Existen personas con capacidades psíquicas increíbles. Siempre existieron personas así. En todas las regiones, en todo el mundo, siempre hay alguien que percibe, ve, sana, o tiene un contacto con un mundo espiritual extraño para la mayoría.
En el pasado, estas personas aprendían con sus padres, o tal vez aprendían solas. Era un aprendizaje y trabajo de años que les permitía desarrollar un talento incomprensible.
En el Tíbet están los monjes capaces de leer el oráculo de Nechung, y la mayoría de los monjes controlan el tummo, una respiración que les permite controlar la temperatura corporal en muy bajas temperaturas.
En la India, los siddhis, logran levitar, son grandes telépatas, clarividentes y se cuenta que muchos logran bilocarse con facilidad.
En África, los chamanes San, como los bosquimanos del Kalahari, entran en una danza de sanación, realizando poderosos viajes astrales a través de los cuales realizan sus sanaciones, y los sacerdotes de Nigeria, los yoruba, tienen el sistema ifá, con el que
“ven” a la otra persona.
En América, los mapuches entran en trance y se comunican con espíritus, sanan enfermedades y pronostican el futuro, y también son famosos los poderes psíquicos proféticos de los navajos y los hopis.
En Europa, la tradición ancestral de brujos y sanadores y el fuerte esoterismo enraizado en todas las culturas es inmenso.
En Oceanía también encontramos los sabios que son telépatas, realizan viajes espirituales y conectan con sus ancestros.
Todos hemos escuchado historias, y muchos han tenido contacto con personas con ciertas capacidades psíquicas.
Sin embargo, en el momento que se comercializó la Nueva Era, el acceso al mundo espiritual cambió drásticamente, generado la falsa ilusión de que existe un acceso para volverte guía, sanador, vidente, pagando dinero por ello. La Nueva Era se convirtió en un escaparate, no sólo de bienestar y equilibrio interior, sino de capacidades psíquicas, despreciando el verdadero objetivo del camino interior, que es el autoconocimiento.
En las leyendas antiguas, la clarividencia aparece como un regalo tras un gran sacrificio, por ejemplo, Odin, que sacrificó no sólo su ojo, sino también su vida al rendirse en el Yggdrasil, colgado durante días esperando que los dioses eligieran su destino, si le entregaban la sabiduría o si moría en el intento.
Igual ocurre con los monjes tibetanos cuando se embarcan en su retiro de 3 años en una cabaña o una cueva en lo alto de los Himalayas, donde si no saben realizar bien el tummo, mueren congelados.
Y también ocurre con los chamanes que se embarcan en retiros de búsquedas de visión, 4 días, 7 días, 9 días y la última fase, cuatro retiros de 13 días, todos sin comer y sin beber, solos en la montaña.
El chamán, el vidente, el druida… realiza un viaje interno durante años, de autoconocimiento, un viaje nada fácil donde establece un carácter interno de un guerrero, un temperamento que le permite encontrar el equilibrio en los momentos más duros de la vida, y que le permitirá enfrentarse a las sombras de la mente. Por último, se sacrifica de alguna manera, sacrifica su ego, lo superficial, sacrifica lo banal, entregándose a un mundo espiritual que trasciende lo conocido.
Entonces las capacidades psíquicas se manifiestan. Cuando hemos podido tener contacto con una persona que ha realizado este viaje, tras su mirada reconocemos algo, algo que es probable que todos tengamos dentro, pero esa persona se ha enfrentado a la vida, al espíritu, de tal forma, que esa mirada no tiene una sombra, es intensa y sobrecogedora. Ante el abuelo o abuela sanadores, sientes que cuando te miran, te ven, que están viendo tu alma, que ya la conocen y que no les asusta, que no apartarán su mirada.
En las antiguas tradiciones, la búsqueda de estas capacidades es un síntoma de ego, de soberbia. Es un síntoma de un loco que sólo busca ser más de lo que ya es. Aunque se respeten a estas personas, nadie intenta ser una de ellas. Aprenden a su lado, las cuidan, pero temen convertirse en ellas, pues su camino es diferente, tiene una batalla diferente.
En muchas tradiciones se habla de que este camino es un sacrificio para la comunidad. La persona que logra estas capacidades ya no podrá emprender un viaje en solitario, sino que se dedicará al mundo. Pero cuando profundizas en el porqué en cualquier enseñanza esotérica antigua rechaza esta búsqueda de poderes psíquicos, comprendes que realmente temen que se genere un apego hasta tal punto que sean esas energías, esa visión, esa capacidad la que controle a la persona, un apego mayor que la propia vida.
Los budistas tibetanos muestran en sus enseñanzas de la muerte que, en algún momento tras la vida, debemos soltar todo, quienes hemos sido, las personas que hemos amado, lo que hemos vivido, soltarlo todo y abrir la mente a una meditación donde todo es esencia, todo es luz. Sin embargo, se considera que la personas que ha tocado el poder, económico, terrenal o espiritual, no soltará con facilidad ese poder, se agarrará a él con fuerza y no logrará trascender, quedando atrapada entre seres que prometen gloria, enseñanzas, algo, o en otra vida donde sigua buscando poder.
Uno debería aprender a comprenderlas. Cada persona, debería aprender a vivir con su propia mente, comprendiendo sus límites, explorando sus posibilidades, y encontrando el equilibrio.
Sin embargo, en este tiempo consumista, aprendemos que la envidia sólo cesa cuando logras “comprar” lo que el otro tiene, y que la felicidad sólo llega cuando nuestros deseos se cumplen, incluso hay una corriente moderna en psicología que asegura que si tus deseos no se cumplen, se generará un trauma, obligando a que uno no se enfrente en ningún momento a la frustración; al contrario de la tradición que asegura que las personas deben aprender a lidiar con la frustración.
