Ese pasadizo estrecho entre una vida y otra. Ese desconocido camino que nos conduce al reencuentro con el Todo y el regreso a la vida. ¿Y qué podemos hacer para tener el control en ese momento? ¿Qué podemos hacer para no perdernos entre vida y vida, para no desgastar toda nuestra energía en el dolor y la pena por haber perdido la vida, por la despedida, y poder así asegurarnos una próxima vida plena, llena de luz y crecimiento?
¿Y qué valor tendrá lo que hemos hecho en esta vida en ese momento?
Desde el momento que nacemos se nos aproxima la muerte de igual manera para todo el mundo. Es algo natural que debemos aprender a aceptar con conciencia.
¿Por qué preocuparse tanto aquello que viviremos pasado mañana o el año que viene? ¿Por qué no aprovechamos este momento para vivir el presente? Quizá porque hemos olvidado que estamos acercándonos a la muerte desde el momento de nacer. Hemos olvidado que esta vida no es más que un pasaje, sólo es parte de alguna otra vida eterna sobre la que no podemos tener el control. Y nos agarramos con fuerza y apego a cada logro insulso para dar sentido a nuestro ego, a nuestra razón, a nuestra memoria fugaz.
Pero la muerte se nos aproxima por igual y deberíamos aprender a verla para poder crecer en felicidad, libres de apegos y miedos.
Aprender a vivir es aprender a morir, aprender a desprendernos cada instante del control del miedo para así tener realmente el control de nuestra vida.
Alguna vez vi personas muriendo, de diferentes maneras, personas despidiéndose de la vida, y recuerdo una persona cercana a mí, muy especial, me miraba a los ojos sujetando mi mano y me decía con amor:
-Todo lo que importa en este momento es aquello bueno que hice por los demás. Ayuda, da de ti todo lo que puedas, en estos momentos es lo más importante
Más tarde, unos días después, el ángel de esta persona se me presentaba, me reclamaba no haberle avisado de lo que había en el otro lado. Se sorprendía de que yo pudiera saber lo que había tras la muerte pero nunca le hablé al detalle de lo que encontraría. Así partió confiado en Dios y los ángeles, pero un poco asustado porque se dirigía hacia lo desconocido. En cambio yo sabía lo que viviría y me callé. Me reclamó por esto, y aun pasados varios años, sigo sin compartir completamente lo que hay al otro lado. ¿De qué nos sirve comprender lo que habita en otros planos y niveles de conciencia cuando aún no hemos comprendido lo que hay en este plano, cuando aún no valoramos ni amamos nuestra vida presente?
Mucha gente me pregunta de qué estrella proceden, cómo son en otros planos, cuál es la misión en este planeta. Y yo les respondo muchas veces que sólo hoy importa. Que se ocupen de esta vida, es lo único que importa en este momento. Y cuando exista conciencia sobre uno mismo, las puertas de la conciencia multidimensional, solas se abrirán, no necesitarán nuestra ayuda.
Es posible que en la vida podamos creer tener el control de algo, pero si no tenemos el control de la muerte no tenemos nada. Todo lo que poseemos fácilmente se pierde, muchas veces no hace falta esperar a la muerte para comprobarlo.
Aprender a morir es aprender a amar. Es buscar un camino que nos enseñe el valor de las cosas que no perecen.
Aprender este camino es aprender a valorar la vida, como una oportunidad única de ayudar y servir a la humanidad.
Muchas personas vivimos ciegos a lo más valioso, nos agarramos a todo lo egoísta y buscamos sobresalir en la vida, buscamos el éxito profesional, personal, económico. Buscamos una vida de triunfos que nos haga sentir orgullosos, pero todos esos triunfos no nos los podremos llevar a la siguiente vida, todo el dinero, las mejores relaciones, aquella carrera, todo el conocimiento. Todo eso, muere junto a nosotros.
Podemos hacer la prueba, una noche, durante un sueño, compramos algo de mucho valor, o nos emparejamos de la persona soñada, y cuando despertemos intentamos ver aquello que teníamos en nuestras manos, pero allí no habrá nada, todo quedó en el sueño, igual que todo lo adquirido en esta vida quedará aquí, como si fuese un sueño fugaz en la eternidad.
Al mantenernos ajenos a esta realidad buscamos todo aquello que nos haga sentir valiosos, despreocupándonos de que la muerte se acerca y no hemos valorado, no hemos amado, no hemos ayudado ni apoyado a otras personas.
Muchos me dicen que no pueden ayudar a los demás porque sus vidas no son buenas, porque aún tienen mucho que trabajar en sus vidas, y yo les digo: ¿qué más da eso? Una sonrisa, una mirada, una palabra de aliento, a veces eso puede cambiar tu día, tu vida. A veces el ejemplo de tu propia vida puede ayudar al otro. Volcando nuestra vida a nosotros mismos nos encontramos con un abismo de problemas irreales sin resolver, problemas como ¿quiénes somos?, ¿por qué nos sentimos tan solos?, ¿quién nos hizo daño?, el perdonar, aprender a no juzgar, aprender a meditar, lograr tener paz, la falta de salud, la falta de equilibrio, aprender una técnica correcta y adecuada para ayudar a otros, tener una economía adecuada o tener una economía básica… Nuestros problemas son inmensos cuando miramos hacia ellos, pero mirando hacia fuera todos estos problemas dejan de tener valor. Cuando miramos de cara a la vida, a la humanidad o al resto del mundo, entonces comprendemos que no estamos haciendo casi nada de todo lo que podríamos hacer. Comprendemos que nos estamos entreteniendo en mirar únicamente nuestros problemas, nuestros asuntos, dejando así la vida pasar saltando de problema en problema. Buscando nada más que resolver nuestra vida evadiéndonos de comprender su temporalidad, y muchas veces olvidando lo realmente importante.
