¿Pueden nuestros pensamientos cambiar algo? ¿Acaso puede otra persona con sus pensamientos afectar a nuestra vida? La respuesta es sí, definitivamente sí.
Todo está construido en base a la energía, la vibración y la frecuencia.
La energía es la base de todo cuanto nos rodea, todo está hecho de energía, todo lo que existe, el espacio y campo donde parece que no existe nada, y lo que pensamos también. Toda energía tiene una vibración. La vibración es el movimiento de esta energía. Toda vibración tiene una frecuencia, pues la frecuencia es la medida de cuán rápido se da esa vibración.
En el enfoque científico de la mente, aun no se encontró un pensamiento, no se sabe dónde hay un solo pensamiento, no se puede aislar, ni señalar, ni medir. Es una de las mayores debilidades de la ciencia: la imposibilidad de encontrar y señalar la conciencia. Muchos científicos creen que no existe la conciencia, sino que es una experiencia subjetiva, ni tampoco los pensamientos porque no son visibles dentro del cuerpo humano. La mayoría de las ramas de la ciencia, tratan al ser humano como si los pensamientos no existieran, sino que son el resultado de muchas conexiones neuronales y reacciones bioquímicas a la vez. Para la ciencia actual, una persona inteligente es aquella que tiene muchas y muy buenas conexiones neuronales. Menosprecian lo subjetivo y los sueños como una alucinación, una ilusión. Entonces, al no poder señalar ni estudiar la conciencia, sólo se puede medir la “frecuencia” del cerebro. Esta frecuencia se divide en 5 estados:
Delta (0,5 – 4 Hz): la frecuencia que tiene el cerebro en un estado sueño profundo.
Theta (4 – 8 Hz): en relajación profunda, meditación, creatividad.
Alpha (8 – 12 Hz): en calma, concentración ligera.
Beta (12 – 30 Hz): con un pensamiento activo, resolución de problemas.
Gamma (30 – 100 Hz): la frecuencia del cerebro en estados de alta atención, insights, expansión de conciencia.
En el enfoque espiritual/energético, todo se centra en la conciencia, y esta conciencia es en sí misma inteligente, y esta inteligencia, consciencia, al experimentar, genera lo que conocemos como pensamientos. Y los pensamientos son vibraciones. Los pensamientos más negativos son considerados vibraciones más densas, y los pensamientos más positivos son vibraciones más altas. Sencillamente este esquema no se puede aplicar a un enfoque científico porque la ciencia no busca ni trabajar sobre el pensamiento, a sabiendas de que es incapaz de encontrarlo. Busca y trabaja en función de reacciones nerviosas y bioquímicas, las cuales, no puede saber si son las que originan los pensamientos, como teoriza, o son los pensamientos los que las originan.
Vamos a intentar entender la vibración con un ejemplo sencillo: el agua.
Las moléculas del agua pueden estar en estado líquido, sólido y gaseoso. En una vibración más baja, las moléculas estarán más estáticas. Al cambiar la temperatura, se altera la vibración y los enlaces moleculares, generando una vibración más alta, llegando a ser líquido, y más alta aun, gaseoso.
Desde un punto de vista espiritual, gusta hacer esta relación con los pensamientos: cuando estos son rígidos, negativos, obtusos, su vibración es más baja, y son más difíciles de alterar, a medida que la vibración aumenta, los pensamientos se transforman con más facilidad, la mente se abre y expande, fluye y generar un tipo de pensamiento más ágil, expansivo y de más alta vibración.
Al llevar este enfoque de energía, vibración y frecuencia a los pensamientos y la mente, en el enfoque energético, para que la frecuencia y vibración de nuestra mente, manifieste una u otra creación, ambas deben tenerse en cuenta. Esto quiere decir que, si sólo se tiene un pensamiento positivo, alegre, amoroso, un pensamiento de una vibración alta, con una frecuencia por ejemplo Beta, no habrá ningún cambio en nuestro cuerpo ni en nuestra vida.
En las enseñanzas antiguas, todo se inicia con la palabra, con la voz. Todo se inicia con la vibración. En las antiguas tradiciones australianas, son los pensamientos de los dioses, sus sueños, los que generan la vida que conocemos. En las tradiciones del amazonas, Wanadi en la tradición yekuda, al igual que otros dioses de otros mitos, soñaron el mundo y así lo crearon. Nos muestran de una forma u otra, el poder del pensamiento.
Sin embargo, los humanos se sienten limitados en la carne, en la materia y su manifestación.
