Vivir es estar. Dicen que una misión de vida te aguarda, pero es falso. La vida es la misma misión, es la aventura. Abrir los ojos cada instante y resistir con el corazón abierto. Buscar la mirada del niño en tu interior y no negarle más su presencia. Estar vivo es estar. Sólo eso.
Cuando nos apartamos de esta verdad empezamos a perseguir verdades incoherentes más allá de la vida. Y no se puede amar a lo que crees que te pertenece, porque si te pertenece, si realmente crees que es tuyo, ya no lo amarás, lo poseerás, lo creerás controlar. Lo que se ama es espontáneo, incontrolable te emociona y te sobresalta, y está ahí, allí, aquí, tal vez más lejos, ahora tal vez más cerca, pero no está contigo en tu posesión. La vida es vivirla. Lo que posees se marchita en tu mente. Así todo eso que crees poseer no lo amas, solo lo controlas como poco a poco se marchita en tu corazón. Y crees amarlo, pero se está marchitando en tu corazón, en tu cuerpo, en tu mente, en tu vida. Y claro que hay cosas marchitas en todas las vidas de todas las gentes, los suspiros que se ahogan porque no te permites ser feliz.
Vivir es estar, es felicidad. Cuando posees la felicidad, ya se ha ido, cuando controlas el tiempo, ya se te ha escapado.
Conozco una hormiguita que cada día afana duro por conseguir un trocito de alimento, y esa es su vida, es su instinto, no puede hacer otra cosa, no controla la comida que le llegará, no controla si mañana habrá o no habrá comida, no controla lo que escasea, no controla lo que sobra, simplemente se levanta y busca porque ese es su impulso en la vida. Así cada día te afanas por conseguir ese trocito de alimento, alimento para el cuerpo, para el corazón, para la mente, quién sabe para qué sirve tu alimento, pero afanas duro por conseguir un trocito de alimento que ahora sientes que no está, y esa es tu naturaleza, y está bien así, vívelo, afana, pon ahí tu corazón, lucha, agárrate a las vivencias, pero permítete vivirlas día a día como algo nuevo, espontáneo, único, algo que no puedes controlar, ni herir. Por que si algo no lo puedes controlar, tampoco lo puedes dañar más. Y muchos piensan que no dañan a otros pero continuamente estamos dañando a otros, cuando no nos amamos, dañamos constantemente a toda la humanidad. Y uno no se ama cuando quiere controlar.
Vivir el Ahora no es respirar, no sólo es estar, es contemplar cada instante como único y respirar cada momento como por primera vez, y con ojos de niño, con mirada de pureza, sonreír al momento presente y entregarse a él plenamente. Vivir el Ahora es saber soltar, saber morir, saber renacer.
Ahora no es ahogarse, ni marchitar una y otra realidad en el interior. No hay que marchitar nada. La meditación incluso cuando se convierte en el control, se convierte en algo marchito que duele, igual que una separación o una enfermedad. La meditación espontánea es liberadora, te llena de gratitud, de alegría, de amor. Tu corazón se expande y te sientes pleno. La meditación desde el control es un ahogo más, asusta lo severa y dañina que puede volverse. Así crees tener el control de tu mente, de tu vida, pero no es así, en algún punto tu vida continúa controlándote y no te permites entregarte al instante de dicha tan inmensa que se te presenta. Estás controlándolo, igual que crees controlar tu mente, igual que crees controlar todo lo que sientes, lo que dices, lo que ahogas con tu necesidad de control.
Vivir, tiene un único objetivo, una única meta, si la entiendes siempre te ríes, como una mariposa que salta de una flor a otra y te sonríes porque no puedes dejar de alegrarte de esa belleza de ese instante. No controlas la mariposa, no la conoces, no sabes lo que siente, no sabes porqué vuela a su siguiente flor, no sabes porqué abandonó la primera flor, la contemplas, la vives, la amas. Estás en la mariposa, con ella, bailas con ella. Y mueres con ella. Vivir es así, presente.
Si ahogas esos instantes, si no te emocionas, algo estás haciendo mal en tu búsqueda.
El control de un camino, la búsqueda de la perfección, el control en la meditación, el silencio técnico, forzado, la postura correcta, la creencia de haber llegado más lejos que otros, todo eso, son patrañas que igual que el apego, el miedo, la superficialidad, ahogan tu vida y se convierten en instantes marchitos en tu corazón.
Si hoy decidieses no tener nada marchito en tu corazón, que bonito sería. Te sonreirías. Y te entregarías una sonrisa tan tan bella que no temerías nada que pudiese haber dentro de ti, porque tu sonrisa lo transformaría en calor. Si hoy decidieses dejar el control y liberar todo lo marchito que hay en ti, sentirías esa sonrisa que el cielo te entrega cada vez que te mira. Esa sonrisa que eres tú.
Eres tan bell@…