La seguridad en la infancia no depende de tener control estricto en los horarios, ni tampoco en que los padres hagan siempre las mismas cosas, un niño no tendrá más o menos seguridad en sí mismo o en la vida por tener lo que se llama una familia estructurada o desestructurada. La seguridad consiste en vivir en un mundo con sinceridad.
Unos adultos al rededor del niño que no mientan ni manipulen, que no engañen ni atenten contra la libertad del niño. Evitar el chantaje, la manipulación y las mentiras cuando tratamos con los niños nos ayudará a que ellos puedan vivir en la verdad. Expresiones que tantos padres utilizan como: si no te comer la comida no habrá… nos vamos a casa por que papá nos estará hechando de menos… juega con esa niña porque si no se sentirá muy sola… comete la comida por mamá… Todo son mentiras, manipulación que genera gran inseguridad en la vida.
En este tiempo los niños son tratados como objetos. Cientos y miles de padres se amontonan al rededor de los parques observando como juegan sus hijos, un espectáculo ridículo a más no poder al que nos hemos acostumbrado. Tal vez un adulto desea «compartir su tiempo» con sus hijos o sobrinos, pero compartir no es «sacar a pasear» al niño, como si fuese un objeto que necesita aire para respirar. Compartir es amar, respirar, vivir. Cuando era niña, ningún padre se quedaba en el parque mirando a los niños jugando, y si así fuese, se trataba de niños menores de 3 o 4 años. Los niños nos divertíamos en un entorno libre, grato, con menos control, pero sobre todo con honestidad. No recuerdo que mis padres, y los padres de nadie, buscasen amistades con hijos para que nos relacionasemos, sólo recuerdo que abrieran la puerta y dijeran, a tal hora en casa. Los padres nos amaban lo mismo que ahora, pero no nos «sacaban a pasear», si querían, paseaban con nosotros. Las costumbres cambian y damos por obvio situaciones ilógicas que generan problemas en el desarrollo emocional de los niños, pues esos niños totalmente adiestrados y controlados, el día de mañana, continuarán pensando que amor es ser expectador de la alegría del otro mientras se controla y vigila.
La seguridad del niño en sí mismo comienza el día en que sus mayores le permiten pensar por sí mismo, cometer errores y corregirlos. Poco a poco desarrollamos la independencia, no sólo en las tareas más comunes, sino también en las relaciones, en la escuela, con el dinero, o con la propia vida.
Imagina la situación de que tus padres te cojan de la mano y te lleven a un lugar, no te digan qué lugar es, ni cuánto tiempo vas a estar allí, ni con quién, ni si ellos vendrán a por ti o no. Así cada día muchos niños viven su vida asustados y perdidos siendo dirigidos por los padres que con las prisas y creyendo que los niños ya se enteran de todo, olvidan advertir al niño de sus rutinas. Olvidamos que el reloj interno de un niño no es como el de un adulto, y no tienen porqué recordar que es jueves, o que cada jueves hay que ir a tal actividad, o que ese día vendrá tal o cual persona que no sabemos. No se trata de la rutina, sino de ser consciente que al niño hay que hablarle y hacerle partícipe en las decisiones de su vida, sin necesidad de escuchar su opinión, pues claramente un niño o niña muchas veces no podrá opinar sobre ciertos asuntos por desconocer las consecuencias de ciertas decisiones, sino que él comprenda porqué se elije lo que se elije y cómo le afectan dichas decisiones.
Cuando el día a día es muy monótono y con pocos cambios, el niño o la niña acaba acostumbrándose y de antemano ya sabrá que va a ocurrir al día siguiente, pero cuando hay muchos pequeños cambios, muchas actividades diferentes o más de tres adultos a su alrededor con ritmos y maneras de pensar diferentes, este niño constantemente estará en alerta por no saber dónde está, donde va o qué hará después.
Por ello es muy bueno, sobre todo en los niños más pequeños, hasta 6 y 7 años, avisar constantemente qué se va a hacer, a dónde va, con quién, cuánto tiempo, para qué… Incluso preguntarle si se enteró para estar seguros que no sufrirá un choque en el cambio.
Una técnica muy buena es ponerte a su altura y mirarle a los ojos mientras se le cuenta que va a ocurrir, por ejemplo: vamos al cole, estarás allí tantas horas, estarás con tus compañeros y con tu profesor, yo estaré haciendo…. A la salida del colegio irá a buscarte la abuela… iréis a comer a casa … nos veremos después de la comida…. Y por ejemplo le preguntamos después ¿a qué hora nos vamos a ver? Se le mira a los ojos al hablarle, le hablamos estando a su altura.
Seguridad también es respetar su dignidad, cuando el niño está completamente enbarrado dentro de un juego está disfrutando y con gran alegría, es muy mal momento para escuchar a gritos a la madre: Noooo!!! Te manchaste entero!!! Es que no te das cuenta de lo que estás haciendo? . La emoción del niño se transformará rápidamente. A demás de ser una práctica muy desagradable, todas las personas merecemos respeto, los niños también. No es necesario gritarlos en cualquier lugar, pues luego, de mayores, tal como ocurre en ciertas culturas, se coje la costumbre de hablar mal en cualquier momento a cualquier persona. En cambio, con suabidad, se espera a llegar a casa y se le habla mirando a los ojos.