Pero el viaje interior no es un capricho, al principio puede parecer una aventura, aunque en poco tiempo, uno descubre que requiere mucho coraje y entereza luchar contra todas las sombras internas.
Cuando nos encontramos con estas habilidades sin buscarlas, no queda otra que aprender a convivir con ellas, a trabajar en ellas y lograr un equilibrio interior. Cuando una persona despierta estas habilidades, sí o sí debe enfrentarse a una nueva forma de ver la vida, de percibirla y entenderla. Las capacidades no generarán un cambio a mejor, generarán una obligación. Una persona con altas capacidades, un talento, o una gran memoria, debe aprender a vivir con ello. No es un don, ni una habilidad especial maravillosa que hace la vida más fácil. La gente debería comprender que las altas capacidades, como las capacidades de los niños superdotados, obligan a las personas a realizar un gran trabajo personal para aprender a vivir con su propia mente, con sus emociones, con el mundo que les rodea, consigo mismos.
Alguien podría envidiar esos niños que parece que les resulta fácil aprender, que recuerdan todo fácilmente, que tocan un instrumento con gran facilidad, o que hablan varios idiomas sin esfuerzo, pero no comprende el trabajo que requiere aprender a vivir consigo mismos, a equilibrar la vida emocional y personal, a tener relaciones saludables, a vivir en paz con su propia mente y con su propio sentir. Desde fuera, un talento se considera un regalo, pero pocas veces comprendemos que es un regalo para el mundo, no para la persona que lo vive.
¿Quién podría envidiar a un Beethoven? Una figura que personifica la lucha contra su mundo interior hasta tal punto de que su último gesto fue levantar un puño, pues Beethoven tuvo que pasar hasta su último aliento luchando contra sus propios demonios. El talento de Beethoven es un regalo, un don, pero no para la persona que lo sufrió y tuvo que aprender a vivir con él, sino para el mundo.
Las capacidades psíquicas son parte de la mente, son algo natural. Las capacidades psíquicas son naturales, se desarrollan sin esfuerzo, sin buscarlas. Probablemente todo el mundo tenga acceso a desarrollar las capacidades psíquicas, pero no todo el mundo esté dispuesto a vivir con el resultado.
Las capacidades psíquicas surgen en la transparencia de la mente, en la apertura, y obligan a vivir con esa transparencia, obligan a ser honesto, sincero con uno mismo, con la propia vida. Las capacidades psíquicas pueden entenderse como la caída de los velos que nos permiten vivir en la verdad, por lo que no se trata de aprender a vivir con la capacidad en sí, si no, a vivir con la verdad.
La apertura obliga a un proceso que Santa Teresa de Jesús llamaba “la noche oscura del alma”, un viaje dónde todas las apariencias se manifiestan con fuerza, aterrorizando, obligando a encontrar la fe y la paz interior. Cuando una persona entra en esta fase, sólo con el corazón limpio puede verse. Muchas personas, aterradas, confundiéndolo con una depresión, con una crisis personal, se bloquean en este proceso, quedando atascadas sin poder encontrar el equilibrio.
En la noche oscura del alma, al igual que Jonás queda atrapado en el vientre de la ballena, uno se siente aislado, abandonado, en tinieblas, piensa que no hay camino posible, que no hay respuestas válidas, que no hay nada que hacer. Cuando se rinde, aparece la luz. Parece un acto mágico y transformador, sin embargo, es un proceso natural, simple, liberador. Las apariencias cesan, porque ya no tienen sentido, porque uno ha dejado de alimentarlas, de creer en ellas, y cuando las apariencias cesan, sólo hay claridad.
Cuando una persona se encuentra con capacidades que no puede controlar, puede comprender que es un proceso interno natural, que logrará una transformación personal.
En las tradiciones vikingas, una crisis es una gran oportunidad para la transformación y la evolución personal. Las crisis no se rechazan, se celebran, porque en ellas aprenderemos, creceremos, nos transformaremos. Una crisis es acorde a la persona que la se topa con ella, por lo que la crisis te obliga a sacar la mejor de ti, no puedes evitarla, sólo superarla como un guerrero.
Cuando la capacidad psíquica se ha equilibrado y manifestado, cuando la crisis está completamente superada y la persona ya acepta quién es, el trabajo no acaba, las capacidades psíquicas continúan obligando a crecer, como el agua buscando una salida entre la tierra, que cuando no tiene salida, continúa bajo tierra, pero no se detiene. La energía no se detiene, crecerá al igual que las raíces y las ramas de un gran árbol. Evitar este desarrollo es ir en contra de uno mismo, es romper con la propia creatividad, es el autodesprecio.
Por eso, cuando la persona ha superado la crisis de apertura y conexión con sus propias capacidades psíquicas, comienza un viaje para desarrollarla e integrarla en uno mismo, para tener una vida equilibrada. En ese momento, puede parecer que uno tiene el control, pero para tener el equilibrio, sólo se puede a través de la paz, el silencio. El silencio no se trata de ignorar todos los pensamientos y emociones, el silencio tampoco es callar todo lo que nos molesta, el silencio, la paz, surge porque ya no se necesita el silencio, porque las batallas se han vivido y se han superado. El silencio surge, no se puede forzar, porque cuando se fuerza es porque hay algo dentro que necesita gritar, o necesita ser escuchado, pero cuando no queda nada dentro de uno mismo que necesite atención, aparece la calma, la paz. Entonces las capacidades mentales no son un obstáculo, son parte de la vida, integradas en uno mismo.






