La esencia de la mente es pura. Pero nuestra realidad es una manifestación ilusoria como un sueño que nos atrapa en ilusión aparentemente sin fin.
La totalidad indescriptible, indivisible, no está por debajo de la manifestación ni por encima, no está dentro ni fuera. La manifestación, cualquiera que sea, es cambiante y transitoria como una nube. Observar una nube puede dar una visión hermosa, más contemplar la esencia es una visión luminosa y trascendental.
Sin embargo, pasamos nuestra vida enfocados en esas nubes, en las manifestaciones transitorias, y, con suerte, apenas instantes en la vida logramos contemplar la esencia pura de la mente.
Esto genera un gran sufrimiento, pues todo cuanto conocemos tiende a desaparecer o cambiar rápidamente. Nacimiento, muerte, enfermedad, son ciclos naturales en todo, desde la vida misma, hasta los propios pensamientos. Una mente atrapada en una manifestación cambiante y transitoria, necesita generar un ego para dar sentido a su experiencia humana. Este ego es un disfraz, una apariencia, una creencia de que existimos y somos algo. Cuando más observemos lo transitorio, más nos identificaremos con el ego y más lo tendremos que alimentar, cuando más observemos la esencia pura de la mente, menos alimentaremos el ego, comprendiendo que no es más que un espejismo.
El ego cree en la separación, el espíritu siente la unidad.
El ego necesita experimentar la separación una y otra vez, a través del amor con apego, del rencor, del miedo o del odio.
El espíritu experimenta el amor incondicional.
No significa esto que debieramos dar la espalda a la realidad conocida, tangible o pensante. Claramente las manifestaciones existen por alguna razón, son maravillosas y casi todo lo que nosotros somos esas mismas manifestaciones. Y ya hubo muchos caminos espirituales dedicados a abandonar y rechazar todo cuanto el mundo terrenal podía ofrecer para poder centrarse en lo esencial, muchos caminos en el pasado donde se dejaba de comer, de dormir, de tener relaciones con otras personas, de vivir la vida para contemplar el infinito. Si esto es necesario, claramente no. El budismo busca un camino medio, un camino donde podamos vivir sin abandonar nada, pero sin excesos ni apegos a todo. Consiste en la sabiduría, en la comprensión de cómo funciona el mundo, a fin de poder vivir en la felicidad plena.
De hecho, el budismo tan sólo es la corriente filosófica que busca explicar la esencia de la mente y el porqué de la vida. No se trata de ninguna religión, sólo filosofía que busca respuestas esenciales para dar un mejor sentido a la vida.
La primera enseñanza, la primera clave filosófica budista, es sobre el sufrimiento que lleva a replantearnos la vida entera. Por qué sufrimos y cómo dejar de sufrir. Lo cuál surje de forma natural al tener un entendimiento profundo de la transitoriedad y cambio constante de toda manifestación, pues todo, excepto la esencia, esta en ese constante cambio.
Permitir que todo cambie y fluir en dichos cambios, es felicidad.
Apegarse a las cosas, a los sueños, a uno mismo, es sufrimiento.
Lo cambiante es tanto lo físico como lo ilusorio, es el yo, el ego, las emociones, las personas que nos rodean y la imágen que tenemos de ellas, son las visiones, las experiencias y el amor temporal. Lo transitorio es aquello que está fuera de nuestra mente y aquello que está dentro de nuestra mente. El yo que cree saber, y el yo evolucionado. La única y verdadera dicha, surge cuando dejamos de aferrarnos a todas estas cosas permitiendo que cambien y que cambiando con ellas.
Cuando las personas sufren profundamente atrapadas en la incomprensión de la razón de su vida y su dolor, empiezan a generar más y más ilusiones en su mente. A veces estas ilusiones pueden ser consideradas poderes místicos, visiones trascendentales, egos espirituales, que no son más que la búsqueda de una vivencia más amorosa y sensible dentro del tejido de manifestación conocido. Pero no son experiencias místicas reales, no se trata de auténticas conexiones con la esencia pura, pues aun hay división, ego, dones, visiones, sueños… Aun existe la necesidad de ser algo. Por esto, muchos caminos místicos basados en experiencias sensitivas, pueden generar más dolor al continúar aferrándonos a una idea del yo efímera.
Cuando realmente amas a una persona y la miras a los ojos, dejas de mirar y te conviertes en mirada. Cuando realmente contemplas la esencia pura, dejas de ser algo y te comprendes en sentimiento.
La meditación busca desarrollar una mente contemplativa, serena, limpia, que permanezca atenta a la esencia pura de la mente, evitando quedar atrapado en las ilusiones que nos rodean.
En el budismo esta fue la primera enseñanza de Buda: Las 4 nobles verdades. Fue entregada en Varanasi (India), a los 5 compañeros ascetas con los que Sidarta Gautama Buda había meditado en el monte cerca de Bhodgaya antes de sentarse bajo el árbol Bodhi y alcanzar la iluminación.
- La verdad del sufrimiento
- La verdad de las causas del sufrimiento
- La verdad del cese del sufrimiento
- La verdad del camino que conduce al cese del sufrimiento
En una mentalidad europea, esta enseñanza serían leyes universales, son verdades innegables.
La verdad del sufrimiento habla de que existe el sufrimiento.
