Indiferencia

Descubrir la indiferencia en su inicio es importante para que no se desarrolle la alexitima.
La indiferencia puede surgir por un gran sufrimiento en la vida y la negación de las emociones ajenas a fin de no sufrir o, por el contrario, el sufrimiento del egoísmo y egocentrismo constante.
La indiferencia es un estado mental neutro ante el alrededor. Sería la incapacidad de emocionarse ante un hecho o persona. Señala frialdad, insensibilidad y desapego negativo.
Cuando en una comunicación violenta, la persona descubre que la indiferencia genera daño, lo utilizará como una forma de castigo. El sentir la indiferencia de otros es algo muy doloroso, y este tipo de gestos son lo que más merman una relación.
A diferencia con la envidia, la ira, el apego, el temor, el ego, la indiferencia no es una emoción esencial, sino que es una consecuencia, cuando indagamos en la indiferencia sobresaldrán las verdaderas emociones que están generando esta actitud.
Podemos observar como la indiferencia en el trato personal, o la indiferencia de una forma global. La indiferencia como una forma de castigo, o la indiferencia real. La indiferencia como una parte de insensibilidad o como un indicio de alexitima. La indiferencia mental o la indiferencia emocional.
Es una actitud claramente negativa contraria a la empatía. Y al igual que a través de la manipulación se utiliza la emotividad para generar un chantaje emocional, se puede utilizar la indiferencia para generar aislamiento o exclusión social.
Suele surgir en las personas con una educación egocéntrica. Esas personas que siempre se salen con la suya, quienes consiguen todo lo que quieren o quienes están acostumbrados a lograr todos sus caprichos. En la relación, no consideran sus gestos de indiferencia como una forma de castigo, sino como una expresión de su propio dolor emocional, a fin de continuar con la manipulación, el chantaje o lograr sus propios objetivos.
La persona que crea indiferencia como castigo, se acostumbra a excluir o generar aislamiento a los demás. Buscará relaciones exclusivas. Consciente o inconsciente de ello, está utilizando una forma de maltrato psicológico.
Se mostrará como dejar de hablar con el otro, dejar de mirarle, hacer gestos de desprecio cuando el otro exprese su sentimiento, o de cansancio, mirar hacia otro lado o ignorar el dolor ajeno. Reírse y disfrutar el mismo momento en que el otro sufre, o comunicarse en exceso con otras personas para evitar hablar con alguien. En la indiferencia como una forma de castigo, el objetivo es generar daño, demostrar claramente el deseo de castigar y dañar.
Es muy probable que la indiferencia no sea real, que tras un tiempo la persona se derrumbe emocionalmente generando un chantaje emocional en un grado similar a la indiferencia que previamente generó. O es posible que continúe en su indiferencia acristalando sus sentimientos cada vez más.
Observemos aquí la necesidad de ser el centro de atención, la manipulación de las situaciones y el maltrato que se genera.
Es posible que, tras un tiempo en una relación larga con una forma de comunicación errada, se utilice la indiferencia habitualmente como un castigo. Se utiliza como un insulto, como una forma de desprecio provocando tensión, ansiedad, dudas, y agrietando más la relación.
Cuando se rompe negativamente esta situación, se genera una comunicación fría y despreciativa, con gestos hirientes y palabras dañinas. Cuando se rompe de forma contraria se utiliza la emoción como una forma de chantaje para continuar con el dolor que mermará aún más la relación.
Pues sólo cuando se transforma la indiferencia en una verdadera empatía, el castigo desaparece y renovamos la comunicación sana. Comprendiendo que esa indiferencia esa una forma que trataba de dañar al otro.
Comprendamos que no es lo mismo compartir el silencio o respetar el espacio ajeno con la indiferencia. La indiferencia busca dañar. La persona que ha sentido previamente esa indiferencia y que se relaciona desde el apego, algunas veces entiende el silencio de la otra persona o su espacio personal, como una forma de indiferencia, más también es importante aprender a respetar y convivir. Cada persona tiene su espacio personal, no estamos obligados a compartirlo todo. Una relación no obliga a dar explicaciones, a estar donde no queremos ni a hacer lo que no queremos.
En esta forma de indiferencia como castigo, tendremos que descubrir la actitud negativa, transformarla y observar cuáles son los verdaderos objetivos de la indiferencia, romper la relación o dañar a la otra persona.
Comprendamos como relación todo vínculo con otros, y es posible en un grupo como una escuela o un trabajo, generar indiferencia como una forma de maltrato psicológico, a fin de generar un aislamiento social, el cual llevará a la exclusión social generando vulnerabilidad y afectando en las relaciones grupales.
En este punto, la persona que genera este aislamiento o indiferencia, no maltrata, pero es quien lo provoca. En un aula podremos encontrar esa niña o niño que se aparta de otro niño o niña, con total indiferencia genera gestos de desprecio a su lado, sin embargo, no hay maltrato directamente, aunque sí una intención clara de que los demás niños maltraten o aparten al niño o la niña. Incluso pudiera haber disfrute cuando ese niño o niña es apartado o es humillado por los demás niños. El punto está en que el niño o niña aparentemente indiferente a esa situación, manipulará la situación grupal a fin de lograr aislar o humillar a la otra persona, con una total indiferencia a los sentimientos ajenos.
En estos casos tendríamos una indiferencia generada en el dolor emocional, posiblemente relacionada con el desprecio.
Aunque puede haber otra forma de indiferencia mucho más negativa y más difícil de detectar. Se trata de la indiferencia emocional, la total desvinculación de las emociones ajenas.
