Me acuerdo que a veces, cuando hablo de amor, alguna persona me dice que no buscan ese amor que yo describo, que no se sienten preparados para ese amor, que buscan un amor normalito, como todo el mundo, algo sencillo. Buscan… Y entonces me conmuevo porque no se dan cuenta de quién les ama en ese momento. No se dan cuenta del amor de quienes les rodean. Uno siente soledad, y la busca, y piensa en ella, y sin darse cuenta está huyendo del amor constantemente.
Si alguien no ve el amor en sus amigos, si rechaza la mano amiga. O si utiliza a sus amigos, los trata de controlar, de cambiar. Si espera que los demás sean mejores de lo que ya son, si esa persona da consejos a quien con el corazón abierto se desnuda sin buscar aprobación, sino cariño, entonces qué amor está buscando.
Uno comienza a vivir el amor cuando se disuelve todo temor a la muerte.
Al temer la muerte, nuestra o de otros, o al creer que la muerte existe y se lleva algo, nos apegamos con fuerza a nuestro cuerpo, o a nuestro yo. Nos apegamos a los yoes de quienes nos rodean, creemos conocerlos y nos agarramos a esa forma que se manifiesta ante nosotros que hemos conocido, nombrado, analizado mil veces. Nos agarramos a ideales ilusos y dejamos de respirar. Avanzamos ahogados por la vida sin aire y con temor al destino oculto de nuestra vida o de la vida de otros. No hay tiempo de respirar, pensamos la mayoría, si respiro tal vez muero, si respiro tal vez todo cambie, tal vez no viva más. Perdemos el respeto por nosotros mismos y ahogados, sin aire alguno, nos desesperamos en emociones confusas que nos atormentan.
Entonces perdidos creemos que encontramos el amor, o que lo vivimos, aunque tan sólo vivimos una parte más de la ilusión de esta realidad.
Cuando uno mira la muerte de frente, y conoce el afilado instante presente que degüella sin consuelo cada uno de los poderosos yoes y formas que hemos adquirido en el tiempo. Cuando uno contempla a Cronos devorando a sus hijos, entonces siente, vive, abre los ojos, sincero con su visión sólo tiene dos opciones, recapitular su vida, o trascender y vivir presente, integro, libre. Sin alimentar ninguna forma más de ilusión. Perenne se refugia en el sentimiento profundo del amor. Y desde ahí abre sus alas el corazón qué sin temor al sufrimiento, conoce todas las formas que adquiere maya, el dios de las ilusiones. Mira esas ilusiones pasar, una tras otra, consciente de lo que son.
No te aflijas si tienes temor. Tan sólo hazte responsable de ello. Ocúpate sin caer en las artimañas del ego o de la culpa.
El temor es natural, y el dolor, y el sufrir es natural. Necesitar cobijo también es natural. Por ello hay un gran refugio dentro de ti, en la luz que hay dentro de ti. Un refugio que a través del silencio se va reconociendo y haciendo más cálido y cercano.
Pero qué ocurre con eso que llamamos apego. ¿Qué ocurre cuando no logramos separarnos de la persona que creemos amar?
A veces creemos que nuestro apego no puede dañar a la otra persona, porque surge de un amor real. Creemos que habita en nosotros un tipo de amor más profundo que nos permite vivir apego sin hacer daño, pero sigue siendo lo mismo. aunque creamos que nuestro apego es más sabio que otros. El apego es un veneno que corta las alas de la otra persona. Ese ángel que vive en ti, sintiéndose débil, atrapado y sólo, se agarra con fuerza al otro, a su recuerdo, y no permite que la otra persona vuele a su nuevo comienzo o nueva realidad. El otro no puede ser libre porque alguien tira hacia atrás, hacia algo que ya no es.
Todo lo que crees que soy, todo lo que me conoces, todo lo que fui, esa yo, ya no existe. No está en ningún lugar. Esa forma que abrazas, que crees que amas, ya no está. Ni si quiera existe esa yo que hoy se despertó en la mañana. Y si alguien no sabe amar mi libertad, entonces no me está amando. Si alguien no ama en el cambio, realmente no está amando. El amor valiente, trasciende los cambios continuos de la vida. Es más, trasciende los cambios de esta o de otras vidas. Y cuando uno es gato, perro, roca, árbol, ángel, dios, demonio o un intruso que te roba un beso, sigue siendo la misma luz. Entonces ama la luz, no ames la forma. Esa forma tan sólo es una ilusión.
Podemos abrazar al otro desde el amor incondicional cuando nos hemos abrazado a nosotros mismos. Amar es escuchar, observar, conocer, respetar, permitir.
El amor y la obsesión no pueden ir de la mano.
Cuando hablo de amor, no me malinterpretes, no es eso que conoces, no es obligado. No amas más a alguien porque sea tu familia, ni porque sea tu mejor amigo. Amas, tal cual se presenta el sentir. Fluyes con él. Te transformas en el sentir. Te conviertes en ese sentir.
Hagamos un ejercicio, es un ejercicio que solemos practicar en los talleres. Un regalo de amor.
Tan sólo estate en silencio y siente. A veces con ojos cerrados es más sencillo. Siente cada sonido, cada olor. Siente como lo que te rodea te toca en el alma. Como esos sonidos, o palabras, o actos de los demás, siente como el aire incluso, te tocan y te transforman. Siente que el aire que respiras es más que aire, y no sólo entra en tus pulmones y a través de la sangre llega el oxígeno del aire a las células de tu cuerpo, sino también siente como el aire está cargado de una sutil energía, comúnmente llamada prana, que entra en ti, te saborea, te escucha, te huele incluso, y te toca el alma. Permítete sentir como todo cuanto te rodea te “cala” hasta los pies.
Conmuevete.
Luego hazlo tú, sabiamente y con plena conciencia. Descubre como con tus palabras, tus gestos, tu vida, tocas cuanto te rodea llegando hasta el ser, transformándolo con tu inevitable huella. Y toca al mundo con dulzura. Tócalo con sabiduría, respeto y amor.
Las partes de ti que parezca que se pierden en lo que te rodea, tan sólo se funden en la experiencia de la vida alimentándote y nutriendo más tu propia experiencia de tu espacio interior. No temas perderte en el otro, entrégate a la vivencia de la vida.
El regalo de dar es un ejercicio que consiste en un acto consciente de ser parte del mundo, comprendiendo que cada uno de tus pensamientos, palabras, emociones y acciones tocarán cuanto te rodee conmoviéndolo y transformándolo. Inevitablemente estás ahí, eres parte de este mundo, e inevitablemente eres un ser sintiente, social y completo.
Dar se convierte en un regalo. Vivir se convierte en un regalo de amor. Tu alegría, tus pensamientos positivos, tus emociones fluyendo, tu perdón y tu gracia, se convierten en un regalo de amor a la vida.
La vida misma es la oportunidad de darnos, de entregarnos cada instante, de morir cada momento en cada regalo que entregamos.