Parábolas de Chuang Tzu
Voz e improvisación de guitarra por Altaïr
Hui-tzu dijo a Chuang-tzu:
Tengo un gran árbol; le llaman ailanto.
Su tronco es enormemente grueso.
No vale para hacer nada .
Sus ramas son tortuosas, tampoco se puede hacer nada con ellas.
Mi árbol, pues, se levanta junto al camino.
Los carpinteros que pasan por allí ni se dignan mirarle.
Las enseñanzas de su Merced son también así, demasiado grandes e inútiles.
Todos se alejan de ellas
Chuang- tzu le responde:
¿Sólo su Merced no ha visto cómo la garduña se agacha,
se encorva y aguarda el menor descuido de su presa,
cómo salta de acá para allá sin que le de cuidado sortear las desigualdades del terreno hasta que viene a caer en el cepo y morir en la red?
En cambio el yack, inmenso como nube que cuelga del cielo,
sólo vale para cosas grandes.
No es capaz de cazar una musaraña.
Volviendo ahora a tu corpulento árbol, su mal es el ser inútil.
Pero ¿por qué no plantarlo en un campo desierto donde no crece otra cosa?
Podrías pasearte a su sombra en tus ocios y disfrutar tendido debajo de él.
No estaría expuesto a morir a golpes de hacha antes de su tiempo.
Nada le podría dañar.
¿por qué, pues, va a ser perjudicial y malo el no servir para nada?