En la mitología griega, el Cielo, el más antiguo de los dioses, era Urano (Caelus) y la Tierra era Gea o Cibeles. Juntos obtuvieron dos hijos: Titán y Saturno.
Saturno, logró destronar a su padre, se casó con su hermana Ops (Rea) e hizo un pacto con su hermano mayor Titán para gobernar los cielos. Sin embargo, ambos sabían que estaba predestinado que un hijo de Saturno le derrocase igual que él hizo con su padre, así que Saturno juró que no criaría hijos. Y por ello nada más nacer sus hijos, los devoraba sin compasión alguna.
Al sexto hijo fue Júpiter (Zeus), su madre logró esconderlo y criarlo en secreto.
Años más tarde Júpiter emprendió una gran guerra en la que derrocó a Titán y a Saturno, abrió el vientre de su padre y liberó a sus hermanos. Entonces Saturno fue desterrado de los cielos y condenado a vivir entre los mortales donde actuó como monarca, impuso las leyes, y formó el sistema político de la antigüedad, las bases de la antigua Babilonia.
Y más allá del simbolismo, del mito, o del significado oculto, tenemos que tener en cuenta que miles de personas en la actualidad continúan adorando a Saturno con sus diferentes nombres como el dios que abrirá el cubo negro (caja de Pandora), generando el cambio que creen que tanto necesita el planeta.
Saturno es el dios de las sombras, un ser que tentaba a los hombres a revelarse ante Júpiter quien le desterró. Representa a Lucifer, el ángel caído.
Se le representaba con una guadaña o una hoz y su festividad se celebraba entre el 17 y 25 de diciembre, en el solsticio de invierno del Hemisferio Norte, la celebración del nacimiento de la luz.
Cuando intentemos entender a Saturno debemos verlo como nuestra sombra más oscura. Todo aquello que se encuentra dentro de nosotros y negamos. Aquello que somos, que nos pertenece, y no queremos ver ni saber.
Saturno te señala aquella sombra que niegas y rechazas de ti mismo, llevándolo a espacios más oscuros de tu inconsciente, generando más inaccesibilidad y perturbación.
Saturno son todas esas proyecciones que realizamos hacia los demás de forma indeseable y dañina,y sobre todo, que negamos haberlas proyectado. Todo lo que no podemos reconocer ni aceptar como propio. Aquello que somos capaces de percibir en el otro, que nos lleva a rechazar y juzgar de las demás personas y alejarnos de ellas, y sin embargo siempre estuvo en nuestro interior.
Nos lleva a trabajar los impulsos más básicos de seguridad, autocontrol, estabilidad, fuerza… Nos obliga a amarnos y aceptarnos, a reconocernos y a observar cómo somos.
Desde un aspecto positivo, Saturno nos entrega una sabiduría desde la propia experiencia. Nos permite potenciar los valores y la estructura que necesitamos para sostenernos en la vida. Aunque también nos lleva a cerrar etapas viejas y destruir si es necesario nuestras propias creaciones a fin de poder avanzar.
Y no es que Saturno se vuelva loco o perturbado al devorar a sus hijos, simplemente sabe que no puede sobrevivir si ellos están ahí, ni si quiera puede permitir que uno sólo crezca. Tus instintos de supervivencia son tan sádicos y crueles como Saturno se muestra ante sus hijos recién nacidos. Una fuerza superior a ti puede surgir en cualquier momento llevándote a romper y destruir todo aquello que tu mente considera que puede dañar tu equilibrio de vida, tu estabilidad, tu reino. Lo llamamos orgullo, sin embargo Saturno está muy por encima del orgullo, nos potencia nuestros instintos salvajes y más inconscientes.
¿Y si tu inconsciente considera que es el amor lo que puede hacer que te tambalees? Entonces arruinará toda relación amorosa, rechazando, gritando o maltratando a las personas que amas, llevándote a sentir atracción hacia relaciones pasajeras o sin respeto, tal vez más o menos intensas, pero sin amor ni conciencia plena.