La verdad de las causas del sufrimiento explica que el sufrimiento tiene un origen. ¿Cuál? El no comprender y no saber vivir ante la transitoriedad e impermanencia de la vida.
La verdad del cese del sufrimiento explica que se puede vivir sin sufrimiento. Se puede ser feliz.
La verdad del camino al cese del sufrimiento enseña que para abandonar una vida de sufrimiento hay un camino que conduce al cese del sufrimiento y a la felicidad plena. ¿Qué camino? La sabiduría. La sabiduría no es un método, no es una práctica, no es una luz espectral. La sabiduría es el resultado de una conciencia clara y limpia que no se aferra a lo transitorio, sino que surje en lo eterno.
La visión espiritual occidental a la que la mayoría de nosotros estamos acostumbrados, habla de una luz pura ajena a uno mismo, algo que nos ilumina, nos ayuda, nos guía. Un maestro, un Dios o una fuerza poderosa ajena a uno le ilumina ayudando a cambiar su vida y encontrar luz en uno mismo. La búsqueda espiritual está basada en ese ser externo o esa fuerza superior que iluminará y ayudará en los momentos más difíciles. Esa luz divina se muestra piadosa, amorosa, en algunas religiones es la misma que entrega el sufrimiento como castigo por no ser puros. Existe pues la visión de algo divino y algo inpuro que sufre por ser lo que es.
Normalmente quien busca respuestas en esta forma de pensamiento religiosa, busca una persona santa, tocada por esa fuerza divina, o una energía superior que le toque y transforme, para ser tocado, transformado, purificado, santificado, pues en esta forma de filosofía religiosa, sólo a través de la bendición de algo externo la persona encontrará la esencia.
Puede que esta necesidad de ser tocado, iluminado, nazca del mismo sufrimiento y la creencia de que algo externo eiliminará dicho sufrimiento. Pero también, comprendamos que en varios textos sagrados occidentales, el origen del sufrimiento se debe ha haber nacido con un pecado, con una mancha, siendo impuros, siendo imperfectos, mereciendo ese sufrimiento. Y además, el mismo Dios que tiene el poder de eliminarlo, nos podrá conducir a un sufrimiento eterno en caso de no ser obedientes o leales a él. No hay respuesta alguna en estas afirmaciones, no hay una claridad, no hay un por qué o para qué se sufre. ¿Castigo? ¿Aprender? Claramente esto da una respuesta real o lógica a la dolorosa existencia que tantos seres tienen.
Por otro lado, lo que nos muestra el budismo y el taoísmo, es que existe una esencia en todo, la misma para todo, indivisible y perfecta. Dentro de estas corrientes hay muchas explicaciones, aunque ambas son del todo atéas y completamente nihilistas. El budismo en su base es totalmente ateo. Toda la filosofía budista se basa en la creencia de que no existe un Dios, no existe un algo externo ni luminoso ni superior ni inferior, existe la esencia de la mente. Por ello ningún Dios castiga, ni premia, ni tiene por qué apiadarse de otro. La salvación no existe, ni la condena.
Al comprender el Universo no cómo un poder superior y un algo inferior que requiere ser conmovido e iluminado por el poder superior, el camino se centra en encontrar la paz en uno mismo y la esencia en uno mismo. Arriba y abajo existen como aspectos del Cosmos, no como la justificación de una moral y una espiritualidad.
La metáfora que se utiliza en el budismo es el médico (Rimpoché) que entrega la medicina (Dharma o Sabiduría) que cura el sufrimiento (Ignorancia). Pero el médico no ilumina en sí, no es la medicina en sí, no es la respuesta ni tiene el poder de cambiar nuestro destino, tan sólo es una persona que alcanzó una sabiduría y nos la trasmite.
Nada ni nadie puede iluminar a otro, tan sólo la verdad.
¿Pero cuál es ese camino hacia el cese del sufrimiento? ¿Qué acciones requiere? Ninguna, tan sólo observar y comprender la verdad del mundo. No se trata de conocer la verdad cómo una ilusión, ni como una enseñanza de algo imposible de comprender que tengamos que aceptar como una verdad absoluta, sino que se trata de un recorrido en que descubrimos dicha verdad por nosotros mismos.
Claramente en la filosofía hay muchas más preguntas, muchás más claridades y respuestas, pero posíblemente el por qué sufrimos sea una muy brillante pregunta con la cuál empiezan muchos libros sagrados.
El cambio es intenso y completo, se trata de comprender que podemos alcanzar las respuestas cuando buscamos adecuadamente.
Pudieramos concretar que se nos muestra la existencia de una esencia pura, indivisible y omnipresente. A través de ese camino hacia el cese del sufrimiento, uno encuentra respuestas trascendentales e irá comprendiendo que dicha esencia tiene 3 cualidaes: vacío, luminosidad o la capacidad de ser algo y espaciosidad. Silencio, Sabiduría y Compasión. Budha, Dharma y Shanga
La compasión en el budismo no tiene la connotación cristiana, no se trata de ninguna pena o dolor por el sufrimiento ajeno. La compasión es lo llamaríamos el amor incondicional que nos lleva a conmovernos tanto en la alegría como en el dolor ajeno. Una forma de amar sin distinción, pura. No hay personas que merezcan más ese amor, no hay personas a las que se ame más o menos. El amor compasivo en la filosofía budista es el amor que busca expandir la luz de la mente en el espacio infinito.