La actitud negativa y cómo salir de ella

Una persona que vive en la negación es una persona que se niega a si misma el derecho de ser.

La dignidad humana comienza en la capacidad de creación. El humano es un ser creador. Somos creadores. Es más, nuestra capacidad creativa comienza en el sentimiento amoroso de compartir, de ser, de existir.

El “no”, niega esa posibilidad en su raíz. Semejante a talar un árbol antes de su primera floración, un no termina con todos los pensamientos que brotan, risueños y despreocupados de la mente creativa.

Cuando el niño se acostumbra a escuchar “no”, aprende a vivir en el “no”, y su tozudez se manifiesta desde muy temprana edad, primero limita su acción a todo lo que “no” puede hacer, pero de la misma forma, limita su capacidad de pensar, de sentir, de emocionarse y de experimentar. Entonces vive en el “no”, conoce el “no”, posiblemente tenga el arma más afilada y peligrosa que exista: la capacidad de limitar sus propias creaciones, a veces incluso antes de que surjan.

Algunas culturas viven sin apenas pronunciar el “no”, entonces esta palabra se convierte en algo firme y seguro que se utiliza para detener un peligro, cortar una mala hierba, detener intrusos o marcar limites cuando necesitamos marcarlos. Otras culturas acostumbramos a vivir en el “no”. Es divertido recordar la madre nerviosa que decreta aquél: “no, y punto final”; “No hay más que hablar”. Y realmente no queda nada más que hablar, pero ya de adultos comprendemos que es la misma madre o padre, el adulto quien “no” tiene nada más que hablar, porque es incapaz de escuchar, pensar, crear, intuir… El adulto, incapaz de cambiar y fluir con los sentimientos e instantes de la vida, incapaz de experimentar en la novedad, necesita protegerse con la negación, y sin saber, se niega a sí mismo. Posiblemente porque tema su propia creatividad, posiblemente porque tema que existan otras verdades que pongan en riesgo su verdad.

Y realmente cuando observamos externamente la persona que obcecadamente se centra en un “no”, cuando repetidamente niega, observamos la ignorancia y el temor al cambio.

La inteligencia nace cuando por primera vez escuchamos y aceptamos algo sin negarlo y a la vez sin estar de acuerdo. ¿Significa esto ceder? Significa permitir que la vida sea, que el otro sea, que la propia mente, el propio corazón sea, y crezca y se expanda. Posiblemente el otro, igual que nosotros, esté completamente equivocado. La inteligencia escucha y permite, observa y experimenta, sin limitar, sin agredir, sin cortar las ramificaciones de la mente que tan bellamente se manifiestan cada instante hacia el infinito universo creativo.

Pocas veces comprendemos, desde dentro, que la tozudez no es señal de fortaleza, sino de debilidad y acristalamiento.

La creatividad es la forma de crecer, cambiar, madurar, crearnos a nosotros mismos, descubrir los propios sentimientos, expresarlos. La creatividad es el impulso natural que surge instante a instante del corazón inquieto que siente, abraza la vida y conmueve todo lo que toca. La creatividad es la mente luminosa que se abre y permite que broten los pensamientos más profundos y los sentimientos del alma en forma de arte. La creatividad es la puerta a la consciencia plena.

Cuando una persona descubre la creatividad ajena tras haber limitado la suya propia, esto le puede generar envidia, rabia, impotencia, frustración, la necesidad de “domesticar”, amansar, controlar, dirigir, “educar” al otro, la necesidad de corregir, como si de un animal salvaje que necesita ser amansado se tratase.

Un terapeuta así, deja de sanar y comienza a corregir problemas, como si el conflicto fuese el error y la persona estuviera dañada por experiencias negativas, cuando la persona es un ser misterioso y completo, capaz de expandir su mente y ser una estrella.

Un adulto sin creatividad que intenta ser educador, probablemente tienda a ser limitador, controlador, posiblemente viva desde el no, en vez de buscar, explorar, inventar, crear, permitir, escuchar, sacar a la luz los dones naturales de los propios alumnos, potenciar y escuchar. Pero el adulto no tiene la culpa. Ni el niño que rápidamente imita y antes de hablar aprende a negar.

La persona que vive en el “no”, en la negación, pudiera parecer que niega a quienes les rodean, más se está negando a sí misma la posibilidad de crear, de ser, de vivir.

