duelo o aceptar la muerte, porque se trata no sólo de comprender que la muerte es real, sino también aprender a dejar de ver en los otros nuestras proyecciones, a dejar de vivir en función de nuestro rol, y aprender a amar a quienes nos rodean tal cuál son, independientemente de nuestro pasado y de su papel en nuestra vida.

De todas formas, una vez comprendido esto, es más fácil iniciar un proceso de sanación de nuestras propias heridas, comprender qué cristalización mental hemos generado para tapar qué emoción, y enseñar más adecuadamente a vivir con naturalidad los cambios de la vida.

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