Una antigua forma de purificación y conexión consiste en las velas. Las velas tienen un poder antiguo, entregado por el inconsciente colectivo, y un poder simbólico clave que ayuda a conectar con el fuego y la luz.
La cuestión sobre las velas es cómo activarlas y encenderlas.
Cualquier herramienta de poder conecta con energías sutiles, las cuales a veces ignoramos o desconocemos.
Una vela en sí misma no tiene ningún poder, y encender una vela, tal vez no sirva de nada. Pero podemos utilizar la vela para conectar con la luz, con la claridad y el fuego transmutador.
Cuando se coloca una vela de modo de ritual, es costumbre activarla con aceites esenciales, con una previa meditación o un decreto. Entregando así una intención a la vela y el trabajo que pretendemos que realice.
Una vez activada la vela, se enciende según las distintas costumbres. En el cristianismo se heredó el sistema celta, y la vela debería ser encendida con algún otro fuego sagrado. Por ejemplo el fuego del hogar, u otra vela. En las tradiciones americanas la vela se enciende con un giro determinado de la cerilla, que primeramente señale los puntos cardinales y posteriormente dibuje el círculo de la medicina sagrada. En las tradiciones africanas, el fuego de la vela se activa con la mente, como si todos los animales de poder, los ancestros, y el propio chamán, encendieran la vela. En las tradiciones asiáticas, el fuego de la vela se activa en plena conciencia, con el mismo fuego del hogar, y la persona que maneja el fuego o las velas suele ser la misma persona siempre, quien ya fue entrenado en los decretos que debe realizar al encenderla.
La vela tiene una intención. Cuando es para alumbrar el lugar se visualiza de esta manera, cuando es para alejar energías densas, se visualiza para ello, cuando es para “guiar” a las entidades lejos del lugar, también se visualiza de esta forma. La visualización y decreto, generará que la energía trabaje de una forma u otra.
La luz de la vela puede transmutar, atraer o alejar, proteger o abrir, elevar o disminuir. Muchas veces tenemos una intención de limpiar al encender una vela, pero el fuego es magnético y atrae, por ello hay que tener clara la intención a la hora de trabajar con ellas.
Tenemos que comprender también, que antiguamente era de muy mal ahugúrio que la luz se apagase en un hogar. La misma luz, el mismo fuego, se mantenía encendido durante toda la vida, y cuando los hijos se casaban, lo primero que llevaban a su nuevo hogar, era el fuego entregado por sus padres que transportaban de una casa a la otra con sumo cuidado en un hermoso ritual. Así existían fuegos que habían sido mantenidos durante generaciones.
Un error de los cumpleaños muy generalizado consiste en apagar la vela, cómo si apagáramos la luz, a veces apagar varias velas a la vez. Es una forma inconsciente de señalar que la luz se nos apaga, que los años se nos acortan. Se trata, inconscientemente, de apagar la propia luz y los propios deseos.
El origen de esta práctica estaría en Alemania, en un festejo del cumpleaños donde se encendían dos velas, una para representar la luz en la vida y la otra para señalar los años venideros. Las velas se mantenían encendidas todo el día y eran reemplazadas cuando se acababan. Se apagaban sólo cuando acaba el día y se creía que el humo de estas velas alumbraba los buenos deseos y la vida de la persona.
Con los años esta práctica se creyó que servía para que el humo de la vela ayudase a ascender los buenos deseos del niño y la familia hasta Dios.
También en otras tradiciones se regalaban velas a los dioses o a los santos, pero estas tampoco se apagaban.
Apagar una vela, simboliza apagar una luz.
En la antigua Grecia había una tradición de entregar velas con deseos a la diosa Artemisa. El humo de la vela y su luz, servía para limpiar el camino para que el deseo ascendiera hasta el cielo y Artemisa pudiera escuchar los decretos.