¿Y si el inconsciente piensa que son tus propios hijos quienes te quitarán tu seguridad y tu equilibrio? Entonces es posible que inconscientemente actúes perjudicándoles, bloqueando su camino, criticándoles, censurándoles o incluso castigándoles por aquello que no han llegado a hacer.
Saturno dolido, resentido, sin morada ni reino, se convierte en una energía oscura que te lleva a tambalearte y renegar de todo cuanto puede ayudarte.
Cuando Goya pinta a Saturno devorando a sus hijos claramente señala el hombre destruyéndose a sí mismo en las guerras. Se trata de la continua guerra que la humanidad vive para protegerse de sí misma. Nada puede perturbar la falsa identidad que cada uno ha creado de si mismo. Y si es necesario debemos destruir a cualquier “enemigo” que nos señale el error en aquello con lo que tanto tiempo nos hemos identificado.
Saturno en equilibrio, estable, se convierte en un conocimiento superior que nace de tu propia experiencia interior. Así como aquellas personas gobernadas por un Saturno en equilibrio logran manejar su vida con honestidad, humildad y cautela. Su símbolo sería esos grandes patriarcas o matriarcas que gobiernan con amor, estabilidad y equilibrio su hogar.
Cuando Saturno está en desequilibrio en ti, no se trata de lo que crees o sabes, se trata de un instinto básico y salvaje de protección de tu propio puesto de control y equilibrio. Saturno asoma su cabeza, abre las puertas hacia el cambio, y si el cambio te lleva a tambalear lo poco que te entrega seguridad, abre tu pequeña caja negra, tu caja de Pandora, dejando salir todas las sombras que hay en ti.
Astrológicamente todas las personas entre los 28 y 30 años pasan por una etapa en que Saturno se vuelve retrógrado generando un marcado cambio de personalidad, identidad, camino de vida.
Siempre acontecen cambios en la vida, cambios que nos hacen tambalear, y existen unas situaciones interesantes donde no queda más remedio que tomar una decisión, y aun así, todas las decisiones que tomemos son negativas, cualquier paso que demos nos va a perjudicar o dañar. No podemos quedarnos quietos, tenemos que avanzar, tenemos que dar un paso adelante, y no podemos cerrar los ojos ante lo que se nos presente.
Entonces Saturno está ahí nuevamente. Acontece el peligro en nuestra estabilidad. Si somos suficientemente estables ante esta situación de vida no dudaremos y aceptaremos lo que tenga que venir. Si nos tapamos los ojos, los cien mil demonios de nuestro inconsciente intentarán perjudicar aún más lo que se nos viene encima.
Y qué decir de cuando constantemente estamos en una situación parecida, y demos el paso que demos sabemos que vamos a perder, que nos va a perjudicar o que saldremos perjudicados. Uno se acostumbra a vivir en una especie de limbo, en un espacio tiempo intermedio hacia ningún lado y donde todo pueda ocurrir de una forma caótica y desastrosa. Uno se acostumbra al cambio de una forma negativa. Y cuando esto ocurre, puede ser que entonces sea la estabilidad el enemigo inconsciente de nuestro equilibrio interno. Como un loco nos dejamos zarandear por la vida, por decisiones al azar, por nuestro inconsciente o por la emoción del momento.
Saturno debe devorar a sus hijos, no queda más remedio, mientras sea un padre del inconsciente, mientras sea un padre del mundo aun en formación, cualquier hijo que surja del inconsciente puede ser un peligro para todo el equilibrio que se está formando. Y también es bien sabido por todos que tarde o temprano una luz poderosa surgirá en nosotros, justo en el momento adecuado, que nada podrá vencer, ni si quiera la furia, ni el poder de Saturno o de nuestras más profundas y temidas sombras.
Una luz que nos llevará a alumbrar nuestro temor, a abrazar nuestro dolor, a transformar nuestro camino en consciencia.
La Fuga Grossa de Beethoven es para mi una representación de la intensidad de Saturno en nuestras vidas. El contrapunto que unifica los diferentes aspectos de nuestra psique incluido el inconsciente en una aparente batalla.