Querido hermano, parto de que comprendes que una visión errónea de la esencia de la mente, equivale a una visión errónea de la esencia del amor
En una presencia plena totalmente unificada, el sentimiento de apertura es completo. Surgen signos que nos ayudan a descubrir en que punto estamos, y también es normal que surjan instantes de plenitud que debemos aprender a liberar.
Cada pensamiento, emoción, juicio, pasión, se libera por sí mismo y poco a poco hay mayor neutralidad en nuestra mente. Inevitablemente uno comienza a sentir mayor equilibrio ante las diferentes situaciones que nos rodean.
Y al igual que existe un estado de gran conexión con la esencia de la mente, también puede surgir una ilusión de dicho estado donde quien practica cree realmente descubrir la esencia y tan sólo estar descansando en una apariencia. Y ¿cómo aprender a diferenciarlo?
Tras la información que podamos recibir, y el estado al que hayamos sido impulsados, sobre todo hay que practicar.
Hermano. Tiempo atrás ya estábamos luchando en algún lugar, buscando la verdad, la justicia, superando todo temor para defender algunos principios sólidos en los que creíamos. El tiempo de hoy no se trata de aprender a volver a defender dichos principios, tal vez solo se trate de confiar y estar presentes. No se volverá a repetir este tiempo, y sabemos que es una gran oportunidad de apertura y conexión. Y por ello no vayamos a desperdiciar ni un instante.
En este camino que te comparto hay tres cosas pequeñas para descubrir y una cosa inmensa para descansar en ella.
La primera cosa pequeña es recuperar la mente de un niño. Una mente abierta, plena. Si en tu pensamiento descubres pasado, presente o futuro, si en tu mente hay vanidad, rencor, temor, juicio. Si estás tan seguro de tu vivencia que pondrías la mano en el fuego o si crees tanto en ti mismo que lo demás deja de ser real, entonces cuidado pues tu mente es de un adulto. Así en tu práctica diaria busca tan sólo tener la mente de un niño observando tu pensamiento. Descubriendo de dónde surge cada proyección mental y emoción generada por los pensamientos, y permitiendo que se libere por sí mismo. No desechando ni silenciando nada. Pues si tratas de ahogar y reprimir cada pensamiento, será igual que tratar de ejercitarte físicamente sin permitir el movimiento. Se trata de lograr no estar agarrado a su supuesta verdad. Los pensamientos se irán, la verdad de hoy se disolverá, no tiene tanto valor como para agarrarse a ello, sea lo que sea. Y esto, no es una verdad indiscutible que haya que comprender, sino un trabajo diario, constante, que permita integrarlo hasta que no sea necesario pensar en ello. Mirar el árbol y no pensar en “árbol” o agarrarnos a la visión de “árbol” y lo que el árbol nos hace sentir, sino mirar el árbol y apoyarse en la consciencia completa, descansar en la divinidad, más allá de que hoy haya un “árbol” o no lo haya.
Descubrir cómo miras al mundo, con qué ojos, con que emoción, con que sentir. Descubrirte en cada instante sin asombro ni temor hasta que tu mente sea un bálsamo.
Cada instante, ante la vida, pregúntate ¿quién soy yo en este instante? ¿dónde surge este que soy yo? Y sin alimentar esa ilusión, sino enfocándote día tras tía en la atención y conciencia de ti mismo, permitir que crezca la transparencia y claridad en ti.
