Una búsqueda espiritual sin religión

Algunos se sorprenderán en esta página al ver artículos de aquí y de allá, con enseñanzas zen, de taoísmo, de budismo, misticismo, metafísica, cristianismo, mitología, todo aparentemente sin ton ni son, reunido en un camino que parece que no tiene inicio ni final.

En parte es así, es una web con demasiada información difícil de encontrar, obtenida de muchos años de estudio, práctica, reflexión. No de un lugar en concreto, sino de contrastar y estudiar a fondo más allá de lo que está escrito.

Mi opinión personal es que actualmente, las religiones del mundo han mezclado política y tradición cultural, con enseñanzas místicas. Todas ellas están muy alteradas,muy desequilibradas, politizadas, y todas ellas a la vez tienen cosas muy valiosas que sería bueno rescatar.

La mitología, al igual que los cuentos de hadas, han sido lentamente modificados y reinterpretados en cada cultura, por las diferentes religiones que censuraban todo aquello que no comprendían, que añadían versos, textos, que eliminaban lo que no les gustaba.

De la misma forma la historia. Si ni si quiera podemos coincidir en las versiones de lo que ocurrió el año pasado, ¿cómo podemos saber lo que ocurrió hace 2000 o 300 años?

En el caso del budismo tibetano, posiblemente la religión que pudiera parecer con más trasfondo espiritual, la politización es evidente, y mientras Gedhun Choekyu Nyima esté desaparecido, ¿quién puede asegurar que las reencarnaciones de ciertos tulkos, incluido el Dalai Lama, sean las que corresponden? ¿Quién podrá ahora asegurar que un maestro de esa religión no sea un impostor, o un doble?

En el caso del cristianismo, hablamos de la institución más rica del mundo, capaz de acabar con el hambre, la escasez, con demasiadas incógnitas y delitos sin respuesta ni cambio por su parte. Posiblemente la religión que más daño hizo a la mujer, a la cultura, a la historia, con crímenes imperdonables que han teñido la historia de la humanidad de sangre, por los que nadie les juzgó, por los que nadie aun hizo nada.

Pudieramos salvar un poco el taoísmo, ya que no existen escuelas, líneas de trabajo concreto, ni líderes que determinen qué es Tao y cuáles son sus prácticas. Pero los practicantes taoístas, más allá de tres o cuatro tratados esenciales, nunca se ponen de acuerdo de qué es taoísmo y qué no lo es, cuál es la práctica verdadera o de dónde surge esta. Cada uno dirá una cosa, y todas la vez son ciertas a la vez.

Pero podemos observar las distintas quemas de libros de la historia, desde Qin Shi Huang, Alejandría, los códices mayas, la quema de Bid-Rambla en Granada… ¿Quién puede confirmar que los textos de los que disponemos sean auténticos? ¿Quién puede confirmar que no son “restos” de distintas inquisiciones políticas?

Hablamos del conocimiento del pasado como el verdadero, pero no lo es, es una parte. Las instituciones, los gobiernos del mundo, las religiones, durante milenios, se han encargado de hacer lo que siempre hacen, apartar todo lo que consideran que dañaría sus propios fines.

La religión en sí, tiene como objetivo profundizar y conocer lo desconocido, dar respuesta a lo que no se puede comprender, su sentido más amplio es contrario a la censura. Pero todas y cada una de las religiones actuales censuran, mienten, esconden, y en sus altos mandos, en la distorsión de la realidad que se vive en una hipocresía tan desmedida, realizan actos imperdonables ante los mismos valores humanos que se supone que representan.

Por esto, en esta página, buscamos encontrar sentido en los textos y enseñanzas antiguas, pero sin entrar en el fanatismo.

La disciplina espiritual, sin importar el camino, es eficaz, no cabe duda de que entrega resultados. Es un trabajo interior real hacia la propia felicidad, la claridad, la calma, el amor propio, el despertar de la conciencia. En el arte antiguo, comprendían la importancia de guardar estos secretos y salvaguardarlos de las instituciones religiosas y de los políticos, pero pronto, los mismos artistas en su afán de protegerse, se organizaron en una institución religiosa, la cual desde las sombras hizo lo mismo exactamente que las religiones conocidas. Prueba de ello es que actualmente todos los políticos más importantes del mundo forman parte de esta religión secreta.

