Aunque parezca eterno todo lo que vemos, pronto caerá en pedazos y desaparecerá
Jetsun Milarepa (1052 – 1135), discipulo de Marpa, representa una de las figuras claves de la escuela kagyu, la línea budista tibetana de los grandes meditantes quienes permanecen por años en cuevas en lo alto de las montañas.
Milarepa nace en el seno de una familia adinerada y su padre pronto fallece dejando su mujer y sus dos hijos al cuidado de sus tios quienes conservarían todas las riquezas hasta que Milarepa tubiese la mayoría de edad. Estos abusaron injustamente de la familia y les robaron todo lo que les pertenecían.
Llegó a tal punto la situación que cuando la madre vio que ya no podría recuperar lo que le perteneció por herencia de su marido, vendiendo lo único que tenía consiguió una piedra preciosa con la que envió a Milarepa a estudiar brujería para que se vengase de su familia. Tras recibir los estudios Milarepa se vengó llegando a matar a 35 personas.
Huyendo de su propio remordimiento buscó ayuda en su maestro de brujería quien no pudo hacer más que recomendarle que fuese con los budistas a ver si ellos le podían ayudar. Y así encontró a Marpa, el traductor, un maestro budista que se decía que poseía un gran conocimiento.
Marpa no trató con mucho cariño a Milarepa obligándole a pasar pruebas muy duras de voluntad y perseverancia. Le obligó a construir una casa de piedras y antes de finalizarla le pedía que la tirase hasta varías veces llegándo el día Milarepa no pudo más y se rindió. Ese mismo día Marpa bendijo a Milarepa y le entregó las enseñanzas sagradas que le llevaron a las cuevas donde durante años meditó hasta lograr la más alta meditación.
Luego se dispuso a enseñar el Dharma y descendió de la montaña falleciendo, finálmente, por un veneno que le entregó un maestro que le envidiaba, una bebía ofrecida que el mismo decidió tomar sabiendo lo que contenía.
Cuando hubo tomado el veneno reunió a sus discípulos y les entregó unas últimas enseñanzas. Al momento de la muerte el cielo se convirtió en un remolino de luz dibujando un mandala precioso por el que cometas brillantes se elevaban. Todo su cuerpo desapareció señalando que había alcanzado el Cuerpo Arco Iris a la perfección. Tras su muerte se manifestó ante varios de sus discípulos.
Todo lo aparente es un baile impermanente
Se dice que en su cueva en lo alto de la montaña, Milarepa sólo comía ortigas, hasta el punto que su piel empezó a volverse verde, por esto muchas pinturas de Milarepa aparece pintado de verde.
También se dice que logró una técnica de respiración en la meditación por la que no sufría el frío, y por ello también en las pinturas se le pinta con una simple tela en las altas montañas.
En otras pinturas lo vemos escuchando atento el sonido del universo.
Una anécdota de su vida fue el reto que tubo con Naro-Bonchung, un maestro Bön. Se dice que ambos comenzaron una batalla mágica sin poder proclamar vencedor, por ello decidieron hacer una carrera hasta la cima del monte Kailash. El primero en alcanzar la cima sería el vencedor. Se cuenta que cuando Naro-Bonchung estaba a punto de ganar, Milarepa alcanzó la cima subido a los rayos del sol, y a partir de esta batalla las puertas en Tíbet se abrieron para el budismo.
Muy hermoso es leer los versos de Milarepa o su vida, se dice que hablaba cantando en verso. Así todas sus enseñanzas son preciosos poemas.
Milarepa logró en una vida lo que una persona suele necesitar más de 1000 vidas. Con el aprendemos que todos podemos lograr lo que nos propongamos, y que cualquier acción, por negativa e injusta que sea, puede ser sanada con nuestra práctica espiritual.
También nos obliga a mirar con atención hacia nuestros actos, observar con cariño y paciencia y aprender a estar.
¡¡Yo, el yogui Milarepa, veo la esencia
echando una simple ojeada sobre ella!
¡Veo más allá de las palabras que son un juego en forma
clara, como ver el cielo!
Dejándome ir, veo la Realidad;
descansando a mis anchas, comprendo
el vacío de todo y cada cosa.
Me aflojo, me aflojo y llego al Reino Propio;
me dejo ir, me dejo ir, y fluyo en la Conciencia Pura.
¡Lo puro y lo impuro témanse uno!
Porque nada busco, pensamientos e ideas se cortan;
así, los peligros del samsara son para siempre triturados.
¡Como comprendo que el Buda y mi mente son uno
ya no deseo realización!
¡Así como el sol dispersa la oscuridad,
cuando la realización aflora en uno
Klesas y Nhamdog se desvanecen por sí mismos!,