Estamos ante un cambio de perspectiva, un cambio de camino de vida.
Cuando todas las luces se apagan, cuando sientes que ya no hay respuestas, entonces aparece una pregunta nueva interesante: ¿cuál será mi nueva referencia para seguir adelante?
Pudiera parecer que en el pasado teníamos luz, pero claramente, en este tiempo confuso comprobamos que la luz que nos guiaba no eran más que espejismos temporales. Llega una nueva etapa y necesitamos nueva guía, nueva luz. Aunque el mayor desafío es que en esta nueva etapa, la luz que deberá guiarnos ha de ser interna. Y desgraciadamente las luces que hasta ahora nos servirán para tener respuestas, para comprender el sentido de la vida, según se agotan y según sus respuestas dejan de servirnos, comprendemos que es hora de mirar hacia adelante, sepamos o no hacerlo.
Este es un tiempo delicado donde parece que los astros que nos guiaban dejan de hacerlo. Y todo aquel que quede quieto, esperando que le respondan los antiguos dioses, buscando en el pasado un nuevo camino, sólo perderá su tiempo. Es momento de crear. La humanidad afronta la necesidad de aprender a emprenderse como creadores.
El nuevo hombre ha de convertirse un ser creador, responsable, honesto y coherente con sus decisiones.
Las dudas, los temores, el hambre de verdad, sólo traerá agotamiento, pues tal vez las respuestas que hallemos no sirvan en el futuro.
Mirémoslo que sería como buscar un taquígrafo para comunicarnos con alguien que está lejos. La edad del taquígrafo ya pasó, ahora hay nuevas formas, nuevos métodos. De la misma manera hemos cambiado. Y no sólo las personas, sino todo el planeta.
Los cambios planetarios son globales y no sólo afectan a los humanos, afectan a todo. Todo el paisaje sobre el que apoyabas tu mirada para encontrar serenidad se altera, y es momento de fluir y adaptarnos para encontrar serenidad y sabiduría en algo nuevo.
Pero ¿cómo podemos encontrar serenidad en un tiempo así? ¿cómo encontramos sabiduría si nuestros ídolos parece que ya no pueden servirnos?
En la vieja visión, en la vieja energía, los astros que alumbraban el camino de la Tierra, predecían que los humanos, así como todos los seres en el planeta, debían ser alumbrados por luces pasajeras. De alguna forma, nuestra manera de vivir se sustentaba en la creencia de que los dioses, los héroes, el patriarca o la matriarca, debían ser nutridos por nosotros. Los humanos eran meros sirvientes en un sistema político y no al revés. De la misma forma: Saturno, Plutón y Júpiter nos reclamaban obediencia. Planetas sin luz propia y una estrella apagada nos guiaban y nos obligaban a iluminarles. La humanidad, desde hace siglos, ofrecía sacrificios diarios para servir a su amo.
Ese amo podía ser el inconsciente, la familia, el trabajo, las adicciones, el dinero, los deseos. Algo en nuestras vidas reclamaba más y más alimento, más y más de nosotros mismos. Y las personas gastaban sus vidas en alimentar una aparente luz que creían que les guiaba en el pasado.
Y de pronto, en este ciclo de este sueño de vida, estos referentes entran en lucha: la seguridad entra en lucha con la necesidad, la pasión con la familia, el dolor con la salud y la tristeza con la ceguera. Nuestros referentes entran en lucha y no sabemos a cuál de todos continuar sirviendo.
Sería algo así como que estos mismos referentes, sin venir a cuento, empiezan a discutir y nosotros, como hijos, nos vemos sacudidos por una fuerte y violenta esfera de reclamo y sufrimiento.
Imagina un niño pequeño en medio de un matrimonio a punto de quebrarse. El niño ya no sabe a quién obedecer, se siente perdido. Así es este año a un nivel astrológico. Existen luces, guias que nos han podido ser útiles hasta ahora, pero todas ellas eran temporales, porque tarde o temprano el niño deberá crecer, convertirse en un hombre y determinar su propio camino él solo. Aun ahora es más difícil, porque debe darse cuenta de que sus referencias están cambiando, y se sentirá sólo, partido, sin saber qué hacer ni a quién seguir.