Nuestro pensamiento limitado, nuestra visión limitada, ve el resultado concreto y se olvida que puede haber un origen más allá de la materia. ¿Que ese origen sea un dios soñando este mundo? Eso depende de la creencia de cada cuál, pero este gesto, este símbolo, es también una metáfora que muestra lo que nos ocurre a todos nosotros, cada uno de los seres humanos, como dioses y creadores de nuestra propia y pequeña vida. Porque, ¿acaso no nos sentamos a imaginar lo que haremos, y nuestra imaginación, nuestros sueños, dibujan la realidad que viviremos? De una u otra manera, ¿no es nuestra mente, nuestros pensamientos, la actitud en estos pensamientos, lo que genera la motivación, la inteligencia y creatividad, para dirigirnos de una u otra forma a un destino u otro?.
Desde una vibración densa, la persona está atascada en sus divagaciones, su mente no tiene fuerza, se vuelve obtusa, rígida, su enfoque no es claro y cómo mucho observa el resultado final, añorando un estado de ánimo, más que creando vida. Esto significa que uno se puede sentar e imaginar que aprueba todos los exámenes, o que su cuerpo por fin tiene la agilidad y fuerza que se obtendría con mucho deporte. Pero esto no cambia, el pensar esto no cambia. La persona no está creando, está divagando en finales inalcanzables, que le ilusionan, que envidia en otros o que le generan odio hacia sí mismo.
Un pensamiento alto, una vibración mental alta, es movimiento, cambio, motivación, transformación. La persona con un pensamiento positivo, dichoso, o activo, no busca el resultado final, y no divaga rechazando u odiando lo que ahora tiene, la persona con un pensamiento de una alta vibración pone su energía a disposición de la mente, permitiendo que la mente transforme la energía, movilice la energía. No se queda soñando ni pensando todo lo que le gustaría tener, y odiándose por no tenerlo, u odiando a los que sí lo han manifestado, sino que su energía fluye y se mueve en dirección afín a su pensamiento.
Muchos primeros ejercicios para cambiar nuestra vida, consisten en cambiar nuestros pensamientos, hacerlos más positivos, de una frecuencia más alta. Y, si realmente queremos lograr una transformación personal, deberíamos poder cambiar los pensamientos, la vibración de nuestros pensamientos, en todas las frecuencias cerebrales diferentes: en sueños profundos, y en estados de más alerta.
Meditar en momentos en que uno está calma, y en un momento armonioso, no cambiará la tendencia vibracional de los pensamientos. Lograr esa misma meditación en todos los estados mentales, logrará una gran transformación interior.
Entonces podemos rehacer esas primeras preguntas que nos hicimos, porque no se trata tanto de si nuestros pensamientos o los pensamientos ajenos pueden afectar a nuestra vida, sino, cuándo los pensamientos han afectado a nuestra vida, generando distintas manifestaciones o fuerzas transformadoras. Los pensamientos que han generado los cambios, se originan en todos los estados mentales. En un lenguaje más vulgar, son pensamientos viscerales, inconscientes, pensamientos que tenemos en las más profundas pesadillas, que generan esas pesadillas, y pensamientos que surgen en los momentos que actuamos instintivamente y sin pensar. Esos pensamientos tienen una fuerza descomunal, una mayor frecuencia. Pero los pensamientos que tenemos en un estado lúcido, controlado, armonioso, apenas tienen repercusiones sobre nuestra vida. Su vibración puede ser muy alta, pero sólo se manifiesta en un rango muy pequeño de nuestra mente. Lo que significa que muy poca de nuestra energía «vibra» con esa frecuencia.
Lo que negamos de nosotros mismos, aquello que vive el subconsciente, tiene mucha más fuerza que la máscara de cordialidad con la que cada uno vive.
Cuando una persona odia, por ejemplo, lo hace de una forma animal, visceral. No lo piensa, sino que lo siente y lo expulsa en forma de una experiencia interna que contiene: conciencia, emoción y percepción. Igual ocurre con la envidia, la persona no quiere tener envidia, pero lo siente, es consciente de ella y la percibe, en un rango de frecuencias muy amplios. No tiene el control sobre esos pensamientos, porque esos pensamientos de dolor, o envenenados, transforman su cuerpo, su gesto, sus pensamientos y todo, incluso sus sueños. Pero cuando una persona piensa en positivo, en un momento agradable del día, un momento bonito donde todo «vaya bien», su pensamiento puede ser muy hermoso, pero no es tan visceral, ni tan instantáneo, no tiene la misma consciencia, ni la misma emoción ni las mismas implicaciones, por lo que es probable que ese pensamiento no se «expanda» con la misma fuerza que el negativo.
Por eso, tantas veces, son los pensamientos crueles, envidias, temores, odios, los que crean y manifiestan nuestro camino de vida con más facilidad.