Aprender a mirar hacia la muerte como una posibilidad constante nos ayuda a desprendernos de todo lo superficial, a enfocarnos en lo más esencial, a comprender que el amor es eterno, lo ilusorio nos entregará pasiones, ilusiones, pero no nos hará libres. Aprenderemos que el amor que surge desde la consciencia de la eternidad es compasivo. Aprenderemos que amamos a todos por igual.
Sobre todo cuando observamos que mañana puede que no exista para nosotros o para los demás, dedicamos toda nuestra energía en hacer algo positivo. Puede que mañana no podamos hacerlo por ello dedicamos toda nuestra vida a lo más valioso, amar, servir, entregar a los demás. Y qué importa si nos sale mal, qué importancia tiene, es mucho peor dejar pasar la oportunidad de vivir con compasión el día de hoy, puede que mañana no tengamos la oportunidad de dar nuestro amor al otro.
Cuando observamos al otro conscientes de que puede marcharse mañana, no podemos dejar de amarle, dejar de entregarle lo más valioso de nosotros mismos. Haz la prueba, cuando pase alguien a tu lado piensa que mañana puede morir, rápidamente sentirás una inmensa compasión por él o ella, olvidarás todo lo que os divide y sólo pensarás en entregarle una sonrisa para regalarle algo de valor a su vida.
Pero cuando miramos la vida desde el egoísmo, desde el control de todo lo que creemos ser, cuando aún no hemos experimentado nuestra eternidad, entonces creemos que amamos más a unas personas que a otras, sentimos división, creemos que tiene valor lo que hicimos hoy o ayer, creemos ser importantes por haber logrado algo, creemos ser observados por el Universo entero en cada acto que vivimos. Y es nuestro ego el que busca la aprobación, el que busca ser el centro del Universo, es el ego quien necesita la atención y el reconocimiento.
santa Ayer pasó tan rápido que ninguna persona pudo agarrarlo, ninguna persona sujetó suficientemente fuerte el día de ayer como para poder trabajar y cambiar hoy lo que ayer no hizo. Ayer ya pasó. Lo que hicimos o no hicimos ayer ya no importa. Y mañana, tal vez no exista, hoy tampoco podemos controlar lo que haremos mañana.
Miles de personas trabajaron durante toda su vida por lo que vendrá mañana. Miles de personas pagaron deudas por lo que aún no poseen o trabajaron por cosas que legarán. Estudiaron por trabajos que no existen, planificaron y enfocaron toda su energía en aquello que quieren lograr mañana. Y olvidaron completamente, que lo único que realmente tendrán durante toda su vida, es el momento presente que dejan pasar irremediablemente deseando constantemente un mañana diferente a lo que hoy ya hay.
Mucho se dice a los jóvenes de labrarse un futuro, pero muy pocas veces se les cuenta la realidad, que pasan los años, pasa la vida, y la mayoría de las personas no son felices, no lograron la plenitud, pudieron tener su trabajo deseado, su familia, su casa, tal como deseaban, pero no son felices porque perdieron el tiempo en sembrar un camino perecedero. Cultiva ese camino, es bueno hacerlo, cultiva tener una familia, una casa, un trabajo, una cultura, hazlo y llegará a tu vida lo que desees, pero se consciente de que algún día todo eso se perderá, incluso lo más caro también desaparece, y si no dejamos un espacio de nuestra vida a cultivar lo eterno y realmente valioso, parecerá que hemos vivido sin sentido, que nuestra vida estaba vacía.
Dejemos de enfocar nuestra vida en trabajar por lo que mañana tendremos y vivamos, aunque sólo sea durante el día de hoy, presentes, en la auténtica vivencia.
No hay tiempo mañana, el tiempo es hoy. Aprende a valorar la vida auténtica en el presente.
Miles de mentes dormidas deambulan por las ciudades ajenas a la realidad de que su vida se agota y no lucharon por cambiar nada, y mañana despertarán, en otro cuerpo, en otro tiempo, pero nada habrá cambiado porque hoy no hicieron nada por cambiarlo.
Siempre me sorprendió la imagen de Santa Teresa de Jesús con calaveras y huesos a su alrededor, visitando catapultas y sótanos donde hombres habían perdido la vida. Con un contacto tan íntimo con la muerte.
Siempre me sorprendió su enseñanza, porque sólo cuando comprendemos que la muerte camina a nuestro lado podemos apreciar cada instante presente. Sólo cuando comprendemos el valor de la impermanencia podemos amar al ser eterno de quien está a nuestro lado, no valorar sus logros o lo que hizo o lo que fue, sino amar al ser eterno, más allá de este momento fugaz.
¿Por qué nos asusta la muerte en esta cultura? Porque lamentablemente todo lo que hemos construido en ella es impermanente.
Somos el amor que vive en el presente, y hoy es un buen día para vivir.
Construyamos una nueva cultura basada en lo eterno, en lo valioso. Construyamos un camino juntos donde aprendamos a amarnos, donde no nos asustemos por los ciclos divinos de la vida y la muerte, sino que los vivamos conscientes y con amor.
Muy bonito Altair, en estos momentos me ayuda mucho leer algo así y tomar consciencia de que el Amor es lo único Eterno
Gracias