Vega y Altaïr se dan un beso y nadie puede verlo. Un día al año, dos estrellas enamoradas tienen permiso de darse un beso de amor, separadas por la distancia de la Vía Láctea no pueden verse, ni hablarse, ni tocarse, pero un día al año hacen el amor y todo el cielo se viste de rosa.
Yo conocí una estrella que brillaba preciosa, cada día que la miraba me sorprendía la luz que había en ella. Habitaba en el centro de muchas estrellas, y nadie más la sabía ver. Ella no sabía todo lo que la admiraba. A mi estrella le hubiese gustado conocer del amor eterno de Vega y Altaïr.
Un día mi estrella se puso triste y yo incluso sentía como lloraba. Las demás se apartaban pero la seguí mirando y admirando desde la distancia.
Triste lloraba y la Tierra temblaba. Llovía dentro de mi casa.
Así le escribí un poema de amor para la tristeza, decía así:
“Mi estrella, todo mi cielo está despierto cuando abres los ojos y duerme cuando tú los cierras.”
Mi estrella cuando leyó el poema no lo entendió, creyó que iba para otra estrella y miró a lo lejos, sintiéndose vacía. Luego miró otra estrella arrojando los pedazos rotos de mi poema hacia el espacio entre ambas.
Hoy miro al cielo y mi estrella ya no mira hacia la Tierra. Se convirtió en pájaro y voló hacia otro cielo.
Estrella que te vuelas, estrella que desapareces.
Un día miré al cielo y vi una estrella transformándose en pájaro. Nadie me creía, admiraba mi estrella y admiraba su vuelo. Se iba lejos pero no me importaba, tan hermoso era aquella imagen que merecía la pena verla. Mi estrella, cuando alzó el vuelo, se sentía fuerte, grande, magnífica.
Luego, cuando la estrella voló lejos y ya no se veía, me puse triste.
Pregunté al cielo por el nombre de mi estrella y me dijeron Pájaro. Pregunté a los pájaros por el nombre de mi pájaro y me dijeron Estrella.
Un día que nadie miraba, contemplé el cielo desde lo alto, y vi lo mismo, mi estrella ya no estaba, convertida en pájaro voló lejos, donde nadie la podía contemplar.
Así enojada sentí que el cielo me había quitado mi estrella. Pero así comprendí que yo no tengo ninguna estrella. Yo vi una estrella que se convirtió en pájaro, un pájaro que se convirtió en vuelo, un vuelo que se convirtió en impermanencia. ¡Qué magnífico el vuelo de la impermanencia en mi cielo estrellado!
Hoy el cielo estrellado parece que está vacío sin ella.
Incluso allí, a lo lejos, dos estrellas, Vega y Altaïr, se dan un beso. Sólo esta noche, sólo una noche al año. Es un día tan romántico en el cielo que conozco… Conocí una estrella que sonreiría al verlo.
El cielo está rosa y tan sólo deseo que el vuelo de aquella estrella preciosa sea dichoso pleno.