Meditación en la esencia

En el tiempo que vivimos hay separación. Hay dualidad. Es una verdad completa. Todo lo que se puede conocer en este tiempo está dividido aparentemente y separado de su origen. Todo nace y fallece y regresa al origen, sin embargo, rápidamente vuelve a desprenderse de él. La meditación en la esencia es la meditación en la visión esencial, donde disolvemos los agregados mentales y contemplamos desde la experiencia de unidad.

Este tiempo, es pues un tiempo uniforme y claro donde la disolución es necesaria para una expansión del alma. Cuando una persona está concretando toda su experiencia en esta manifestación de separación, no puede, por más que lo desee, aprender sobre la divinidad, necesita fundirse, disolver su realidad concreta para abrazar el no tiempo y descubrir las estrellas desde su mundo interior. Y este tiempo es propicio para ello.

Este tiempo uno puede disolver todo temor, toda ignorancia, las injusticias. También puede disolver su yo, a fin de fundir su espacio interior en el espacio divino. Dejar de ser un yo y convertirse en una fuente. Es un tiempo adecuado para esto.

Así cuando uno desea regresar a la fuente, tan sólo debe iniciar el camino de disolución de la mente, de los pensamientos, de la percepción de los cinco agregados, y permanecer en plena conciencia, abierto a la experiencia de entrega completa.

E igual que uno se entrega a la experiencia de la vida, uno igual, puede entregarse a la experiencia de disolverse.

Para muchas personas disolverse suena mal, se revelan a la necesidad de disolverse, sin embrago todo a lo que estás agarrado, todo lo que crees de la vida, de ti mismo, te limita y te paraliza. No puedes crecer con esa experiencia de apego. Por ello existe la disolución.

La disolución desencadena tristeza a veces, también desencadena libertad y alegría. Tan sólo permanece tras la disolución la verdadera fuente y la conexión con la fuente. Disolverse no significa morir, significa cambiar. Rendirse. Postrarse ante la vida dejando de luchar contra ella.

Dos almas se disuelven una en la otra en perfecto amor divino. El sol se disuelve en las flores y las alimenta. El agua se disuelve en tu cuerpo y así te nutre y alimenta. Es necesaria la disolución de algo para una transmutación. Una transformación completa. La enfermedad, es una disolución de algo. Y entonces ¿qué podemos disolver en este tiempo y que no podemos disolver?

Disolvemos las percepciones que tenemos. Esas en las que nos enganchamos creyendo que son mejores para nosotros.

Nos disolvemos cada día. Dejamos de ser aquello que con lo que tanto tiempo nos hemos identificado para ser una persona nueva, completa, integra. Nos disolvemos en el océano de luz divina. Nos disolvemos en el perdón, en la gracia. Nos disolvemos en nosotros mismos.

El ejercicio es sencillo. Simplemente inhala y exhala disolviendo toda forma mental. Todo pensamiento, intención, toda percepción ve disolviéndola, y solo inhala y exhala. Según inhalas y exhalas la experiencia de la inhalación será más intensa, porque estás presente en ella, porque tu mente no se agarra a nada ya que toda forma a la que intenta agarrarse tú la disuelves rápidamente. Luego tu exhalación se convierte en completa porque estás completamente presente en ella, estás en ella porque cada forma mental a la que intentas agarrarte tú la disuelves igualmente. Entonces, poco a poco, solo queda inhalar y exhalar, y repites el inhalar y exhalar hasta que sientas que está todo bien, todo es perfecto tal y como está. Inhalas y estas ahí presente y exhalas y estás ahí presente. Es completa la experiencia. No necesitas nada más, no ansias nada más. Y cuando aparece un pensamiento, una forma mental, rápidamente lo disuelves y permites que se disuelva. No te agarras tampoco a la intención de disolverlo todo, tan solo lo haces, sencillamente. Todo es más sencillo desde aquí.

Cuando solo queda la inhalación y la exhalación, entonces sopla fuerte. Sopla hasta que no quede una gota de aire en tu interior, mantente en esa pequeña apnea unos instantes y regresa a la inhalación. No hay más pensamientos. Eres libre. Respira tranquilo. No hay nada a lo que estás agarrado. Estás presente en la respiración completa.