Una persona con gran capacidad intelectual también puede tener señales de tozudez algo exageradas desde la niñez, muchas veces confusas, donde defiende un punto de vista ante algo concreto que pudiera estar equivocado, o no, y sin embargo esta tozudez no sería una señal de negación, sino una señal de inteligencia y de posible genialidad, donde la persona aprende a defender su propio punto de vista.

El “no” que tratamos en este artículo, es la negación rotunda, surge del miedo, de la negación al espíritu, a la libertad, a la misma vida. Puede estar fundamentado en la falta de conocimientos, en la ignorancia, en el temor, en la inconsciencia o en una verdad. Suele ser de una forma limitante, taciturna, dañina y molesta. “Pero…” “no”; “Aunque …” “No”; “podrías…” “no” “si me escuchas un momento…” “no”.

Cuando convives con una persona que se niega a si misma, al principio sientes frustración, luego sientes pena, a veces te dejas arrastrar por sus negaciones y dejas de intentar, otras veces intentas defender algo inútilmente porque el otro, en su dolor o temor, asfixia su mente y prefiere vivir en la sordera. A veces la persona se enoja, y durante horas de brazos cruzados mantiene su negativa generando un clima duro y desagradable donde se siente sola pero firme. A veces se mantiene así días, o semanas, incluso años. Su negación es fuerte porque le protege, le permite no abrir las alas y volar libre, le permite hacer oídos sordos, la negación ciega y así: “ojos que no ven… corazón que no siente”, la negación le permite evitar cambiar y convertirse en la mejor versión de sí mismo.

Lo interesante es comprender que el inconsciente no comprende la palabra “no”. Parece que la borra de la oración. Cuanto más niega una persona algo, más fácilmente lo atrae hacia sí. El “no”, se convierte en justo lo contrario de lo que la persona querría. Por eso, inocente, quien niega está aceptando y decretando que en su vida, tarde o temprano, ocurrirá todo aquello que hoy negó.

La afirmación en cambio, atrae con fuerza, más es una fuerza positiva que deberíamos potenciar en nuestra vida.

¿Cómo salir de un acristalamiento de este tipo? Se trata de permitir, escuchar y observar. Se trata de pensar antes de negar, de observar antes de limitar, de emocionarnos antes de cristalizar, de empatizar antes de juzgar.

El ojo crítico, el resentimiento, el temor, incluso la creencia de conocer cómo es el otro o qué quiere decir o a quién, desaparece cuando aprendemos a decir “sí”.

Muchas personas en vano intentar dejar de ser juiciosas o envidiosas, y en vano porque es difícil dejar de juzgar si continuamos viviendo en el “no”. Desconocen que el secreto está en dejar de negar la vida, la propia vida, la propia capacidad creativa, la inteligencia, el sentimiento, el otro, la experiencia.

Entonces surgirán las dudas, los temores: “no soy creativo” “yo no se ser así” “yo nunca pensé, actué…” y de aquí al victimismo, y vuelta a empezar al juicio, al obcecamiento y a la negación repetitiva.

Eliminar el “no” de la forma de comunicarnos es un desafío, una aventura que terminará por abrir nuestra mente a las posibilidades de la vida.

Aprender a vivir con el “sí”, se trata de aprender a sentir y adaptarnos a las mayores dificultades de la vida. El “sí” permitirá abrir nuestra mente y ver posibilidades donde antes sólo veíamos problemas, el “sí” ayudará a que descubramos nuestra auténtica voz, nos equilibra y nos centra. El “sí”, sobre todo, nos aparta de la hipocresía y nos conduce a una vida más honesta y coherente.

¿Y cómo hacemos el paso? ¿Cómo abandonamos la tendencia a repetirnos en el “no”?

Primero de todo observar esta reacción de negación. La reacción negativa es como un muro, la persona bloquea su mente y deja de permitir que algo nuevo entre. Se trata de una defensa, la negativa es imperativa, incluso cortante y dolorosa para quienes nos rodean. Pudiera ser que, acostumbrados a ella, las personas que nos rodean ya ni si quiera lo mencionen, pero la persona que vive en el no limita su experiencia y la experiencia de quienes le rodean a una supuesta verdad absoluta que claramente sólo alimenta más la comunicación y el sentimiento.

Se trata de un no que suena como nunca, se trata de un no que desprecia todo aquello que le rodea, o que se sitúa en un lugar superior. Desde el desprecio, la indiferencia de la opinión del otro, la ignorancia o la inconsciencia, el no surge una forma rotunda y clara demostrando que la persona, inamovible, no se ablandará ante nada ni ante nadie.

