El amor propio

El amor propio no puede surgir de frases hechas, ni puede provenir de esquemas prefijados.
No puedes ir a una librería y comprar un libro para amar a tu pareja, porque tu pareja es única; tendrás que aprender a amarla a ella, porque no hay nadie más como ella. Para amarla, la tienes que conocer, compartir con ella. Cada día aprendes un poco más de ella; cada día la amas un poco más. Aprendes lo que teme, lo que le gusta, lo que sueña, lo que le enoja; aprendes a conocerla, y al conocerla, cada día la amas más.

Cada día tu pareja cambia: tal vez engorda o adelgaza, pierde pelo o se le revuelve, aparecen arrugas, cicatrices, nuevos hábitos, nuevas creencias. Cada día, tu pareja es completamente distinta, y tienes que amar algo nuevo de ella. Es más, cuando ves esos cambios día a día, los amas según aparecen. Sus cicatrices son su historia, y amas esas cicatrices; te recuerdan quién ha sido. Sus arrugas son las marcas del tiempo, las huellas de la vida sobre esa persona, y amas esas arrugas. Amas todo en ella, porque va cambiando con la vida: no es estática, no es un mueble ni una cosa, es un ser humano complejo, cambiante, que te sorprende. Por eso, cada día la amas más, porque aprendes a amarla, a respetarla, a estar a su lado.

¿Acaso, tras 30 años, podrías decir que existe en alguna librería del mundo un libro que resuma lo que has hecho y lo que has de hacer para amar a tu pareja? Imposible. Has estado a su lado día a día, en todos los momentos; por eso la amas. No hubo atajos: el amor se forjó día a día, en el cuidado, en las discusiones, en la paz, en el cariño y afecto, en lo que dabas por sentado y en todo lo que te sorprendió. No hay ningún libro que pueda resumir eso.

Contigo es igual. No hay ningún libro que pueda decirte cómo amarte. Es día a día, cuidándote, conociéndote, estando a tu lado, siendo tu mejor amigo, respetándote y descubriéndote. El amor propio no surge de un manual, ni de frases hechas, ni de ejercicios absurdos; viene de estar presente contigo, aceptarte y escuchar quién eres.

Conocerse no es fácil, igual que entablar una relación. Lleva tiempo, tienes que poner voluntad, y debes saber que esa persona, ese amor, te cambiará. Pues conocerte a ti mismo, esa persona que eres, ese amor propio, te cambiará. Cambiará todo lo que piensas de la vida, cómo actúas, cómo eres. Amarte hará que mejores en todos los aspectos, pero tal vez amarte significa dejar de ser quien eres, y tal vez te gusta ser quien eres.

El amor propio hace que uno abandone la superficialidad, que abandone el autofustigamiento, que deje de menospreciarse. Cuando uno se ama, conoce sus límites y los respeta; no hace aquello que le hará daño, y no se detiene ante las dudas cuando es el momento de actuar. Cuando uno se ama a sí mismo, cambian sus relaciones: ya no te relacionas desde la dependencia, ya no permites lo que antes permitías, ya no toleras faltas de respeto. Te amas, así que te cuidas.

Abandonas todas esas comidas y bebidas que crees que te gustan, pero que te dañan.
Abandonas la pereza, la mentira, el odio a la vida, el autoengaño.

Cuando te amas, aprendes a ver cuántas personas hay a tu alrededor actuando desde el dolor, porque no se aman. Cuántos momentos hay de dolor, acoso, agresiones, ataques, angustia, engaños, robos… solo porque uno no se ama. La envidia, la ira, el apego: todos los venenos de la mente surgen porque las personas no se aman. Los comprendes, los observas, pero ya no caes en ellos de la misma forma. Aprendes a admirar, a generar paz y a desapegarte. Cuando te amas, dejas de ser tu peor enemigo.

Entonces, aprender a amarse también es seguir un camino de transformación inevitable, que muchos no están dispuestos a recorrer. Es más: es probable que muchas personas no se amen porque quieren seguir siendo como son, viviendo como viven y pensando cómo viven.

Si deseas amarte, olvídate de todo lo que sabes de ti; lo más probable es que surja del juicio, del miedo, de un espejo en el que te miraste mil veces, bañado de veneno y frustración. Aprende a mirarte y ser transparente, honesto. Mirarte y ver quién eres, cómo eres. Amarte cada día, conociéndote y descubriéndote. Aprende a ser tu mejor amigo: tu luz, tu claridad, tu apoyo en la vida.

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