El camino interior: el no camino
El no camino es un camino de rendirse. Uno no intenta llegar a ningún lugar, porque no hay ningún lugar donde ir, uno no intenta ser mejor, porque no hay un alter ego que se intente desarrollar, al contrario, se rinde.
El no camino es el camino a la nada, al vacío, es el camino al todo.
Están ahí, todas las batallas, todas las pruebas, pero el iniciado no intenta superarlas, no intenta ganarlas, no intenta para nada llegar al otro lado, solo SER. Las batallas las vive el espíritu sin esfuerzo. Y el iniciado permanece callado, esperando, observando, rindiéndose al gran espíritu que está en todo. No intenta ganar, no intenta poseer, no intenta ser, no intenta pensar mejor, no intenta ser más feliz, ni tampoco intenta escapar. Solo intenta SER.
El no camino, el único camino, consiste en SER, planamente, cada instante, sin intentar, sin provocar.
La naturaleza ES, no intenta ser, la naturaleza esencial ES, en nosotros y en todo, no intenta ser.
El no camino es la respuesta para la pregunta que no se ha realizado. Sin palabras te enseña; sin un manual, te guía; sin logros ni metas, te conduce al centro.
Es un camino que no se puede enseñar, ni hablar de él, ni si quiera se puede ejercitar, ni trabajar, es. Se vive.
Reflexión sobre conflictos en el camino interior
Pero vamos a comenzar con una pequeña reflexión del camino interior y la mala interpretación que tantas veces todos hacemos.
Pues el ego busca poseer, busca ser algo, alguien, busca mejorar, o desea y ansía. El ego necesita algo, siente que le falta algo, y puede generar una visión totalmente falsa del camino interior para mantener el control, para continuar siendo “el jefe” y marcar las directrices que determinan nuestras decisiones y actos.
Nos puede surgir el deseo de seguir un camino interior por disfrute, por placer, por “desconectar” de esa otra vida que tan poco nos gusta, para resolver nuestros problemas o incluso para ayudar a otros a resolver sus problemas.
Pero el camino interior es la necesidad de salir de la ceguera mental, del aturdimiento de la mente, del estado en el que nos encontramos: dormidos, inconscientes, sufriendo y generando dolor.
El camino interior conlleva la necesidad de dejar de hacer daño a otros y a nosotros mismos.
Conlleva la reflexión de quiénes somos y hacia dónde estamos conduciendo nuestra vida. Qué estamos haciendo con nuestro poder personal, si acaso somos nosotros quienes tenemos el control de nosotros mismos.
Iniciar un camino interior desde la envidia
El mundo está lleno de personas sobresalientes y extraordinarias, que no paran quietas, que continúan avanzando y superándose. Tienen logros, logros que jamás soñaremos. Logros que sólo aquel que ha dedicado su vida a superarse. A veces puedes mirar esas vidas impresionantes, llenas de entrega y pasión, sus logros, su día a día, y te maravillas, y deseas ser así, sentir lo mismo, vivir lo mismo.
Su energía, su voluntad, su tesón te maravilla y quieres imitarlo.
El camino interior, muchas veces de lo que crees se inicia en la envidia. Y es importante tener cuidado con esto.
A esa persona que admiras, la puedes desear poseer, o imitar, o borrar con tal de no verla más.
La envidia es extraña y poderosa por lo fácil que se esconde.
Cuando un camino interior comienza en la envidia, o la envidia que surge hacia alguien no se supera, las trabas que uno se encuentra son duras.
Puede que intentes dejar de ser quien eres, de conocerte y amarte tal cuál eres, y comiences a imitar a otros, desees cambiarte. El amor propio se deja de lado por la necesidad de superación, de autocontrol. La persona que inicia un camino interior desde la envidia, sin comprender lo que ocurre, cambia su dieta, sus hábitos, su manera de vestir. Empieza a identificarse con “otro yo”, genera un alter ego que dominará todos los anhelos y deseos.
Al confundirse esta envidia con la necesidad de perfeccionarse, puede quedar camuflada, y la emoción se esconde en la comparación, el autoperfeccionamiento, la arrogancia, la separación.