Y esos mismos pensamientos dolorosos y conflictivos que intentamos disimular o negar, son los que afectan a nuestro entorno con lo que en espiritualidad se llaman «maldiciones». Es más, en el esoterismo, se considera que es la familia la que más pensamientos negativos y más afecta negativamente a nuestra vida. No porque nos odien, sino porque las personas que tenemos más cerca, las que amamos, son aquellas con las que menos control tenemos sobre lo que provocan en nosotros a un nivel subconsciente. Puede un hermano desearte todo lo mejor, pero es probable que a un nivel subconsciente, su envidia esté afectando y protagonizando un pensamiento que se expande en todas las frecuencias del cerebro que no controla. El hermano, durante el día, conscientemente, se alegra infinitamente por tus éxitos, pero en sus sueños, que es un rango mucho mayor de frecuencias mentales, sus pensamientos son contradictorios. O puede ser, no lo dudes, que tú seas ese hermano, que crees admirar, amar, a otra persona, pero en tu inconsciente y subconsciente, tienes enojo, rabia, resentimiento o envidia.
Entonces, el primer ejercicio, es cambiar los pensamientos. Día a día. Trabajar en pensamientos positivos, agradecidos, alegres. Pensamientos que generen felicidad y dicha a nuestro alrededor. Admiración, humildad, respeto… Cuando día a día, poco a poco cambiamos nuestros pensamientos, uno a uno, con gran paciencia, llega a un punto que logramos hacerlo de forma espontánea. Pero si ni si quiera durante la vigilia somos capaces de cambiar los pensamientos negativos, no podemos dudar que son esos pensamientos y su vibración, los que están generando aquello que llamamos «karma», nuestro camino de vida y nuestra suerte.
Este ejercicio se tiene que hacer tanto y durante tanto tiempo, que cuando estemos soñando, sin control de nuestra mente, surjan fácilmente los pensamientos más elevados o más perfectos, y que cuando estemos en un momento crítico de la vida, surjan de forma natural.
El segundo ejercicio, una vez que tienes la suficiente humildad y honestidad como para reconocer el estado de tu mente y tus intenciones reales, en todos tus estados y ante cualquier situación, entonces es comprender en qué dirección estás moviendo la energía que te conforma.
Esta parte es la más desafiante para las personas más condescendientes y consideradas a sí mismas altruistas. Observar la propia mente, en todo su espectro de manifestación, es todo un reto para aquellos que consideran que su frecuencia es alta, que sus pensamientos son positivos, que su moral y sus valores están basados en la más refinada ética, disciplina y su propia naturaleza sagrada. Olvidan los instintos animales, salvajes, e impredecibles que todos tenemos. Menosprecian a aquellos que los manifiestan y creen haberlos superado simplemente por saber disfrazarlos mejor. Esto genera una mente incapaz de crear abundancia, cambios trascendentales en ellos mismos y en el entorno, pero sobre todo, son mentes que manifiestan temor, dudas, orgullo y una cristalización distorsionada de la visión del yo, como una energía pura, perfecta y sagrada.
Los seres humanos somos, no cabe duda, la manifestación de la energía. Y la energía no es buena o mala, es energía, energía que busca moverse o transformarse. La energía no puede permanecer quieta o estancada, es movimiento, vibración, frecuencia. Por eso todas las personas, todas las manifestaciones, se generan en tantos rangos de frecuencia.
En el sonido, cada vez que un sonido aparece, todo un conjunto de armónicos más altos o más graves, resuenan sobre el tono que escuchamos. Nuestro oído puede reconocer algunos de estos tonos armónicos, pero nuestro oído tiene muchas limitaciones con respecto a las frecuencias sonoras, por lo que no podemos captar una gran cantidad de frecuencias inferiores y superiores.
Nuestra vista igual, hay colores y formas que podemos observar, pero nuestra visión está limitada con respecto a las vibraciones y frecuencias que puede captar, por lo que hay frecuencias invisibles para los ojos, algunas muy altas y otras muy bajas. Es ingenuo pensar que sólo existe lo que somos capaces de ver o escuchar. Sólo un necio quedaría atrapado en la creencia de que lo único que existe es lo que puede ver, escuchar, tocar… porque hasta un perro cualquier escucha sonidos que los humanos no podemos escuchar, al igual que los gatos pueden ver colores que nosotros no podemos ver. Y sólo un necio creería que aquello que percibe es la más alta frecuencia porque cree vibrar en la más alta frecuencia.
Cambiar nuestra mente, no es expandir la visión a otras frecuencias, ni intentar percibir otras frecuencias y vibraciones, sólo es abrirse lo que podemos percibir, a toda la manifestación que tenemos ante nosotros. La que nos gusta y la que evitamos. De tal forma que podamos mantener una alta vibración de la mente y el pensamiento, incluso en las más bajas frecuencias.