En este caso tendríamos que observar si hay una incapacidad de emocionarse en la vida.
Pudiera ser que se trate de una persona acostumbrada a conseguir todo lo que quiere, ese pequeño tirano que en su mente está la necesidad de lograr todo lo que aspira y la seguridad de que lo conseguirá, con una carencia total de respeto o empatía por los demás.
Tras la indiferencia, muchas veces vemos un niño tirano, un pequeño emperador, el cual haya sido maltratado en su niñez al darle todo lo que quería, un niño consentido o al contrario, un niño tirano como consecuencia de una educación exigente, ha quien han exigido más, porque le han hecho creer desde bebé que él podía más que otros. Con una total indiferencia hacia los sentimientos ajenos, crece creyéndose más, creyendo que puede llegar más lejos y que siempre logrará lo que persigue. Tras los años pudieran aparecer actitudes de indiferencia y desprecio las cuales es posible que se hubieran observado en la niñez pasando desapercibidas.
Esta es una indiferencia generada en la forma de educación, en una educación basada en la comprensión de que tendrá atención sólo quién “lo merezca”, que la atención no es aleatoria, ni el cariño, sino que es un premio por ser mejor, por lograr las cosas, o que el cariño es el premio por sufrir en caso de que se de cariño sólo cuando hay sufrimiento de por medio. Entonces la indiferencia se genera como respuesta a una creencia en que el cariño se utiliza como un premio o un castigo. Pudiera ser que la persona logre ser médico, abogado, profesor, pero con una total indiferencia a las personas y el proceso de cada una, y totalmente enfocada en los resultados. Es importante comprender que no estaríamos tratando aquí de una incapacidad de sentir emociones como sería el caso de una alexitimia, pero sí se darían muestras de ello. En estos casos, ese niño o niña tirano, en la edad adulta, pudiera mostrarse como una persona incapaz de emocionarse o empatizarse por el dolor ajeno, a no ser que fuera la muestra de cariño como una forma de acercamiento a otros. Quiero decir, la emoción se utilizaría como herramienta en la comunicación o en el victimismo, y no saldría totalmente espontánea, al igual que en ciertos niños que parece que saben cuándo emocionarse para conseguir qué.
Las emociones en su naturaleza, son las herramientas que nos ayudarán a seguir los pasos de la vida. Una emoción correcta nos ayudará a dar los pasos correctos. La tristeza, el enojo, la alegría, el temor, la indiferencia o el asco, todas las emociones, son señales que recibimos para saber cómo actuar. Cuando, debido a las vivencias del pasado, la educación, o un problema psicológico, estas emociones no son adecuadas, dejarán de ser de ayuda para la vida, surgirán como forma de sufrimiento y nos bloquearán en vez de ayudarnos a avanzar.
En este caso, una persona acostumbrada a no sentir emociones, o a bloquearlas, le será muy difícil saber qué emoción tiene, porqué, o cómo dejarla fluir. Posiblemente cuando tenga tristeza no llore, sino que grite, o cuando tenga miedo se ponga a reír. La inteligencia emocional se verá bloqueada y comenzarán problemas en las relaciones, en la misma vida, generando que pudiera bloquear las emociones en vez de vivirlas con fluidez.
En el caso extremo tenemos una indiferencia mucho mayor que se produce cuando hay un dolor muy profundo en la niñez. Se trataría de una forma de alexitimia o incluso psicopatía, donde la persona, debido a la causa que fuere, bloquea todo estímulo neuronal ante las emociones, generando una incapacidad de emocionarse o reaccionar ante las emociones ajenas. Pudiera ser que este proceso sea paulatino y que sea en la edad adulta cuando hay más señales de problemas psicológicos emocionales, falta de empatía, manipulación, humillación a los familiares o maltrato psicológico o físico con una aparente indiferencia hacia el dolor ajeno.
Se trataría aquí de una forma de maltrato cruel, donde aparentemente en la otra persona no hay ira, sino desprecio y frialdad. Una falta de muestra de emoción y un frío en la relación. Todo esto con carencia de emociones afectivas, de cariños o de abrazos.
Para trabajar sobre este tema, primero observamos cuándo o con qué hemos sido o sentido indiferencia: animales, lugares, personas, situaciones. Es posible que sea hacia el mismo cuerpo, obligándolo a adelgazar, engordar o transformándolo con cirugías sin importar del daño emocional que pudiera surgir de dicha transformación física. Observamos todas esas situaciones que hemos vivido bloqueando las emociones, las relaciones que hemos podido tener sin emoción alguna, sin implicación, observamos las situaciones que sí nos han generado emoción, buena o mala, y todas aquellas que no nos permiten sentir bloqueando nuestra capacidad de emocionarnos. Observamos nuestros gestos de frialdad, nuestra actitud indiferente.
Ante la indiferencia nuestra o ajena, comprendemos que es una actitud, más no es la esencia, esta actitud surge como resultado de otras emociones conflictivas. Existen otros problemas que debemos trabajar para poder disolverla, aunque por ahora, tenemos que ser capaces de descubrir en nosotros mismos esta actitud, porqué aparece y que resultados genera.
Cuando otras personas estén mostrando indiferencia hacia nosotros mismos, como una forma de castigo, o porque realmente tengan una indiferencia hacia nosotros mismos, vamos a comprender la incapacidad de emoción en esa persona, entonces trabajamos sobre la admiración en el proceso evolutivo del otro, buscamos sentir admiración y emocionarnos con el proceso ajeno.

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