Hércules y Licas. La prueba final del hombre despierto

Deyanira, la tercera esposa y asesina de Hércules, nunca podría imaginar que sus ansias de amor causarían la muerte de aquel a quien tanto deseaba.

La ingenua Deyanira, mientras intentaba cruzar el río Eveno, fue arroyada por el centauro Neso quien intentó violarla.  Hércules al otro lado del río, al ver la escena, lanzó una flecha envenenada a su pecho con la sangre de la Hidra de Lerna que él mismo había derrotado. Pero Neso, en un último suspiro de vida, le convenció a Deyanira que, si derramaba su sangre sobre la túnica de Hércules, él la sería siempre fiel y su amor sería eterno. Y qué inocente Deyanira que guardó la sangre del moribundo centauro y el día que sintió dudas del amor de Hércules, untó la sangre de Neso sobre su túnica, tal y como él le había dicho, y se la entregó al fiel compañero Licas para que se la llevase a Hércules.

Cuando Hércules se puso la túnica envenenada comenzó a sentir un inmenso dolor y supo que moriría. La túnica quedó pegada al cuerpo y ya no podría despegarla. Su cuerpo poco a poco se consumió en el fuego del veneno. Hércules enloquecido en el dolor y la rabia, tomó a Licas por los pies y lo arrojó al mar. Entonces Licas se convirtió en roca y Hércules falleció por las terribles quemaduras que la túnica le había causado por todo su cuerpo.

¿Dónde nos llevan nuestras pasiones? ¿Son irracionales nuestros impulsos? ¿En qué punto un deseo de amor se convierte en un impulso inconsciente?

¿Cuántas personas ingenuas llegan a dañarse y a dañar a otros por los propios deseos?

Está claro que el amor y el deseo son cosas diferentes, sin embargo, todos llevamos dentro una Deyanira ingenua que desea ser la primera mujer, que desea conquistar el corazón de alguien sin tener en cuenta el precio de dicha conquista.

Y todos llevamos dentro un centauro celoso y vengativo que aun después de su muerte sigue envenenando con sus malas tretas y con sus acciones, pensamientos y palabras surgidos de su odio. Una parte de nosotros que siente que puede tomar a su antojo aquello que desea, olvidando el libre albedrío de los demás.

Todos llevamos dentro un Licas honesto, fiel, amigo de buenos principios. Que, por permanecer pasivo ante los conflictos, sin actuar a tiempo, sin pensar por sí mismo, se convierte en víctima y agresor a la vez. Aquel que se convierte en piedra porque claramente deja de sentir, al tener más fe en los sentimientos ajenos que en los suyos propios. Alguien que dejar de actuar ante las circunstancias que le rodean y permanecer pasivo ante las pasiones y no se percata de ellas a tiempo.

Y todos llevamos dentro un Hércules, un gran guerrero capaz de superar cualquier batalla, pero totalmente vulnerable ante las pasiones humanas. Hércules, quien superó todas las pruebas, que alcanzó el punto más alto que un hombre jamás pueda alcanzar, derrotado por el deseo de amor eterno de su tercera esposa quien fue cegada por sus pasiones.

Antonio Cánova en esta escultura nos muestra la tensión justa en el momento que Hércules lanza a Licas por el aire enrabietado y totalmente dañado por el veneno de su túnica gloriosa convertida en su veneno más letal, la cual ya no podría quitarse jamás. Pues muchas veces, aquello que nos hace grandes, aquel título, aquella gloria alcanzada, aquel reconocimiento y logro, se convierten en el veneno que nos mata quemando todo nuestro orgullo y todo lo que hemos hecho con él, disolviéndonos y derrumbándonos.

¿Ingenuo Licas? ¿Que tan sólo entregó la túnica como la esposa de Hércules le había pedido? ¿O espectador pasivo y víctima y asesino a la vez?

¿Ingenuo Hércules? ¿Quién dotando de tanto valor a su capa olvidó desapegarse de ella a tiempo, y su máxima gloria, su orgullo más alto, se convirtió así en lo que le derrumbó?

¿Ingenua Deyanira? ¿Quién quería más y confió incluso en el engaño del centauro para unirse con más fuerza a Hércules?

La rabia que hay en nosotros nunca es acertada, es difícil que la última víctima sea quien realmente originó el dolor. He incluso habiendo superado todas las pruebas, uno no puede bajar la guardia a los demonios que hay dentro nuestro.

No se trata pues de acabar con los demonios, pues como Hércules nos enseña, el orgullo de superar los instintos más básicos, se puede convertir en una espada de doble filo, se trata de conocer los demonios, de estar atentos, de superarlos y de permanecer fiel a nosotros mismos.

Leer: Las doce pruebas de Hércules

Carrito de compra
Scroll al inicio