Si asocias una disciplina, o un trabajo en concreto a una religión, te será difícil comprenderla.

Los conocimientos son libres y universales. Cuando una secta, una religión, un grupo político, o un país se apropia de un conocimiento, ya sea porque quieren proteger ese conocimiento, o porque creen que otros no lo entenderán, o porque ansían el poder que otorga ese conocimiento y no quiere compartirlo, o porque se benefician económicamente de él, están alterando ese conocimiento y bloqueando la evolución de la humanidad.

Si por alguna razón una farmacéutica se hiciera con la cura de una enfermedad, y la escondiera a fin de enriquecerse vendiendo fármacos inservibles, todos entenderíamos que esa cura es buena, pero que la farmacéutica está actuando mal.

Desde un punto de vista religioso debería ocurrir lo mismo. Religiones de todo el mundo, en todos los tiempos, tienen acceso a conocimientos prohibidos para el vulgo, conocimientos que han ido escondiendo con los años, conocimientos que guardan en secreto, a veces entregan distorsionados, otras ocultan con mentiras, otras, niegan que eso sea real. Pero lo que aquí ocurre es que la sociedad en general no comprende que, independientemente de que estos conocimientos hayan estado en manos de personas e instituciones aprovechadas, son conocimientos valiosos, son tesoros de la humanidad, y la rabia social generalizada que se está gestando contra las religiones, sus líderes y todos sus conocimientos, indiscriminadamente, asemeja una quema de libros antigua donde el vulgo soez e ignorante, cruelmente disfruta aplaudiendo la destrucción del mismo conocimiento que le podría hacer libre, creyendo que al destruir el conocimiento, destruyen a las personas que se aprovecharon al tenerlo.

Imagina a las personas aplaudiendo según se queman las curas de todas las enfermedades, creyendo que así destruyen a las farmacéuticas.

Esta web no pertenece a ninguna línea, no pertenece a ninguna religión. Busca la verdad, el conocimiento verdadero, busca reflexionar, contrastar y profundizar en las verdades filosóficas y esenciales de la naturaleza esencial.

Existe un dicho tibetano que cuenta que, si hay una joya en un cuenco lleno de barro, ¿acaso no introducirás la mano para agarrar la joya por miedo a mancharte? Luego puedes sacar la mano y lavarla.

No menosprecies el conocimiento por la persona, el libro, la religión que te lo esté entregando; recuerda en cada momento que son cosas diferentes: el mensaje y el mensajero, y mientras tengas claro cuál es tu objetivo, siempre que el acceso a ese conocimiento no manche tu alma, no te obligue a nada que te perjudique, no te comprometa con nada ni con nadie, accede a él y comprende que es conocimiento, y no debes censurarlo tan rápidamente por el lugar de donde procede.

Por muy mal que te cayera el profesor de tal o cual asignatura, el no era la asignatura al completo. Pero hay tantos que desde el colegio abandonan las matemáticas porque no les gustaba un profesor en concreto…

Otra cosa diferente son las personas que buscan un maestro espiritual. Pues es cierto que algunas enseñanzas requieren una transmisión directa. Entonces, ¿cómo elegir uno? Aquí todo se complica, porque no interesa únicamente acceder a un conocimiento verdadero, no se trata aquí sólo de acceder a la verdad, se trata de encontrar, por así decirlo, un padrino o una madrina que nos acompañe en ese sendero mientras ese conocimiento se integra en nosotros mismos. Y este padrino muchas veces es necesario.

Hay quienes, desde muy tierna edad, son capaces de avanzar de forma autodidacta en todos los frentes. Aprenden a tocar instrumentos, a pintar, escribir, aprenden solos, y les es fácil.

Hay quienes necesitan instrucción, acompañamiento, guías. Y no pasa nada porque sea así.

