Fabricando sueños felices
Ya desde niños podemos aprender a fabricar sueños felices.
Cuando en nuestra mente los pensamientos nos asustan, o cuando los sueños que tenemos son turbios, dolorosos, o cuando nuestra visión de vida es negativa. Entonces es necesario cambiar la forma de ver el mundo y fabricar sueños felices.
De la misma manera, si tenemos hijos y descubrimos tensión en su dormir, temor en sus pensamientos inconscientes o sentimientos y pensamientos hirientes y crueles hacia otros o hacia ellos mismos, mucho más es importante desarrollar una forma de pensamiento nueva, y apoyarnos en un trabajo que ayude a desarrollar sueños más felices, para lograr mayor tranquilidad, apertura y equilibrio.
Los sueños felices son una forma de visionar la vida, incluso sirve en nuestras pesadillas, Se trata de aprender, no sólo a tener un sueño feliz y una forma de dulcificar cada momento que se nos presenta.
Los sueños nos muestran nuestro mundo inconsciente. Aquello que desde lo oculto nos señala nuestra dirección de vida. Incluso en el mundo de los sueños, el soñante no puede despojarse fácilmente del símbolo identificándose con él y fundiéndose completamente en su forma.
Por ello para lograr transformar la realidad del mundo de los sueños no basta con tener una intención clara, sino también de transformar nuestra forma de identificarnos con los patrones personales, la manera de ver la vida e incluso la manera de sentir.
Aquello que alimenta nuestra mente, aunque creamos firmemente en ello, construirá nuestros sueños. Si alimentamos nuestra mente con teorías, películas o historias incompletas, así nuestros sueños no serán más que teorías, mente, vacíos de conmoción, historias sin principio ni final.
Y como muchos sabemos, el desaliento de no saber soñar se convierte en una gran insatisfacción en la adultez.
Aprender a soñar no sólo es aprender a dormir tranquilo, ni controlar nuestros pensamientos, ni buscar sólo momentos felices disolviendo cada conflicto sin enfrentarnos a ellos. Aprender a soñar sobre todo es fabricar en nuestra vida una forma de actuar dichosa y útil ante cualquier situación.
Podemos enseñar a nuestros hijos a fabricar sueños felices primero desde la gratitud. Un día y otro, hasta que surja de manera natural, un tiempo antes de dormir dedicado a agradecer todas las cosas maravillosas de la vida. Luego durante el día de forma constante trabajar en una gratitud real. Un sentimiento intenso y profundo de admiración hacia las cosas sencillas que entrega la vida: las manos, los pies, la voz, la mente, el aliento, la piel, la familia, las emociones, la astucia, el alimento, el agua, el viento, el calor, las estrellas y la noche, e incluso las huellas que otros dejaron en el camino para que hoy podamos avanzar.
Buscamos vivir una conmoción real y hermosa ante lo cotidiano. Y qué bello es comprender los innumerables regalos que entrega la vida. Desde la ropa que llevamos cada día, hasta el agua potable que podemos disfrutar. La gratitud es un sentimiento que transforma nuestro mundo interior. Desde la gratitud nuestros pensamientos se tornan más felices y nuestra vivencia más completa.
Cuando aportamos un sentimiento pleno de gratitud a nuestros hijos, ellos crecen más tolerantes, respetuosos y amorosos. Crecen llenos de entusiasmo y sus sueños cada día serán más felices.
Cuando de forma natural surge la gratitud en las pequeñas cosas, no como un hallazgo sino como un sentimiento poderoso y arrollador, podemos trabajar la creatividad sabiendo que cual cosa que creemos desde nuestra poderosa mente, será en armonía con todo lo que nos rodea. Incluso podremos sentir como el mismo sentimiento de gratitud atrae con fuerza más amor, mayor abundancia y felicidad.
La gratitud no es un sentimiento que surja del temor como en el pasado hayamos podido practicar. En una educación dañada por el miedo, los regalos de la vida no se reciben desde el amor incondicional y la presencia consciente, sino desde el premio. El temor al castigo, al error, nos obliga a buscar una actitud y una realización que vaya a ser premiada en la vida.
