Tomar decisiones es uno de los aprendizajes más importantes de la vida. Tomamos decisiones continuamente, y esas decisiones marcan nuestro destino.
Enseñar a tomar decisiones no sólo se trata de enseñar al niño o la niña a tomar decisiones propias para su propia autonomía, sino también a comprometerse con la decisión que haya tomado. Es una enseñanza que genera autonomía, autoconfianza, amor propio y responsabilidad.
La falta de la educación para tomar las propias decisiones generara no sólo duda y temor en la vida, sino problemas en casi todas las áreas de la vida por la toma de decisiones inadecuadas y las consecuencias de dichas decisiones.
Tenemos que comprender que el éxito en la vida, en todo, surge gracias a perseverar en las decisiones propias. Cuando una persona persevera en su decisión, independiente del valor de la misma, y afrontando las consecuencias de incluso las malas elecciones, superando los obstáculos que aparezcan, en cada momento, tomando nuevas decisiones de forma inteligente y consecuente, entonces la vida es fruto de las propias creaciones y uno siempre se siente integro y capaz de avanzar y superarse.
Aunque creamos que aprender a tomar buenas decisiones, la perseverancia y la capacidad de avanzar son cualidades innatas, realmente es algo que podemos desarrollar y aprender desde muy tierna infancia.
¿Cómo enseñamos a los niños a tomar decisiones propias?
Existen diferentes formas de tomar decisiones y estas dependen del tipo de persona que seamos. A veces tomamos decisiones pensando los pros y los contras, necesitamos «dormir» la idea que estamos gestando y constrastarla, otras veces tomamos decisiones desde un impulso, con una intuición clara, otras veces tenemos que desarrollar una sensibilidad y emoción clara que nos ayude a apostar por lo que creemos:
–Aprender a vivir asertivamente. Muchas personas necesitan de introspección para tomar una decisión en la vida. Otras muchas necesitan pensar y meditar viendo las prioridades y los pros y los contras de cada elección. Son formas diferentes de tomar decisiones que podemos fomentar en el otro.
Si elegimos en base a lo que sentimos simplemente debemos pararnos a pensar, y escuchar dentro de nosotros mismos qué es lo que queremos. Sin dejarnos llevar por entusiasmos del momento, meditamos si ese sentimiento o impulso nace realmente en nosotros y perdurará con el tiempo. En este caso enseñaremos a los niños a estar en silencio y determinar que desean realmente, escuchando su interior y sin dejarse llevar por las decisiones de los demás.
De la misma forma, cuando este trabajo somos incapaces de hacerlo, entonces tenemos que ver todos los pros y los contras de una decisión determinada. En este caso podemos ayudarles a realizar una tabla donde escribimos todos los pros y los contras de cada decisión, y el niño, ante esto, se dará cuenta de qué decisión es más importante tomar.
Le ayudamos al niño a que piense sobre lo que realmente desea, que se proyecte en esa decisión, que sienta las consecuencias, que avance y profundice en cada detalle que pueda.
–Aprender a establecer prioridades. Muchas decisiones no surgen de lo que queremos hacer, si no de lo que es realmente importante para nosotros. En este punto están muchas elecciones de alimentación, de trabajo, del hogar… A veces debemos tomar decisiones donde tenemos que ceder de alguna forma. También podemos enseñar a los niños y niñas a tomar decisiones en base a aquellas necesidades que surjan. Por ejemplo, partiendo de aprender a diferenciar las ganas de comer cualquier cosa o la necesidad del cuerpo de alimentarse bien.
Cuando enseñamos a pensar de esta forma, los niños se tornan voluntariosos, trabajadores, comunicativos y sobre todo cooperativos y autónomos a la vez. Esta forma de pensamiento será la clara diferencia en dedicarnos a lo que nos gusta o dedicarnos a lo que es necesario.
–Fomentando responsabilidades. Cuando se reparten las responsabilidades, según la edad y la capacidad de cada uno, surgirán problemas derivados de cada tarea, que cada uno debe aprender a superar, lo que nos ayudará a resolver conflictos en la vida real.
Aprender a delegar y permitir que el otro, en su tarea, se equivoque, se evada, y aprenda por su cuenta a partir de las consecuencias de estos errores le ayudará mucho en su futuro.
De la misma forma, aprender a realizar un feedback que no esté basado en los defectos sino en lo que se debe transformar, comprendiendo que el mayor feedback es del adulto o responsable que encargo la tarea o bien sin apoyo, o sin información o a la persona que no era capaz de realizarla.
–Confiar. Un niño siente confianza en sí mismo sobre todo cuando los mayores han depositado dicha confianza en él. Esta confianza es la clave para un buen desarrollo en la vida generando gran autoliderazgo. Para ello es necesario evitar la sobreprotección y permitir que el niño decida sólo y actué en base a sus decisiones. Por su puesto que habrá decisiones erronas cuando permitimos al niño elegir por sí mismo, y en estos casos, sin reproches ni castigos, podemos darnos cuenta que es el mismo error el gran maestro que le ayudará a cambiar. En muchos casos creemos que el niño repite algo mal una y otra vez y no aprende, entonces debemos pensar qué es lo que nosotros no estamos aprendiendo, cómo estamos abordando su error para que no haya cambios.
Es exagerado mencionar las veces que una persona se queda atascada intentando hacer ver al niño capaz, y sin embargo entregándole tareas demasiado complicadas. Somos capaces de confiar, porque nos gusta que confíen en nosotros mismos. Así podemos recordar que el amor surge en el respeto y la confianza.