Y no es una teoría que, aunque mil veces puedas decir “¡ya lo tengo! ¡Lo descubrí!” también ese mismo pensamiento, ese descubrimiento, no es más que una ilusión. Tu pasado se libera puesto que ya no entretejes una maraña de ilusiones ante lo que pudo ser, todo lo que crees ser hoy se libera porque ya no estás alimentando la ilusión de lo que tienes ahora, tu futuro desaparece, y tu mente deja de perder energía y de conducirte hacia tu karma. Estás presente. E incluso así, teniendo claro lo que te digo, es muy normal para muchas personas apoyarse en una falsa forma mental de lo que es la esencia. Aquella persona dice que está presente y un día y otro se mantiene apoyada en una mirada hacia el infinito, y luego a los años descubre que en vano alimentó una trampa de su ego para no ir más profundo. Y ante la creencia de que había descubierto la esencia, tan solo se mofaba y se vanagloriaba, generando dos estados mentales de ignorancia y vanidad. De este trabajo y todos cuanto alguna vez te haya compartido, el símbolo principal es la mente de un niño. Un niño que su mirada, como un cristal, refleja la luz del alma. Los signos de visión, claridad, espontaneidad, no son tan importantes. En ese estado descubres que aquello que ocurre alrededor, no te altera, ni daña igual. De la misma manera que revisas continuamente si los pensamientos, estados mentales, formas, manifestaciones, tanto tuyos como externos, realmente te están alterando distrayéndote, emocionándote, generando confusión…, igual revisas que la experiencia que estés teniendo no te altere ni te cambie, sino que permanezcas en presencia. Y claro que todo, absolutamente todo, te toca, te mueve, te conmueve, al igual que un niño, el agua clara, el cielo es conmovido por todo cuanto le rodea, sin embargo, tu esencia sigue intacta, y tu estado de vigilia y descanso en la plena conciencia también.
La segunda cosa que descubrí y quería compartirte es que la mente no tiene una manifestación y un observador, no hay sujeto que observe ningún pensamiento ni pensamiento para ser observado con independencia del observador. Hace algunos años me entraba aquella duda de dónde estaba el yo: en el observador, en el objeto que estaba siendo observado, o en el pensamiento que se generaba al buscar el objeto. Poco a poco esa línea se disolvió y tardé unos años en hacerme consciente de lo que había ocurrido cuando dicha línea se había liberado. Es un momento mágico cuando descubres que, si bien es bueno seguir desarrollando de forma continuada el estado de atención que puede generar el espejismo de un observador, este jamás ocurrió ni existió. Se libera entonces de forma natural el observador y aparece un estado de conciencia más pleno. Tal vez en algún momento busqué proyectar esta situación, con prácticas, ejercicios, buscaba mantenerme en un estado consciente y luminoso, sin embargo, es en aquellos momentos en que no he intentado nada cuando ha surgido de forma natural. Desde el descubrimiento y mirada hacia el propio observador que mi mente construía, este mismo observador, al observarlo, se liberaba dejando paso a estados de profunda serenidad y apertura que poco a poco se han logrado asentar. Esta cosa que puedo compartirte no es el camino para esta apertura, sino la sensación de que no hay nada ni nadie externo que pueda generar la apertura, sino que es uno mismo, desde el descansar en ella, cuando se libera. Cuando no hay sujeto y objeto, la mirada al mundo deja de surgir de la dualidad. Así descubro que realmente el camino hacia el todo es el camino de la nada. Vacío de intención, con la mirada atenta y el corazón sediento, logra descansar uno en el estado primordial. Y si al principio ese descanso tan solo es un instante, o si realmente se convierte en una apertura que durante días te permite estar enfocado en la esencia vacía y luminosa de la mente, generando una experiencia dichosa y compasiva auténtica, no darle importancia alguna para no alimentar más ese personaje que vive en tu mente, ese observador que conoce. Incluso tal vez fue la conciencia que descansó en ti, como podría haber descansado en cualquier árbol que le diera buena sombra en el camino, y no que tú has descansado en ella. Abrazando ese instante y sin importar el tiempo que dure.