Al hablar o discutir con alguien, la comunicación violenta, enfocará toda la atención en lo que la persona hace mal, o lo malo de esa persona, no enfocará en lo que uno siente, sino en lo que otro hace mal. Se convierte en un ataque. Un ataque a la personalidad y a la acción. Entonces se torna una comunicación violenta. El fin, muchas veces, consiste en dañar al otro, haciendo, consciente o inconscientemente, que se sienta mal, incluso algunos padres llegan a creer que cuando el niño llora y se arrepiente, es porque aprendió la lección, y no, para nada. El niño sólo aprendió cómo humillar, como hacer que otro se sienta mal, incluso puede que aprendiese que que cuando el sufre, sus padres se sienten más tranquilos. Las culturas donde no hay delincuencia, ni robos, donde los hijos respetan a sus padres y las personas se respetan entre sí, los padres no acostumbran a gritar a sus hijos, ni a humillarlos, mucho menos en publico. En privado, cuando no hay nadie, se le habla. Un dialgoo sin acusaciones, sin ataques, sin faltas de respesto. De tal forma que se enfoque en la acción negativa y no en lo malo de la persona. Sin manipular. En algunos casos he comprobado que algunos padres al intentar hablar a sus hijos así, les generan una creencia de que los niños son superiores: tú no eres una persona que pega, tu eres mejor…. ese otro niño sufre y por ello no debes hacerle daño, eres más listo que eso… si sabes que está mal, todos esperamos de ti cosas mejores…. yo se que eres mejor persona que lo que estás haciendo…. Entonces generan pequeños niños tiranos, comparandoles con los demás, haciendoles ver mejores. Una riña es una riña, y hay que dejar claro que cualquier niño puede tener comparotamientos malos, cualquier niño puede, en un momento dado, atacar, insultar o hacer daño a otros. De echo, casi todos los niños que he tratado sus padres piensan que sufrieron bulling, pero ninguno de los padres, ni si quiera de los más peleones, acepta que su hijo causó bulling y exclusión a otros niños.
Entonces al dialogar con ellos, al comunciarnos con ellos, nos comunicamos como con cualquier persona, sin manipular, sin infundir temor, sin ridiculizar, con respeto.
En momento complicados todos hemos estado ante alguna persona que hacen gestos de desagrado en la comunicación, o de desprecio, hemos podido estar junto a alguien que intente ridiculizarnos o que imite con guasa lo que decimos. Son técnicas en la comunicación hirientes y sin sentido. Imagina lo que ocurre cuando se hace este tipo de gestos y soeces ante un niño o niña, ¿qué aprenderá? Y realmente, observando mucho, no importa tanto cuál es el defecto o el problema, sino la forma en que se aborda lo que generará un cambio. Una forma de abordar cualquier problema desde el respeto a la dignidad propia y ajena, generará que todos puedan actuar adecuadamente.
Aparentemente un niño tirano tiene gran seguridad en sí mismo, logra siempre lo que se propone. Sea su despotismo porque le exigan demasiado o por que cedan en todo a sus súplicas, se ve a una persona con gran personalidad, con enfoque y con las cosas muy claras. Sin embargo hay gran inseguridad y una total falta de seguridad en sí mismo y de ahí esa necesidad de demostrar continuamente su valía ante todo y ante todos. Su imagen de autoconfianza sólo es una forma de engreimiento que disimula su soledad e inseguridad. Esos niños y niñas demuestran constántemente lo listos que son, lo capaces, lo guapos, incluso demuestran cómo saben y pueden por encima de los demás. Cuando piensan que no les miran los adultos, manipulan, mienten y dañan a sus compañeros intentando situarse en un lugar de poder por encima de todos; muchas veces cuando regresan los adultos, cambian completamente el tono y se muestran dulces, cariñoso y acusan a los demás de faltas que no han cometido. La manipulación que hacen, muchas veces obvia para los adultos, no es más que otra forma de mostrar su inseguridad. Una inseguridad generada por los problemas de comunicación en la familia.
Al tratar a los niños y niñas, no pensemos que son «cosas». En nuestra cultura nos debemos dar cuenta los problemas que genera tener hijos a una edad avanzada, es una diferencia generacional cada vez mayor que hace que los adultos tengan cada vez más problemas para entender los procesos emocionales y personales de los niños y biceversa. Profesores demasiado mayores y padres demasiado mayores hace que los niños se conviertan en pequeños objetos o mascotas para los adultos. Muchos profesores dejan de divertirse y jugar con los niños y su objetivo es dirigir, domesticar, acallar las mil voces y gritos de esas personillas aun por corregir. Muchos padres buscan constántemente un refugio y calma donde los niños no desordenen, no ensucien, no griten…. Pero los niños son niños, simplemente, a cierta edad, uno a veces está más cansado para entenderlo.
No se trata de dejar a los niños ser niños, ni de convertir a los niños en personas decentes. Tal vez sólo se basa en el respeto a la dignidad humana, más allá de la edad, la forma de pensamiento, la creencia y la capacidad. Todos y todas necesitamos recordar que cada persona, tenga la edad que tenga, merece tener su espacio, su voz, su identidad, su autoconocimiento.