Nuestra mente divide los espacios, las áreas de la vida, los arquetipos, divide el mundo en arriba y abajo, dentro y fuera. Así tenemos una especie de control y podemos interpretar el mundo. Sin embargo, en otro nivel, arriba y abajo, dentro y fuera, los espacios, las áreas de la vida, todo, son una misma cosa.
Microcosmos y macrocosmos son una misma cosa. Da lo mismo cuento tiempo mires hacia adentro, o hacia afuera, pues acabarás encontrando lo mismo.
Igual que antes o después, nuestro tiempo es parte de la dimensión en la que nos encontramos, afecta únicamente a esta dimensión. No podemos tener el control de lo que habrá más allá de esta realidad, y la necesitamos para que tenga sentido nuestra vida.
Por eso, cuando vivimos algo, es muy simple justificarlo con algo del pasado, o con algo heredado, o con lo que sea. Hay tanto que puede influir al momento presente… ni si quiera podemos asegurar que el futuro será el efecto del presente o la causa.
Entonces, cuando nos invaden emociones, experiencias, energías… es muy simple achacarlas a una cosa u otra, y en cierto nivel de trabajo interior, todo cuanto ocurre no son más que agregados, que cuando más los miras, más fuerza tienen, pero no por ello dejan de ser lo que son: agregados de la mente y no la esencia pura de la mente.
Obviamente, entretenernos mucho en palabras, sólo generará más desconcierto, porque la experiencia es pura, y las palabras sólo intentan controlarla, señalarla, analizarla, y ¿acaso es posible? Solo son palabras y no se acercan ni por asomo a la realidad experimentada.
A veces pasan cosas que no entendemos, a veces la experiencia se torna desafiante, o tal vez abrumadora, o nos estancamos en una vivencia y no logramos superarla. Sin importar lo que sea, tenemos distintos niveles para afrontar esto.
Desde un lugar simple, la mente burda se dejará llevar. Se dejará arrastrar por todo lo que ocurre. Sin interpretarlo, como víctima de la experiencia. Ni si quiera la observará. La conciencia, cuando no hay esfuerzo, tenderá a hundirse en la oscuridad.
En otro nivel, intentará mirar hacia dentro, al propio dolor, al yo, al ego. Observando como la propia experiencia, expansión de uno mismo.
En otro nivel intentará descubrir la experiencia como parte de una experiencia colectiva, con las energías que nos rodean, las experiencias ajenas que son parte de nosotros. La interconexión entre todas las cosas.
En un nivel más profundo, cada experiencia sólo es un agregado más, y contemplamos la esencia de la mente más allá de toda manifestación.
Todas las realizaciones tendrán una justificación, en todos los niveles podremos encontrar una razón de la experiencia. La multiplicidad del ego también genera la multiplicidad de realidades percibidas y subjetivas. La esencia siempre es una.
Cuando pasa lo que pasa, continuamos sembrando la quietud de la mente, y contemplando el espacio interior, la experiencia ya no es una manifestación borrosa que impide escuchar el rugido del León, del gran espíritu, de la esencia de la mente.
En este tiempo puedes encontrarte muchas experiencias, mucha intensidad. Todo lo que nos rodea son colores y formas llamativas, que generan gran expectación.
No dejes de mirar el mundo por una búsqueda interior, porque tu vida tienes que vivirla. Claro que hay personas que pueden volverse ermitañas, toman esa elección y siguen ese viaje, aun así, mantente en tu vida, responsabilízate de tus creaciones, porque utilizar la espiritualidad como excusa para no enfrentarte a tus retos, no es una excusa sólida.
Pero ante las distintas experiencias, se coherente, la vida es pasajera, igual que todo lo que hay en ella. Vívela, plenamente, pero sin perder la atención hacia lo verdadero, lo imperecedero.