Desde aquí comienza la disolución completa. ¿Quién es ese yo que inhala y exhala? Disuélvelo también. ¿Quién es ese yo que disuelve lo que llega a tu mente? Disuélvelo también. Disuelve la necesidad de respirar haciendo una respiración natural, y estate presente en ella. No hay necesidad, no hay un yo que provoque ninguna necesidad, hay naturaleza. Simple. Respiras por naturaleza.

Y ahí mantente unos minutos. Descansando. Y si aparece una formación mental, un yo agarrando lo intangible, una pesadez., entonces disuélvelo igual. Y regresa a la experiencia de estar.

Desde ahí invita a tu dolor pasar. Invita a aquello que no comprendes. Es fácil. Invita a ese espacio de presencia completa a tu dolor viejo. Siempre hay un dolor viejo. Y su origen es la separación. Estas ahí, presente, y has invitado a tu dolor. Y con tu dolor no actuarás igual, no intentes disolverlo rápido, simplemente permítelo que se quede unos instantes. Observa como es ese dolor. Lleva mucho tiempo ahí. Doliendo, gritando. Déjalo estar unos momentos. Disuelve la parte de ti que intenta agarrarlo, pero no disuelvas el dolor.

Abrázalo.

Abraza el dolor con toda tu conciencia, con toda tu presencia. Con toda la energía que estás sintiendo que tú eres. Toda tu experiencia, tu camino, tu existencia, abrazando el dolor. El temor. La angustia… es fácil. No lo hagas complicado. Simplemente respira y permite que el dolor sea abrazado por ti. Y abrázate en ese dolor. Se consciente de lo que ocurre en el abrazo. De cómo te comportas.

Mucho tiempo atrás llevas rechazando ese dolor, evitándolo, hoy lo invitas a pasar a tu espacio y lo abrazas con gran cariño. No existe nada más que esa experiencia de amor propio real. No basada en la autoestima, sino en el amor incondicional que tienes hacia la experiencia de la vida.

Permite que el amor sane la herida de separación y siente como el amor, disuelve el dolor. Poco a poco disuelve el dolor. Siente como el dolor se disuelve solo. Hasta que ya no queda nada. Solo amor.

Y repite este abrazo con cada parte de ti que se siente separado de la unidad. Hasta que el dolor de separación se disuelva. No es un abrazo con brazos, ni con el cuerpo, es un abrazo con la conciencia.

Desde aquí, desde esta experiencia de amor podemos iniciar la meditación hacia la unidad.

Todo lo que te rodea es Dios. O eso que llaman Dios. Otros llaman Conciencia, otros llaman Budha. Todo lo que te rodea es la mente divina, el gran estratega, la inteligencia que todo lo realiza. Hasta tú eres la misma energía. Mantente en esa conciencia de que todo es Dios. Tú. Tu cuerpo. El aire que respiras, el aire que te rodea. La habitación, el cielo, el viento, el tiempo, todos los sonidos son la misma cosa. Todo lo que a ti te llega, proviene de la misma fuente y es la misma fuente original. Siente esto y mantente en esta sintonía con todo lo que durante los siguientes minutos llegue a ti. Sin censurar nada, sin tapar nada, todo es igualmente la fuente, hasta tú.

Permítete descansar en aquella experiencia hermosa de pertenecer. Una experiencia del hogar. Algún as personas pueden sentir que siempre sintieron esa experiencia, otras pueden sentir que habían estado separadas millones de años. No analices, siente. Deja fluir la emoción y continúa en la plena conciencia de unidad. Unos minutos, un tiempo, lo que veas que necesitas.

Entonces algo grande ocurre. El tiempo se fusiona en el no tiempo. El presente se hace constante. No hay pasado, no hay futuro, no hay dualidad. Estas. Estas presente. Y respira ahí. Es un regalo de amor la vida. Descansa en ella. Descansa en esa experiencia el tiempo que necesites hasta que la alegría te llene y sientas como tu cuerpo se carga de energía vital y fortaleza. Te abres a la experiencia integra de la vida.

Es fácil. Veras que es fácil.

Luego de descansar en esa sensación de plena conciencia y unidad, regresa a tu vida. Regresa a tu rutina con el objetivo claro de estar presente. Con la conciencia de que en cualquier momento puedes estar ahí presente.

Es hermoso respirar desde ahí. Sabiendo que perteneces, con la seguridad de que perteneces a la unidad.

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