Si continúa en cualquiera de esas referencias alimentándola, igual que el niño que queda en casa de su madre o su padre, evitando el contacto con el otro guía en su vida, se sentirá dividido e incompleto. Si logra comprender la situación, y más allá de los despropósitos de sus padres comprende que él puede amar a sus referentes y continuar igualmente su camino, independientemente de ellos, pero con ellos a la vez, entonces podrá en su vida convertirse poco a poco en un ser completo sin dejarse llevar por esta lucha familiar.
Así está la humanidad, pero no sólo la humanidad, todo el planeta.
La aparente armonía que nos sostenía está en una gran guerra interna, tal vez por el poder, tal vez por sobrevivir, o tal vez, simplemente, por llamar la atención. Y no debemos dejarnos llevar por la atractiva idea de intentar juntar nuevamente esas formas de la psique. La fórmula correcta tan sólo es continuar nuestro camino encontrando referentes mucho mejores dentro de nosotros mismos. Referentes que puedan sostenernos en cada experiencia independientemente de lo que ocurra.
Siempre digo que el amor no cambia aun a pesar de las experiencias. Y realmente no cambia. El amor incondicional es independiente del estado, de la sabiduría y la conciencia. No amas más a una persona porque sea buena persona o porque esté más necesitada. Amas igual. Amamos igual a quien sufre y a quien logra éxitos. Amamos igual a nuestros cercanos sean como sean y hagan lo que hagan en la vida. Ese amor no cambia. Cambia la opinión, cambia el juicio, cambia el comportamiento, pero el amor se mantiene constante.
En los referentes antiguos, estos que se derrumban ante nuestras narices, el amor sí cambiaba. Si eras malo, si desobedecías, si pensabas diferente, si seguías otro camino, el amor cambiaba. Incluso en la misma familia, cuando un hijo prefería uno de sus progenitores, podía ser que uno de los padres se alejaba de ese hijo y pareciera que dejaba de entregarle su cariño. Y pareciera que el amor cambiaba, pero eso no es amor, claramente es negocio donde compramos “amor” a cambio de obediencia. Y esa obediencia son los miles de sacrificios diarios que hacemos por nuestros referentes, los cuales dejarán de nutrirnos el día que no les seamos obedientes.
Pero imagina por un momento que encontraras una luz en ti, una luz en tu interior que no requiriera sacrificio alguno. Imagina una persona en el mundo buena, que actúe con bondad sin esperar nada a cambio. Imagina que existiera un solo político que rechace su sueldo o un padre o madre que no espere que le sean devueltos todos los favores y atención que dedicó. Existe, sí, existen estos referentes, pero no eran los referentes que la humanidad en general tenía hasta este año. Este año, y sobre todo el 2021, estos referentes que tanto alimentábamos se derrumban solos, nuestros sacrificios van a parar a un saco roto. Darse cuenta significa cambiar estos referentes, y no reclamarles más favores ni más ayuda, sino simplemente buscar referentes nuevos, que no requieran tanta obediencia y sacrificio, y que nos den luz independientemente de nuestra situación, nuestro estado, nuestra vida.
¿Estamos preparados para que se derrumben los referentes antiguos?
Claramente aun no, como humanidad no. Seguimos volcados a que esos mismos referentes cambien. Buscamos que nos den la mano, que nos guíen, que nos escuchen. Que continúen en su posición, pero que comprendan que necesitamos que ellos cambien. Entonces se genera una lucha interna porque no queremos abandonar el camino que hasta ahora hemos seguido, aun sabiendo que ya no nos sirve.
Pero la misma fiera batalla que se libra entre los poderes que nos aprisionan, la vivimos dentro de nosotros mismos. Por ello es tiempo de encontrar la calma y seguridad en nosotros mismos para desarrollar un espíritu creativo y consciente ante este nuevo tiempo.
2021 es un año misterioso que buscará sacar lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Por ello podemos prepararnos para abandonar la necesidad de sacrificarnos por aquello que nos chantajee y manipule, dejar de entregar toda nuestra energía y tiempo a todos aquellos valores aprendidos ajenos a nosotros mismos y empezar a entregar nuestro tiempo y saber a lo que si permanece intacto.
Como en otoño cuando caen las hojas del árbol, la naturaleza es sabia ahí, y prescinde de todo lo superficial para sobrevivir, reconecta con sus necesidades vitales e ignorando la apariencia, se despoja y realiza un único sacrificio que le salvará la vida. Abandona una por una todas sus banalidades. Por que no tendrá fuerza ni energía para dedicarse a ellas. Y a la naturaleza no le importa en absoluto verse desvestida, desnuda se siente igual de bien, completa, porque sabe que guarda las fuerzas. ¿si acaso sabe el árbol que llegará de nuevo otra primavera y las hojas volverán a crecer? Lo dudo. Vive este instante y esta necesidad vital de sobrevivir.
