Cada palabra cada aliento, cada respiración, es un pedazo de ti, reinando, expandiendo, clarificando, en un nuevo día.
No paralices tu capacidad de dar, de hacer, de Ser. Eres un ser único y tienes una capacidad increíble y maravillosa de expandirte hasta el infinito solo con tu aliento, con tu voz, con tu palabra. Y cada mañana es justo cuando lo recuerdas y traes aquí la energía para cambiar todo lo que fuiste.
Amanece cuando abres los ojos, cuando sale el sol en tu interior, cuando caminas descalzo abriéndote a la nueva vida que el ahora te presenta.
Que agotados están todos en este tiempo, parece que el aire es más pesado, que el viento se opone con más fuerza a los movimientos, que la mente se aturde más fácilmente. Nadie se pregunta porqué será. No es tiempo de ver con claridad, es tiempo de aclarar internamente, de ver hacia dentro, no hacia fuerza. Es complicado ir contra corriente y eso es lo que muchos estamos haciendo. Mira hacia dentro un tiempo, escucha dentro de ti. Todo está en calma, todo está en una profunda calma, como esperando, estando, viviendo, respirando. No hay agitación, no hay deseo. Está todo en paz. ¿Comprendes? Si miras hacia fuerza no podrás descubrir el fuerte potencial que hay dentro de ti de expansión. Y este es un tiempo para ello. Todo se presta para ello.
Cuando una persona camina sin miedo a lo que se va a encontrar, es porque conoce su mundo interno. Pero cuando duda, cuando avanza descuidadamente, sin control, sin conciencia, claramente no conoce su mundo interno aun. Y el mundo interno es un manantial de luz divina que afluye hacia cada experiencia material, mística, emocional, mental. Sin embargo si uno se mantiene demasiado alerta al mundo externo, sin preocuparse en absoluto de quién es o qué parte de uno mismo gobierna la vida, su mundo, su voz, es probable que se pierda en su propio laberinto mental.
Escucha con atención tu ruido interior. Aprende a gobernar tu mente. Escucha igual, con la misma atención tu cuerpo, tu emoción, tu alma, aprende a sonreír a la vida conociéndote y cuidándote.
Conocerse es escucharse. Tu cuerpo sabio te da las respuestas. Igual no hace falta que a un desconocido le preguntes todo sobre su vida para conocerle, basta con que le des la mano, camines a su lado un día, le sonrías amablemente, estés ahí, con él. Tal vez no conozcas los detalles de cómo se llamaba su madre, o a que se dedicaba su padre, o con quién se caso, ni si quiera sabrás que piensa de política, de deporte, de la familia, pero todo eso es insuficiente, no es necesario y nos resta tiempo de vivir a los que nos rodean.
Tú solo estate ahí, acompañándole un día, de la mano, consciente y constante. Y entonces habrás conocido a alguien. ¿Pero que pasaría si nada más verle le preguntas todas esas cosas que crees que dicen tanto sobre las personas? Cosas insignificantes de la vida de alguien que nada tienen que ver con su esencia. Incluso puedes preguntarle lo que opina del amor, o si se ha enamorado alguna vez, y no será suficiente. Estate ahí. Abre los ojos a su experiencia, con atención y respeto. Y se te abrirá un conocimiento superior. Aprende a escuchar sus pasos, su silencio, permite que el otro se apoye en ti unos instantes en su vida. No te agotará, no te pisará. Solo unos instantes. Y entonces habrás conocido a una persona.
Así igual, de la misma manera, debes hacerlo contigo mismo, contigo misma. Te acercas a tu mundo interno. Sin miedo a las apariencias, sin preguntas, sin pensamiento alguno, sin ningún juicio. Simplemente vas a estar contigo. Te permites que tu mundo interno se apoye en ti, te acompañas en el silencio. Y qué hermoso. Qué de cosas cambian en ese momento.