La mente simbólica

¿Porqué son simbólicos los sueños? ¿Qué cualidad de nuestra mente simboliza la realidad?

La realidad no cabe en la mente tal cuál la vivimos, sino que en nuestra mente aparece una huella, una representación de la misma. Los símbolos son una dirección que si seguimos llegamos a esa realidad vivida.

Todo lo que podemos determinar dentro de la mente son un símbolo, una dirección hacia una experiencia profunda, pura, ante la cual sólo estamos desnudos. El símbolo nos ayuda a comprender, a relatar, a compartir, a recordar una vivencia, pero la experiencia, sea cual sea, es única y preciosa.

La mente racional, en el momento que reflexionamos, buscará representar los pensamientos con palabras, imágenes, esquemas, anotaciones…

A la hora de dirigir nuestro pensamiento, cuanto más lógico y racional sea, más fácilmente intentaremos formularlo con palabras en nuestra mente. Como si el pensamiento buscase salir hacia fuera, volviéndose parte de la realidad exterior.

Esta es una forma de pensar que agota, cansa. La persona tiene que enfocarse para lograr tener este tipo de pensamiento, siguiendo las ideas, enlazándolas, profundizando en ellas. Durante el día, nuestra mente, se enfoca con fuerza haciendo un ejercicio de concentración. En este caso, la tendencia es realizar el pensamiento con el lenguaje, y mientras organizamos nuestras ideas, buscamos las palabras, buscamos expresarnos verbal, por escrito, por gestos…

Sin darnos cuenta, cuando el pensamiento es dirigido, existe una intencionalidad de expresar y compartir.

Incluso cualquier idioma buscará expresar pensamientos más o menos profundos, hablando en un tono u otro, utilizando gestos, onomatopeyas, intentando sacar hacia fuera lo que “pensamos” dentro de nosotros. Podemos comprobar como las construcciones de los lenguajes y su significado están basadas en esta intencionalidad que tenemos todos nosotros mientras pensamos.

El lenguaje se convierte en el primer complejo sistema de símbolos que intentan expresar pensamientos, ideas, vivencias, que en su esencia no tienen palabras ni forma de expresión alguna. Por más que digamos: te amo, el árbol, hace sol…, no podremos expresar ese amor con palabras, ni la palabra del árbol describirá la experiencia de la vida de la naturaleza ni todo lo que estamos sintiendo cuando hace sol. Las palabras son simbólicas, como claves o direcciones que intentan llegar a una vivencia única y personal. Las palabras son símbolos que hacen referencia a una realidad constante.

En principio, los pensamientos más básicos se realizan con palabras. Incluso descubrimos que cuando un idioma no incluye ciertas palabras, las personas que usan y piensan en ese idioma, no conocen ni valoran ese aspecto de la vida. La palabra entonces, no sólo es un símbolo para interpretar una realidad, sino que también ayudará a concretar y conocer algo.

Algunos lenguajes tienen muchas formas verbales diferentes, como los pretéritos, las personas que usan estos lenguajes viven en las acciones que ocurrieron en el pasado, pues su lenguaje está lleno de detalles en esos pasados, viven y piensan en la historia, en lo que fue. Otros lenguajes no tienen apenas formas para describir el pasado, los habitantes piensan y sienten en el presente. El idioma cambia la estructura del pensamiento, pues cambia los símbolos a los que podemos acceder, los simbolos que obviamos y los que precisamos para expresar nuestra vivencia personal.

Además de esto, según avanza la persona en el desarrollo del lenguaje, avanza su pensamiento y la complejidad del mismo. Las estructuras verbales, la estructura gramatical e incluso la fonética, ayudan en gran medida a toda persona a profundizar en un pensamiento más lógico y racional. Cuantos más idiomas conoce una persona, cuanto más complejo es su lenguaje o cuantó más crece las personas con las que se comunica, más crece su lenguaje y más profundo puede llegar a ser lu pensamiento. Pues el pensamiento originario se apoya en el lenguaje para manifestarse en nuestra mente, y si ese lenguaje es limitado, el pensamiento también lo es. Así, quien se observa, quien medita en sí mismo y escucha su forma de pensar, descubrirá en su mente estructuras muy similares a las utilizadas en su lenguaje común.