Para saber si un maestro merece la pena hay que tener en cuenta tres cosas:

El mismo maestro, su personalidad, su vida, quién es realmente esa persona. No importa tanto su pasado, si no sus valores humanos, su transparencia. En el trabajo, que sea excelente su comportamiento, fuera del trabajo, que sea una persona cercana, como todos los demás, sin tantas excentricidades, que su humanidad y naturalidad le haga uno más.

La enseñanza que entrega. No importa tanto la religión que practique, ni sus creencias, ni sus hábitos, más allá de todo eso, ¿qué está enseñando? Un falso maestro no enseña nada, parece que enseña grandes cosas, pero no entrega nada. O lo que entrega no sirve para nada, es redundante, no cambia nuestras vidas, no nos ayuda en nuestro camino, sólo entretiene y atrapa. Tal vez utilice a las personas que le siguen para lograr sus propios fines, tal vez te haga sentir culpable cuando sientes que tienes que alejarte de él. Un maestro autentico, trasmite algo valioso, que posiblemente no podamos comprender a la primera, o tal vez en toda la vida, pero es un conocimiento experiencial verdadero que nos transforma la mente y la vida para mejor, en el momento de irnos, el mismo lo muestra con amor y bendice nuestro camino en adelante.

Las personas que le rodean. Las personas que rodean a un maestro también son parte de la enseñanza y del maestro. No desprecies esta parte. A veces nos atrae mucho una persona, lo que hace, su trabajo, pero no conectamos con las personas que rodean a esa persona, y esas personas muestran inequívocamente, lo que esa persona oculta. En un camino con un maestro, el contexto y las personas que acompañan, son como un manto cálido y agradable que protege y nos nutre incluso en los momentos más difíciles.

Es posible que nuestra cultura haya perdido el respeto por el mentor, por el anciano sabio y consejero. Me sorprende cada día como la gente acude al joven terapeuta formado aquí y allá, y olvidan al anciano sanador que hay en todos los sitios, que ni si quiera cobra, que parece haber sido tocado por la mano de Dios.

Cuando alguien acude a ese anciano, le trata como un amigo, le pregunta cosas personales, se aprovecha de su hospitalidad, de su gratuidad, se beneficia y después acuden con rapidez a ese otro joven terapeuta que piensa que lo sabe todo porque estuvo en muchas formaciones, leyó muchos libros y sabe muchas cosas.

A ese, al capitalista, al entregado en la corriente New Age, le respetamos, porque a cambio de dinero nos hace sentir que podemos ser mejores, que somos mejores. A ese otro, al abuelo que nos mira desde su entrega incondicional, rechazamos por el temor a ser pequeños, de ser como niños creyendo que conocemos a Dios.

En nuestro tiempo se nos olvidó enseñar a los niños que nadie sabe tanto como los abuelos, porque han vivido de todo.

El maestro es como un abuelo, ha vivido mucho, ha integrado mucho, se ha tropezado y se ha levantado tantas veces que ya ni recuerda. A lo mejor incluso aun hay marcas en el pasado de todos sus tropezones. Su corazón está roto de mil maneras distintas, y siempre lo rehízo y siguió adelante. Nos enseña porque él es la evidencia del cambio y la superación.

En nuestro tiempo los abuelos son despreciados, ignorados, apartados; son un estorbo, un problema en sí.

En el pasado, en el trabajo, el mentor, el profesional que llevaba muchos años, ayudaba a los más jóvenes, les enseñaba lo que sabía, les apoyaba en momentos difíciles. Su carga de trabajo era más baja, porque dedicaba mucho tiempo a apoyar a todos los que se integraban nuevos, y porque ya había hecho mucho, demasiado. Actualmente el mayor, el que tiene más tiempo en una empresa, se considera desfasado, sus conocimientos se consideran arcaicos, se le ve como una persona vieja y desatinada, ya no se le escucha y se le entregan todas aquellas tareas que nadie quiere hacer para que esté entretenido y no moleste.

Un maestro espiritual es un abuelo, o una abuela. Su papel no es entretenerte, ni enseñarte cosas fáciles, es acompañarte con amor por ese camino que tienes que realizar solo, él lo sabe bien, sabe que un día no estará, y ya no intenta correr, ni lograr más cosas, ni enseñarte nada, sólo acompañarte mientras tú las aprendes.

