Eres perfecto tal y como eres.
El mundo cambia, las personas vienen y van, sin embargo, el amor es constante. No cambia.
Cambia tu cuerpo, cambia tu mente, tu personalidad. Pero el amor que hoy siento es el mismo que sentí el día que nos descubrimos y será el mismo dentro de mil años.
Puedes desarrollarte en todo en la vida: en la mente, en el trabajo, en el arte, en todo lo que imagines, aunque, lo único que merece la pena desarrollar es la capacidad de amar. Eso no caduca. Es el arte más exquisito y sagrado que hay.
El amor no caduca, no cambia, lo entrega todo sin pedir nada a cambio.
Caduca el temor, algún día incluso todo lo que conoces se disolverá, menos el amor.
Y un día reconoces a alguien después de mil años, después de 10.000 años ¿cómo reconociste a esa persona? ¿Por el daño que te izo? ¿por lo que vivisteis juntos? ¿por cómo era físicamente? No, la reconoces por el amor.
El campo hoy están las flores frescas, hermosas. El sol de la primavera las ayudó a abrirse. Están preciosas. El verano será intenso y tarde o temprano se irán secando, marchitando. Yo las miro y las admiro cada día y veo sus cambios. Mi amor y admiración no cambia, pues ellas continúan esforzándose por existir. Aun sin fuerzas seguirán abriéndose, dándolo todo. Entonces el amor continúa.
Un día, un día de verano avanzado, las flores sé que ya no estarán. Se habrán secado, estarán completamente marchitas. De ellas no quedará nada. El viento habrá hecho volar sus pétalos y su color, su luz, habrá desaparecido. Y aún, el amor continuará ahí. El amor continuará.
Así te amo a ti también.
Las relaciones son como esas flores. Un día el calor es tan intenso que las miradas de esas dos personas que con tanta frescura y belleza se encontraban, se secó, y se miran y no hay nada ahí. Ya no hay pasión, no hay brillo, no hay frescura. Y sin embargo el amor continúa. Ellos no lo saben, están sumidos en lo que viven. No pueden verlo. Amar es aprender a comprender ese cambio que vivimos. Comprender que un día toda frescura se pasa, y aun así el amor continúa. Tiene otra forma. Tal vez será un amor más cuidadoso, más cariñoso, tal vez sea amor dirigido a que las semillas que el viento movió puedan crecer. Tal vez sea amor que nos ayude a morir y renacer. El amor está ahí constante.
Atreverse a amar es coraje por lo desconocido, por la muerte. Lanzarse al vació y no esperar.
Muchas personas confunden el amor con la atracción, con el deseo sexual, pero el amor trasciende toda necesidad de contacto físico. El amor está por encima de eso. No lo niega, lo trasciende. Si una persona no logra trascender la necesidad de ese contacto, si aún se continúa sintiendo sola, perdida, abandonada, será como la flor marchita, no sabe que sigue siendo bella. No sabe que ahora simplemente es otra forma, otra ilusión.
Si la flor teme morir ¿cómo va a reconocer el amor? Mi amor permanece en el tiempo y va más allá del cambio sólo porque sé que todo muere algún día. Y si voy a morir igual, qué importa la forma, qué importa en qué fase esté la flor, es bella igual, es vida, es cambio, es. Pero la flor espera ser siempre fresca y bella, por eso un día está marchita y se lamenta.