La tercera cosa que descubrí es que esta claridad que se generaba, hacía que se disolviese todo temor hacia los cambios que de forma natural se viven cada día. En este trabajo al principio parecía no haber implicación emocional ante nada, y no era así. Sin embargo, si era cierto que los cambios continuos de la vida ya no alteraban de la misma forma mi estado mental. Tampoco me generaban cambios internos bruscos. No me sentía especialmente feliz, ni triste, ante las situaciones del alrededor, sino más bien me sentía completa se dieran estos cambios o no se dieran. Y durante años, de forma continuada, ante cada cosa que pasaba fuera de mi, revisaba qué estaba pasando en mí, hasta que este mirar hacia mi se volvió algo natural. Entonces hace unos años ya pude comprender que la idea de la vida o la muerte se convertía en algo natural, y dicha experiencia me permitía abrazar la vida con mucho más amor y aceptación. Aquí desde el silencio aparecía un sentimiento compasivo mucho más profundo que yo. No era una capacidad de amar, no era un sentimiento mío. Sino que desde la plena conciencia que los cambios se darán de forma natural, y permitiendo que todos los cambios que acontezcan ocurran descubriendo como estos cambios no podían alterar mi esencia ni la de nadie, entonces la misma idea de fluir, dejar ir, abría mi corazón permitiéndome vivir sin temor el amor.
Ocurre que en muchas ocasiones me encontraba con el temor ajeno ante mi propio sentir, entonces medité mucho sobre aquello que otros creían hallar en mí. Grave error pues cuando uno busca aprender a descansar en la esencia divina, no hay nada que tenga que comprender, así no es tan valiosa la meditación, sino el estado contemplativo en la misma. De todas formas, pude descubrir el terror que las personas tienen a soltar su propio temor. Su temor les da seguridad, confianza. Parece una gran contradicción, pero en ese momento me dispuse a no entrometerme en los miedos ajenos que les hacen batallar de continuo con la vida, con sus movimientos, entre las mismas personas, con ellos mismos, y tan sólo acompañarlas en su camino con todo el amor y paciencia posible.
La cosa grande que puedo compartirte es el amor. Cuando empecé a descubrir como muchas personas actuaban en nombre del amor de manera inconsciente, al principio me sentí limitada por estar personas, incomoda cuando me daba cuenta que yo no quería “su amor” pues en aquello no sentía amor, sino control, manipulación, vanidad… Ese amor me molestaba y sentía que no tenía respeto alguno. Descubrí la necesidad de control, de apego, de ansiedad, toda la energía que se derrocha, el rencor y los juicios que surgen de lo que muchas personas llaman amor, tanto sufrimiento que las personas llegan a creer que viven por amor a los otros, y que todo esto no es sino una ilusión más. Aquello que más me llamó la atención es cómo personas con gran sentimiento amoroso podían dañar tanto a aquellos que se habían liberado de la vida con sus pensamientos y emociones. claro está que el auténtico amor no genera ningún tipo de sufrimiento. El amor honesto y consciente que surge de la esencia, no necesita cambiar nada, alterar nada, poseer nada. No necesita cambiar. Ese amor compasivo e ilimitado. Y todo aquello que genera sufrimiento, tormento, angustia, tan sólo son manifestaciones insustanciales que, igual que nacen del todo, se disolverán rápidamente ahí. Por ello aquello que muchas veces hemos amado con tanta intensidad, luego es olvidado, en esta vida o más allá de esta vida.
Cuando observé esto dentro y fuera de mí, pude comprender que es necesario desarrollar unos hábitos compasivos saludables. Incluso en la persona más amorosa y aparentemente sincera en su sentir, es importante una actitud y unos hábitos que haya podido desarrollar con el paso del tiempo, y por supuesto que hay personas que muestran un amor consciente pleno de manera natural, sin embargo nuestra cultura, creencias, vivencias, tan arraigadas en nuestra mente, generan una ilusión que nos parece muy real sobre lo que es y no es el amor.
El desarrollar un carácter compasivo, un trabajo de hábitos compasivos, siento que es parte del trabajo interior de autorrealización. No se trata de un trabajo más, sino de una parte que ha de ser integrada en el trabajo desde el principio.
Es fácil lograr señales del trabajo muy claras cuando desarrollamos nuestra presencia con atención y perseverancia, sin embargo, la mente también generará trampas importantes que pueden generar fuertes grietas, confusiones, divisiones.
Así puedo compartirte estas tres cosas sobre la mente y esta gran cosa sobre el corazón que simplifican el trabajo que en estos años he estado realizando.
Deseo que encuentres luz en tu vida.