El aprendizaje y los cambios más positivos en la vida no se deberían basar en el miedo. Educar en base al miedo generará unos valores muy negativos, por esto las mentiras, los chantajes, las amenazas y los castigos no son un hábito tan saludable.
Es posible que en ciertas situaciones, el condicionamiento operante a través de recompensas y castigos sea algo factible para lograr objetivos muy rápidamente. A través del conductivismo utilizado actualmente en casi cada escuela y en casi cada familia, fielmente o inadecuadamente, se busca modificar la conduca de los niños a fin de que sean tal cual la sociedad, la familia o la escuela les necesita. Este tipo de acciones la historia ha demostrado que son totalmente válidas para lograr objetivos, las personas cambian, se logra «domesticar» a las fieras y se logra obediencia, tranquilidad en la persona inquieta e incluso cambios en los gustos personales. Se utiliza en los medios de comunicación de masas y lo implantamos sin darnos cuenta en la forma de comunicarnos con los niños. A través del condicinamiento de premio y castigo, las personas logran el aprendizaje que el director busca.
Sin embargo, hay una serie de principios morales y éticos que probablemente nos lleven a sentirnos incómodos con este tipo de actitudes. Lo cual muchas veces lleva a los padres a no saber actuar ante ciertas situaciones, como manejar la conducta inadecuada o las actitudes negativas, o símplemente darnos cuenta que no todo en la vida conyevará un premio o un castigo, pues no todo es una competición.
Muchas técnicas de educación basadas en el miedo, condicionarán la mente y lloevarán a una obediencia, fidelidad y actitud adecuada externamente, más el miedo generado al simple fracaso, o a no ser lo que otros esperan que seamos, continuará siendo un obstáculo en la mente.
Claramente cuando los padres «castigan» a sus hijos, no comprenden que el castigo es un invento social, elaborado tras una serie de experimentos sociales, muchos de ellos aplicados primeramente en animales para modificar la conducta. Seguramente ni si quiera se planteen que valores están entregando al utilizar técnicas de modificación de conducta en sus hijos o lo acertado de este uso, no se plantean las repercusiones, sino sólo observan la necesidad de una meta objetiva. Por ejemplo tienes un niño inquieto y llega un momento en que no te planteas cómo o de qué forma hacerlo tranquilizarse, simplemente lo necesitas. A veces tenemos un dolor físico, y aun sabiendo que ciertas medicinas serán dañinas por usarlas con abuso, acudimos a ellas sin pensar. Lo mismo ocurre aqui. ¿Sabemos que es efectivo? No, pero tampoco importa cuando llegamos al límite.
Cuando un niño se come la comida por chantaje, o hace los deberes con la amenaza de lo que ocurrirá por no hacerlo, el día de mañana amenazará a otras personas y chantajeará para lograr lo que dese. O puede ser que no haga nada a no ser que tenga un objetivo para ello. Pensemos en esto pues es importante, una sociedad que cada uno lucha y se esfuerza por lo que le interesa, es una sociedad egoísta, sin corazón, sin humanidad. Cuando todos los niños de una sociedad, durante toda su vida, se esfuerzan sólo por el temor de no hacerlo bien, de fracasar, de ser todo aquello que nadie ama, el día de mañana, cuando esos jóvenes crezcan, o bien se tornarán caprichosos y egoístas, disciplinados en la tarea de lograr sus objetivos, o completamente obedientes a principios, leyes, instituciones, o normas que ni si quiera conocen.
Sin darnos cuenta caemos en el error de educar en base al miedo y muchos gestos que creemos que surgen del amor, generan indefensión en la infencia.
En los casos de niños y niñas con problemas educativos, o con problemas emocionales, esta situación es mucho más obvia, sobre todo cuando estos niños reciben una atención especial por la «condicion» que sufren. Entonces aprenden que el amor que reciben surge de la pena, de la compasión. Pero no sienten que les amen por ser ellos mismos. Tras esto, en la adolescencia ennublada por emociones negativas, las relaciones con los familiares pueden estar quebradas, difusas, distantes.
Es un tipo de educación que genera falta de honestidad, malas relaciones, y merma la vida afectiva de la familia. Puede generar problemas en la frustración personal a lo largo de la vida, o la creencia de que los éxitos personales son logros de los objetivos planteados. Nos lleva a crecer creyendo en la necesidad del reconocimiento y no en la realización personal. Así, miles de personas tienen una preocupación excesiva por su imagen, por ser amadas, deseadas, por tener lo que aspiran, incluso llegan a hacer lo que sea por no ser «castigados» con el fracaso, el cual claramente no lo toleran y genera gran frustración y dolor.
Cuando nos encontremos ante una actitud que no sabemos abordar, podemos buscar soluciones paralelas antes de recurrir a la amenaza tan común en nuestra sociedad, logrando que si el niño o la niña come la comida no lo haga por el miedo al castigo, sino porque sabe que necesita alimentarse bien, o comprendiendo que, si no hace las tareas de clase, al día siguiente se sentirá mal porque todos sus compañeros las han hecho, no que las haga por miedo a ser castigado sin recreo.
Consiste en aprender a vivir con honestidad, con sinceridad, sin segundas intenciones y con la mente clara en quién somos. Aprender a vivir en el amor en el cambio, y no en el amor como premio. Consiste en aprender a vivir en la realización personal más allá de los resultados obtenidos.
Aprender a convivir en familia sin temor, es abandonar las amenazas, las duedas sociales a veces tan ocultas en cada regalo, premio o cariño, vivir la confianza y la seguridad.
Muy probablemente tengamos que comprender cada estrategia que utilizamos, como el chantaje y la mentira más mínima, para poder salir de las trampas en las que llevamos tanto tiempo cayendo y así dejar de inducir y dirigir a nuestros familiares, esperando que ellos cambien.
Frases como: nunca me escucháis, no contáis conmigo, lo has hecho por rencor, deja de pensar así de mi, todo lo que haces es contra mí, no quieres hablarme? por que no me dices lo que piensas? … surgen de un punto de vista totalmente juicioso, pero externo. Este tipo de comunicación basada en infundir temor, está centrado en que la otra persona ha de cambiar, ha de ser diferente. Entonces es un tipo de comunicación y visión de vida centrada en lo que el otro hace mal, y no en lo que nosotros sentimos.
Frases como: me siento así, no siento que eso esté bien hecho, a veces siento mala comunicación… son frases basadas en el sentir personal, y no en lo que el otro hace mal. No hay amenaza, violencia, ataque ni juicio, no infunden temor, no hay manipulación.
Es desfiante revisar una por una las frases con las que hablamos a nuestros hijos y familiares para poder abordar la comunicación desde el apoyo a la persona que amamos y no la negación de su propia libertad, aunque el esfuerzo merece la pena.