Pero existe un pensamiento supra-verbal. Un pensamiento que no está verbalizado. Posiblemente más complejo, más profundo, más íntimo, o para otros más salvaje, inconsciente o básico.

Se puede comprender en las personas bilingües quienes logran pensar en dos idiomas. Ellas experimentan claramente que hay un aspecto de su pensamiento más allá de cualquier lenguaje verbal. Sobre todo lo notan al cambiar el pensamiento de un idioma a otro. Tal vez no logren acceder a dicho pensamiento supra-verbal, pero saben que existe, pueden intuirlo cuando buscan el idioma en que quieren dar forma a su pensamiento.

El pensamiento que no se formula no es lógico. Es más abstrapto, intuitivo y sensitivo.

Al dormir algo maravilloso ocurre. El pensamiento continúa, pero la mente, sin esfuerzo por nuestra parte, entreteje fantásticas experiencias oníricas. Los sueños no surgen del esfuerzo, como lo hacen casi todos los pensamientos que albergamos durante el día. Es una proyección de ideas, símbolos, experiencias, imgágenes, sonidos complejas y perfectas.

Esta proyección muestra las posibilidades de nuestra mente, nuestra capacidad de pensar y crear. La mente, sin esfuerzo alguno, crea una realidad subjetiva, simbólica, en un lenguaje propio, donde los pensamientos no buscan ser expresados como aquellos uqe tenemos durante el día. No existe la necesidad de la mente de “sacar hacia afuera” lo que vive y reflexiona. No formula nada en un lenguaje conocido y manifiesto, sino en un lenguaje propio, personal, íntimo.

Los pensamientos están guiados hacia dentro, y no hacia fuera.

Los símbolos siguen existiendo, pero ahora no son símbolos coloquiales y comunes como los del lenguaje, sino que son símbolos personales, únicos, dirigidos hacia uno mismo y no hacia fuera.

Cuando en el día pensamos en enojo verbalizamos el sentimiento, nuestros pensamientos están guiados a una conversación tensa con nosotros mismos, gestos y miradas están simbolizando lo que estamos pensando, a veces incluso recreamos lo que nos gustaría decir. La ira y el motivo de la misma busca ser expresada.

En la noche no es así, cuando la mente en un estado onírico piensa en ira, es posible que sueñe una tormenta, una pelea, un vestido rojo, una tijera en el suelo. El objetivo aparentemente es el mismo, manifestar lo que está pensando, se utilizan igualmente símbolos que intentan dirigir la mente hacia el pensamiento raíz, pero no buscan salir de uno mismo, no buscan ser entendidos por el mundo, no buscan ser expresados, sino vivenciados.

Además, al pensar de una forma dirigida, la vivencia es consciente y clara. Hay elección, y un esfuerzo por esa elección en el pensamiento. Una búsqueda en el entramado lógico y racional. Habrá pensamientos que se deshechen, pensamientos que se alimenten… En el pensamiento onírico no puede haber elección alguna, sino que inconscientemente se suelen presentar las experiencias como fantasías.

Entonces aquí se origina un mundo simbólico mucho más inconsciente y profundo.

Se trata de una necesidad de proyectar la experiencia de la propia vida, incluso la experiencia inconsciente. Se trata del camino que la mente sigue para indagar en uno mismo y sacar hacia fuerza, en un sueño, toda la vivencia. Pero la realidad nada tiene que ver con la vivencia, y la vivencia, una vez más, no cabe en nuestra mente, sino el símbolo o clave que nos ayudará a comprender y guiarnos a dicha vivencia y las conclusiones que nuestra mente sacó de ella.

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