Aun en la educación actual se sigue practicando así, negando al niño la capacidad de asombro, de gratitud real e incapacitándolo para amar en lo incondicional. Normas, premios y castigos, nos dividen por dentro, llenándonos de orgullo y arrogancia al recibir un nuevo premio. El niño crece creyendo que recibe regalos porque los merece, ¿por qué entonces va a tener que agradecer nada? Tal vez utilice las palabras correctas, pero no desde un sentimiento auténtico de gratitud, sino comprendiendo que decirlas le ayudará a recibir un nuevo premio en el futuro.
Y qué hará este niño o niña más adelante, cuando descubra que la vida no son premios ni castigos, que da lo mismo lo que uno haga o pida, es la actitud en la vida y el saber hacer lo que dará la felicidad. Incluso la actitud positiva en el dar y recibir, en el perseverar y en el amar, cosa imposible de aprender cuando hasta el amor se ha recibido en base a premios y castigos.
En la vida hacemos regalos porque deseamos hacerlos, y recibimos regalos de la vida desde una plena generosidad, y no desde creencias, premios, regalos de consolación, prácticas sociales o temor. Cuando es así, cuando incluso adultos recibimos un regalo en un día especial, sentimos que hemos sido premiados, algo bueno debimos hacer y por eso recibimos ese regalo. Tal vez sintamos entusiasmo, hemos actuado bien y recibimos un regalo. Aunque no sentimos dicha ni gratitud auténtica, pues en el fondo sabemos que no hemos recibido ningún regalo, sino una forma establecida inconscientemente para compensar una acción determinada.
Así de esta forma, negamos la capacidad de asombro y de descubrir que la vida, amorosamente, da. Sin pedir nada a cambio. Y así también enseñamos a los niños ser generosos sólo ante la persona que supere las pruebas impuestas social o personalmente.
Una generosidad limitada y limitadora que no nos permite comprender ni disfrutar la abundancia de la vida.
Cuando aquellos que consideramos mayores se muestran generosos sin pedir nada a cambio, cuando sus muestras de cariño son gratuitas y a todos por igual, entonces aprendemos generosidad y sentimos la abundancia tal cual la Naturaleza la profesa. Cuando en cambio aquellos que imitamos a lo largo de la vida muestran una generosidad menos compasiva, basada en un aprendizaje, un premio o castigo, la cercanía de sangre o los favoritismos, entonces nos será mucho más difícil comprender la gratitud y vivirla plenamente.
Muchas personas necesitan descubrir la escasez o los infortunios de la vida para valorar realmente los regalos que cada día recibimos, pues la vivencia del premio y castigo les dañó profundamente en la niñez. Necesitan abrir su mente y comprender que todo está para todos.
Apartándonos de una forma de entrega condicionada, la sociedad crece en comunidad. En culturas así la delincuencia desaparece, la cooperación entre familias, gentes y pueblos florece, y en esa generosidad y armonía en la vida, uno comienza a fabricar sueños más felices y afines con las verdaderas necesidades del ser.
Cuando con gratitud admiramos la vida, el corazón engrandece, nuestro sentimiento es más sincero y nuestro actuar más coherente y honesto.
Para ayudar a fabricar sueños felices en nuestros hijos no es necesario apartarlos de la sociedad, pero si hacerles ver lo necesario de nuestra implicación y servicio como individuos al grupo social. Ayudarles a entender que el entramado social no es una idea sino una realidad constatable por la implicación de todos los individuos en el grupo.
Ayudando a crear sueños felices en la noche, a través de trabajos de gratitud, ayudamos a desarrollar una forma de soñar tranquila y armoniosa.
Ayudando a crear sueños felices durante el día, aprendiendo generosidad y descubriendo a dar y recibir desde un equilibrio saludable y no desde una carencia de cariño y respeto, ayudamos a crear sueños felices a lo largo de la vida
De igual manera, cuando con gratitud miramos la vida, nos apoyaremos en aquello que más alimenta: parajes más naturales, relaciones más sanas, aprendizajes más coherentes. Poco a poco se disuelve el conflicto en aquello que vemos y vivimos y de forma natural nos acercamos a todo lo que nos engrandece y engrandece el mundo. Así nuestras imágenes mentales, visiones y fantasías, reflejo de las acciones y pensamientos del día y la noche, al igual que la imaginación se tornará más enriquecedora y saludable, generando un mundo interior más rico y bello. Un mundo interior dulce y generoso. Desapareciendo los fantasmas, los temores, las limitaciones y mentiras poco a poco se va dejando pasar un mundo interior más silencioso y completo.