Vamos a entender un poco más cómo funciona el karma en la ayuda a otros.
Ayer hablábamos de un sufrimiento que surge del victimismo. Un sufrimiento por no comprender cómo funciona el karma y no asumir las consecuencias de nuestras decisiones.
Ahora podemos comprender que nuestros conflictos son nuestra responsabilidad.
Sin importar la ley, la norma, quien nos obligue o porque hayamos tomado una decisión, las consecuencias de las decisiones que tomamos son nuestra responsabilidad. Incluso de las decisiones de pensamiento y palabra.
Este tiempo tomamos decisiones tan sólo porque nos vemos obligados. Esas acciones también son nuestra responsabilidad y también generan karma. Luego no hay marcha atrás. La vida no se puede vivir una segunda vez. Es esta oportunidad y nada más.
Ahora, cuando las decisiones que tomamos afectan a otros, el karma, la responsabilidad, es compartida por igual. Y las consecuencias karmicas tal vez se vean en vidas siguientes y/o en nuestra descendencia, al igual que a las personas que afectamos con dichas decisiones. Un consejo mal dado es karma para el consejero.
Pongamos de ejemplo los menores que deben ir al colegio con mascarilla limitando sus años de vida, aunque esta acción evite contagios de ciertas enfermedades, nadie puede negar que genera otras. En este caso tanto padres, sanitarios y profesores, es probable que vean las consecuencias de dicho karma en sí mismos, en su próxima vida y en sus descendientes.
El menor que obedece también asume un karma, posiblemente la necesidad de aprender a discernir en el futuro cómo cuidar mejor de sus hijos o de aquellas personas, seres, que no saben o pueden tomar decisiones por sí mismos. Posiblemente tenga un karma para aprender a no ser tirano o manipulador. O para permitir al otro ser libremente.
En el ejemplo podrían tener karma: el menor, los padres, los educadores, los sanitarios, los vendedores y fabricantes de mascarillas, el gobierno, los publicistas, los periodistas…. ¿Cuál sería la acción sin karma? Escuchar fuera, sentir y escuchar en uno mismo y elegir lo que queremos asumiendo esas consecuencias, incluso ignorando la ley si nuestro interior nos dice que lo hagamos. Decidir por y para uno mismo, sin obligar, coaccionar ni manipular a otros, aunque esos otros sean nuestros hijos, y aunque nuestra decisión parezca la mejor opción.
No sirve pedir perdón ni hacer trabajos para limpiar karma, sólo sirve tomar conciencia y cambiar nuestra forma de actuar. El karma por manipular, aconsejar, obligar, coaccionar, se manifiesta aunque hayamos ayudado a alguien. El médico que te dirige a un tratamiento específico, aunque ses la mejor opción y te cure, asume un karma por manipulación y coacción. A veces creemos que si el consejo es bueno no hay karma, pero lo aceptemos o no, estamos condicionando el destino otra persona, para bien o para mal.
Entonces, ¿cómo ayudar a otros? Puedes dar tu opinión, puedes mostrar las opciones que conoces y las consecuencias, después permite al otro que decida por si mismo. Sin alegrarte ni entristecerte por su decisión. Sólo admira y acompaña en el destino que ha elegido. Tú no eres quién para decidir por nadie más.
Ayudar a otro con sabiduría se trata de liberar a la persona de la ignorancia, no de guiarla para que lleve la vida que creemos más apropiada.