Así la humanidad en este tiempo empieza a comprender que se acerca una etapa donde no queda más remedio que prescindir de lo banal, de lo superficial, debe dejar de alimentar lo que no sirve y empezar a sembrar una nueva forma de vida donde el sustento y el cariño real, sean los nuevos principios.
En la antigüedad, cuando se acercaban los tiempos de sequía, de hambruna, los monarcas, los señores feudales, el clero, adelantándose a esta situación, exprimían más y más al pueblo para llenar sus arcas. Los tiempos donde crecían los impuestos siempre fueron los tiempos más difíciles. Y mientras unos pocos engordaban más y más a costa de los sacrificios humanos, las personas sufrían hambrunas, enfermedad y miseria.
De igual manera parece que hoy se repite una situación similar. Parece que ciertos poderes conocen el camino que llevamos y aprietan, exprimen y asfixian a las personas, ignoran que es tiempo donde dejaremos de sacrificarnos.
Pero este gran cambio no se vive sólo entre los humanos. Toda la naturaleza empieza a transformarse, eso significa que las mismas aves cambiarán sus cursos migratorios, que las corrientes marinas cambiarán sus temperaturas a fin de redirigir las mareas, redirigir la pesca y la vida del planeta ¿qué esto es imposible? Veamos pues con el tiempo lo que ocurre.
La naturaleza cambia sus referentes en unos pocos años y la humanidad se despoja de su necesidad de sacrificarse constantemente por poderes invisibles.
Nace el ser creativo. El humano capaz de transformarse a sí mismo sin necesidad de referentes ajenos, sin necesidad de historia, de guías ni de monarcas.
Tal vez en las sombras de los siglos y milenios pasados, el emperador cobraba sentido ante un pueblo ignorante de sí mismo. Pero en este tiempo el emperador ya no tiene sentido, y o el mismo abandona su cargo, o los mismos sacrificios de los humanos le meterán en la misma pequeña cárcel donde ellos han estado durante milenios. ¿Qué significa esto? Que los humanos, en este nuevo tiempo, no requieren un héroe, ni un santo, ni un dios, no deben obediencia a esta figura ni confiarán tanto en sus consejos, ni guías.
El totalitarismo era una energía de una era vieja que se está agotando lentamente ante nuestros ojos. No sólo el totalitarismo político, sino también familiar y religioso. Ignorar esta verdad nos lleva a sacrificarnos con más fuerza, dando lo último que poseamos, creyendo que así esa figura de poder, visible o invisible, se esforzará más en darnos su alimento. Pero la verdad es que, por primera vez, la humanidad comienza a vislumbrar un futuro donde el alimento surge de nuestro esfuerzo y no desde el engaño, la manipulación ni el miedo.
Entonces, esa figura de poder, como esa madre que quiebra su voz gritando y implorando obediencia a ese hijo que hasta la fecha era sumiso, pero hoy decide pensar por sí mismo, comienza a repetir aquello que en el pasado le sirvió. Atemoriza al niño, le amenaza, le chantajea, le agarra con fuerzas y se jacta de que no llegará a nada sin él. Igual que la madre herida porque su hijo ha madurado, el poder político, social y religioso, se hiere a si mismo comprendiendo que su hijo ha madurado y sigue su camino. Un camino donde ya no podrá influir, donde encontrará nuevas referencias.
La autonomía del ser no implica desobediencia, sino al contrario, implica disciplina y sumisión a la propia verdad.
Olvidamos pues, que hereje proviene de la palabra herēticus, del antiguo griego, αἱρετικός (hairetikós) que significa “libre de elegir” “libre de pensamiento”. Y en efecto, entramos en una era de herejes.
Continuar pensando según la norma, es igual que el árbol que no sabe despojarse de sus hojas en otoño, igual que el hijo o hija que con 40 años continúa en casa de sus padres sin saber elegir por sí mismo su propio destino. Este tiempo la casa paterna se derrumba con todo lo que esté debajo, y el cielo nos vaticina un futuro luminoso, pleno, abundante para todo aquel hereje que aprenda a pensar por sí mismo.