Por ello primero es reconocer esta situación, este bloqueo mental, emocional y físico que se está realizando.

Tras comprender el grado de bloqueo al que llega uno en su negación, entonces empezamos a observar que sienten las otras personas cuando uno adquiere esa actitud.

En el segundo paso empatizamos, escuchamos, observamos al otro. ¿Qué sentirá el otro cuando nos sentimos superior a él o ella cerrándonos en una afirmación, aunque sea real? ¿Qué sentirá o qué ocurrirá en la otra persona cuando dejamos de escucharla y negamos, en todos los aspectos, su vivencia anteponiendo nuestra verdad?

Entonces en este paso escuchamos, observamos lo que ocurre, a poder ser sin cambiarlo, solo observamos.

Igual que un padre enojado ante un adolescente rebelde negándose a permitir alguna expresión soez de su hijo, observamos primero cuál es el grado de autoridad y negación, qué ocurre en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestra emoción ante esa situación que estamos negando, y en segundo lugar observamos qué estará viviendo la otra persona ante nuestra resistencia. No se trata por su puesto de permitir todo, tenemos que comprender que la forma que estamos generando de comunicación, aunque la persona tenga la verdad, solo genera dolor y resistencia en el otro, por ello hay que cambiarla. Entonces observamos el dolor del otro, como se siente rechazado, como siente que le limitan, que no le escuchan, que le oprimen. Pudiera ser que su reacción negativa sea una forma de defensa ante una negación mal entendida, pudiera ser que el joven hijo de este ejemplo, sienta que le niegan el derecho a ser, y por ello su reacción sea de defensa y rebeldía.

Por ello el primer paso: observamos nuestra negativa, nuestro bloqueo. Qué ocurre en nuestra mente cando decimos no, o cuando defendemos nuestro territorio, cuando defendemos nuestra vedad, cuando negamos al otro un espacio para que sienta, se exprese o cambie.

Entonces el segundo paso: sentimos qué generamos en la otra persona con nuestra actitud negativa. ¿Es efectiva? ¿realmente queremos generar esa emoción en la otra o las otras personas?

Por último, una vez comprendida la actitud de negación, dónde surge, cómo es, qué genera, y en caso de tener un compromiso con nosotros mismos para lograr un dialogo donde podamos defender una verdad sin negar a los demás ni a nosotros mismos, entonces comenzamos el proceso de cambio.

En un tercer paso, aprendemos a transformar el no en afirmación. Claramente esto no significa permitir, sino transformar el lenguaje. Solamente eso:

 “No permito ese tipo de lenguaje conmigo” se puede transformar en “cuando me hablas de esa forma, me siento dolido”. “No quiero hacer eso” podemos transformarlo en “Prefiero hacer esto otro”.

Aun no estamos en un proceso de cambio del pensamiento, pues esto es bueno que se haga sólo, necesitamos que nuestra mente se abra, no cambiar la forma de pensar. A lo mejor nuestra verdad es buena, simplemente tenemos que intentar crear y abrir la mente para que esta verdad sea constructiva y no destructiva. Por ello transformamos las negaciones en afirmaciones.

Por último, al ir cambiando nuestro lenguaje, rápidamente sentiremos como todo esta cambiando a nuestro alrededor.

El temor desaparece, la duda desaparece y comienza una fase de apertura mental, donde las limitaciones que durante tanto tiempo hemos alimentado, poco a poco se van disolviendo.

¿Y qué podemos hacer cuando nos encontramos con un bebé o un niño, niña que vive en la negación? Aunque cueste creerlo, los niños imitan, las neuronas espejo funcionan maravillosamente en los niños. Por más que los adultos se encabezonen en definir los niños por su fuerte personalidad, lo cierto es que esa personalidad, en parte, es un reflejo de la tozudez y negación constante de los padres, o por lo menos la forma en que reciben esa negación. Por ello, en una cultura donde a los niños se les habla en voz baja, suavemente se les explican las cosas, o simplemente se acostumbran a saber lo que no pueden hacer con la actitud positiva de los padres o el ejemplo, estos responden mucho más rápidamente, y con menos riesgos, crecen en la vida de una forma más positiva, con mayor desarrollo cognitivo e intelectual. Pues claramente el “no” que el niño recibe limita no sólo su expresión o su acción, sino sobre todo su capacidad de emocionarse y de pensar por sí mismo.

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