El camino interior que se inicia desde la envidia nos aparta de otros, nos aleja de ellos, nos puede llevar lejos, pero allá estaremos solos.
Iniciar el camino interior desde la necesidad de huir.
Tantas veces nuestra vida nos presenta desafíos que no somos capaces de superar… El camino interior, desde fuera, desde una visión borrosa, nos muestra la alegría, felicidad, una familia dichosa, un compartir equilibrado, un sueño donde todos los problemas parecen disueltos.
Muchas personas buscan esta paz y felicidad, ignoran el verdadero sentido del camino interior, y su anhelo es vivir más felices, apartar los problemas de su vida, ocultar todos los defectos, vivir en amor, en dicha.
Se puede iniciar así un falso camino interior donde uno escape de su responsabilidad como creador y cocreador del mundo que nos rodea.
La persona huye de la responsabilidad, del compromiso y se entrega a un camino de bienestar y placer.
El trabajo interior se torna la búsqueda del propio placer. Las prácticas espirituales, en vez de ayudarnos a resolver los problemas de trabajo o familiares, nos alejan de ellos, nos apartan como si esos conflictos fueran la fuente del mal.
La persona encuentra una nueva familia, una nueva fe, una nueva forma de vivir, pero olvida que es parte del mundo que le rodea. Olvida la sociedad, olvida su compromiso con las personas, a las cuales considera “diferentes”.
Esta forma de avanzar no nos ayuda a crecer, nos paraliza, nos bloquea. En este proceso, el objetivo no es encontrarnos a nosotros mismos, sino huir de aquello que hemos creado con nuestro nacimiento, nuestro nombre.
Y poco a poco, al escapar de los problemas, se genera la falsa creencia de que los problemas los generó el mundo, la familia, la sociedad. Que otros “los malos” nos generaron dolor e indefensión. Lejos de ese ruido cotidiano, se siente a salvo, y cada día le cuesta más conectar con las personas, con el trabajo, con el dinero, con lo material.
Este falso camino interior desde aquí, consiste en apartarnos nuevamente, apartarnos del poder como creadores.
La persona que vive así su crecimiento personal, suele dejar de aportar al mundo, suele alejarse de él, apartar de la sociedad, de la familia, suele menospreciar a las personas que no considera “espirituales”, suele sentirse incómoda en ciertos lugares porque asegura que tienen “mala vibración”. Busca mantenerse en esa “alta vibración espiritual” que simplemente considera que es su sitio, y olvida que es una parte del mundo, una parte fundamental del mundo, con un poder creador esencial, como todos, y sólo siendo y sintiéndose parte del mundo, podrá crear y ser plenamente.
Cuando el elefante sueña con ser mariposa, volará muy alto, pero tarde o temprano despertará.
El camino interior que comienza desde una necesidad de sanación
Cuando el camino interior comienza desde una necesidad propia o ajena de sanación, la persona se puede obsesionar con la necesidad de arreglar los problemas, en vez de entender cómo se crearon.
Se genera una sensación de gran placer y liberación cuando algo oscuro se disuelve, hay una gran dicha cuando el dolor y la rabia se convierten en perdón. Ese sentimiento de paz tras la batalla es adictivo y poderoso.
La persona que busca la sanación constantemente, piensa que todo en su vida está mal, o en vidas pasadas. Dedica su tiempo y su esfuerzo a trabajos interiores que le ayuden a purificar porque siente que algo está sucio, que algo está mal.
Puede dedicar el tiempo a invadir la intimidad ajena, juzgan las vidas de otros y creyendo que reconoce sus problemas. Los analiza constantemente. Desde conflictos físicos hasta emocionales y mentales. Esta persona no se agota, se hace adicto a analizar y juzgar.
Tal vez un día comprendió cómo surgió en ella una situación de dolor, tal vez este descubrimiento le liberó, y ya no le basta vivir en esa libración, busca generarla una y otra vez, intentando barrer los problemas del mundo, acabar con el dolor del mundo, no por amor a otros, sino porque crece en el dolor.