A veces, un maestro espiritual es una persona joven, pero su mirada es de viejo. Dentro ha vivido tanto que es un viejo, tal vez recuerde, tal vez haya sido realmente tocado por la mano de Dios. Desde niño sabe algo, lo tiene dentro, y esa sabiduría es innegable. No necesita cursos, ni libros, ni explicaciones, su presencia deja claro que él es ese conocimiento, porque forma parte de él.

Y en la mayoría de los casos, un maestro, se sale de las líneas de la religión, de la institución, rompe con las normas impuestas, los tabúes y el control, pues descubre que estas le imposibilitan caminar.

Pero esta web, afortunadamente no va de maestros, ni de escuelas, ni de religiones. Aquí puedes aprender seas del camino que seas, vengas de donde vengas, hagas lo que hagas con el contenido que compartimos. Esta web parte de una escuela realizada para crecer y caminar juntos, sin necesidad de ser mejores que otros, ni de creer que hemos encontrado nada que otros no puedan encontrar solos.

Obviamente el daño hacia las religiones aumentará, posiblemente hasta su caída completa, porque el daño que las religiones han hecho en el pasado, no ha sido sanado. Y el rencor colectivo, amenaza con destruir toda institución religiosa y todo lo que ellas contienen.

La institucionalización ordena, corrige, estructura, y se ve obligada a eliminar muchas cosas en pro de la organización. A través de esta institucionalización se politiza y se normaliza, formalmente e inconscientemente todo el contenido, a las gentes, el motivo, el movimiento que daba pie a esa organización.

Institucionalizar una práctica espiritual, claramente es un punto a favor para eliminar aspectos nocivos y simplificar esa práctica, segmentarla, resumirla. A veces los contenidos culturales, sociales, han deformado la enseñanza, otras veces se han integrado conceptos erróneos y dañinos, muchas religiones al institucionalizarse permitió la eliminación de prácticas y rituales brutales y dolorosos. Y no nos engañemos, no hay religión que no esté politizada ni institucionalizada hoy día.

Organizar una religión, es igual que institucionalizar la salud, es beneficios para muchas cosas, organiza el acceso y estructura los protocolos para actuar en cada caso, ayudan a determinar que personas son aptas y cuales no para practicar la medicina; sin embargo, también censura, elimina, limita. Muchas veces los mismos médicos se ven comprometidos con la obligatoriedad de los protocolos, que en un inicio eran recomendaciones a seguir en cada caso, pero se han convertido en imposiciones institucionales. Entonces, el lex artis ad hoc, el criterio para calibrar cada tratamiento de forma individual, se pierde en favor de un protocolo, una obligación, una normativa. Ya no se individualiza el tratamiento, se generaliza desde unos estándares que no entienden de dignidad humana, de individualidad, de empatía.

Lo mismo hace la religión al institucionalizarse, generan un compendio, unas líneas de actuación, organizan, censuran, limitan, ponen aquí, quitan allá, añaden esto, censuran esto otro, organizan a los practicantes por estatus comprendiendo valores más políticos que en base al conocimiento y experiencia, y el trabajo, al final, como toda institución, prioriza defenderse a sí misma, que trasmitir la sabiduría que guardan.

Lo que vemos desde nuestra pequeña mente ante estas grandes religiones, no dejan de ser instituciones, no religiones. Instituciones que cometen atrocidades, y a la vez se defienden a sí mismas de cualquier barbarie realizada. Porque ya no son organizaciones de personas que buscan el conocimiento y la sabiduría, no son lugares donde se da pie a encontrar y dar respuesta a las preguntas más esenciales de la humanidad, proteger el aspecto espiritual y sagrado propio de la humanidad y de la naturaleza mística. Su objetivo, en el momento de establecerse como institución, es fortalecer y proteger esa estructura organizativa, y exigen un gasto de energía atroz en superar cada uno de los escaños y compartimentos que la institución generó en la fragmentación del conocimiento esencial, cumplir las normas explícitas e implícitas, formar parte de ella con el mero objetivo de alcanzar aquello que esconden y a lo que sólo los miembros más destacados de esa organización pueden acceder.

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