Se crece en ese dolor propio o ajeno, siente más compasión y más humildad ante el dolor ajeno, se siente mejor consigo mismo cuando ayuda a otros a descubrir o resolver sus problemas. Se crece con las personas que sufren, pero mengua y se arredra ante aquellos que con valor enfrentan los desafíos de la vida en equilibrio. No se siente bien ante quien no descubre sus problemas, o quien los vive con aceptación, porque esa persona. Siente rabia e impotencia ante quien no le importan sus desequilibrios ni sus conflictos. Incluso considera orgulloso quien no se deja ayudar, o ignorante a quien no hace nada por cambiar su vida.
La persona que se vuelve obsesiva con la sanación y la terapia, propia o ajena, olvida disfrutar de la vida y aceptarla tal cuál es. Simplemente crece en esa sensación de creerse humilde, servicial, puro.
La persona que olvida el camino interior por enseñar el camino interior
Cuando lo uno aprendió le ha llevado lejos, cuando se sientes solo en esa burbuja de crecimiento personal, entonces busca compartirlo. Busca entregar a otros lo que encontró. Y entonces se pierde en enseñar. Su objetivo ya no es conocerse, ni amarse, ni vivir en paz con la vida, su objetivo es enseñar algo que considera valioso.
El crecimiento y la enseña son cosas diferentes. El camino interior y enseñar el camino interior, son cosas totalmente diferentes. Pero hay quien olvida que esto y convierte su camino en enseñar un camino. Un camino que no lleva a ninguna parte, porque esa persona se quedó en ninguna parte, posiblemente se quedó en la soledad e impotencia que genera vivir solo, sentir tanto en soledad.
Él, ella, se siente separado, busca unirse, busca ser parte, y utiliza la enseñanza y el conocimiento para ser parte del mundo. No se siente pleno, completo, no se siente parte del mundo, necesita ser útil, valioso.
El camino espiritual muchas veces nos obliga a la reflexión profunda, se genera un mundo interior rico, la persona tiene lucidez y claridad en su mente, su silencio se hace valioso y poderoso, el amor propio crece. En ese sentir de lo espiritual, en esa búsqueda de uno mismo, uno siente un consuelo especial, y poco a poco se fortalece un espacio íntimo y personal de silencio y consciencia.
Entonces el mundo, el otro mundo, el externo, el desconocido, el que se abandonó, cobra un matiz diferente, tal vez amado, añorado. Tal vez algo que necesitamos.
El auténtico maestro no necesita ese mundo, no necesita compartir nada. Ya siente paz en su mundo interior, ya está en paz.
El guía que se ve obligado a dar, tal vez esté rompiendo el vínculo con ese espacio sagrado que está en uno, que está en todo.
Cómo superar los problemas del camino interior
Y entonces ¿qué hacemos? ¿Qué hacemos si nos vemos reflejados en estos caminos de desarrollo personal que ignoran que la fuente es hermosa tal cuál, que ignoran que la naturaleza, en todas sus variantes es hermosa tal cuál? ¿Cómo desde una montaña de poder y arrogancia podemos regresar a la esencia de quienes somos y lo que somos?
Primero aceptar. El guerrero interior no lucha, acepta. Observa y acepta. Contempla la batalla y es consciente de ella.
No importa si uno hace terapia, sanación, si busca la felicidad, o si tan sólo desea compartir sus conocimientos, el guerrero interior, en paz con su mundo interior, no intenta cambiar lo que es, solo conocerlo.
Se sienta y observa. Contempla ese mundo interior sin enfurecerte con tus errores, ni con vanidad, no intentes cambiar eso que eres, sólo reconocerlo. Ríndete a ello.
No tienes que cambiar tus pensamientos, sólo conocerlos.
No se trata de cambiar tu manera de ser, ni tu familia, ni tu trabajo, ni nada tu vida, sólo conocerlo.
El camino interior no huye de la realidad, la afronta con los ojos bien abiertos.
Busca generar un estado de contemplación hacia dentro y hacia fuera, constante, sin esfuerzo, natural.
Uno no intenta ser, uno ES.