El miedo a ser extraordinario es natural. El miedo a una persona extraordinaria, o a una persona inteligente, es normal. Es común tener miedo a todo cuanto no conocemos. Ya sea que ocurra dentro de uno o no, tener miedo a lo desconocido es tener miedo a la oscuridad. Siempre imaginamos un dolor, un monstruo, una pesadilla en la oscuridad. Y todo cuanto uno no ve, no percibe, no conoce, es esa oscuridad. Aun sabiendo que esa oscuridad puede ser algo extraordinario, todavía no hemos iluminado esa parte, sólo es una posibilidad, un paso hacia el abismo de lo desconocido, y por eso asusta, puede ser peligroso, puede llegar a ser una ignominia. Es normal el temor.
Muchas veces conocemos a alguien nuevo, y eso nos asusta. Nos asusta que nos pueda hacer daño, que nos mienta, que sea una persona oscura, peligrosa, que tenga malas intenciones.
Algunas personas tienen miedo a dormir y les cuesta mucho tiempo desde que van a la cama y cierran los ojos hasta que logran conciliar el sueño. En el sueño hay algo oscuro, algo que desconocemos, algo que puede ser peligroso. Cuando el niño va perdiendo su creatividad y su espontaneidad, según se siente más impotente al enfrentarse a la aventura de la vida, más miedo desarrolla a dormir y entrar en sus sueños.
Algunas veces, las personas tienen miedo a un nuevo trabajo, a un nuevo lugar, a subirse por primera vez en un avión.
Muchas personas tienen miedo a sus propios sueños porque no se han cumplido aún.
El temor a lo desconocido es habitual. Y ser extraordinario, es desconocido para mucha gente.
Que no hablo de ser brillante, sino extraordinario, algo que se sale de lo ordinario, algo que no es vulgar, que no es común. La palabra en sí exalta algo misterioso en todos nosotros, despierta una gran alegría, pero el resultado emocional que genera en nosotros este término, señala algo muy simple, denota que por lo general, todos somos ordinarios.
La mente de una persona extraordinaria cambia la vida de todos; los actos extraordinarios de una persona así, dejan huella en la historia.
Encontrarse con una persona extraordinaria, inteligente, astuta, diferente de algún modo, o con capacidades psíquicas, es algo que asusta. La historia lo demostró incontables veces.
Las personas con grandes talentos siempre fueron rechazadas, sobre todo por sus colegas. Cuando más brillante era una persona, más rechazo sufría, desde la infancia.
Los superdotados son rechazados incluso por sus tutores, sus profesores, sus compañeros. La mayoría de los superdotados no logran acabar los estudios por tanto bullying sufrido, y muchos no logran incorporarse en un trabajo o tener una vida social normal.
Los clarividentes siempre fueron personas que inspiraron mucho temor. Se les dibuja como deformes, misteriosos, en lugares apartados y oscuros, peligrosos…
¡Los grandes artistas fueron personas rechazadas por todo el mundo! La mayoría de los buenos creativos y artistas fueron completamente desconocidos o repudiados en su época.
Parece que las personas rechazan el talento, pero creo que no es así, creo que rechazan lo desconocido, lo que aun no son capaces de ver. Esa persona que se levanta con una nueva forma de pensar, es una amenaza a lo conocido, porque anuncia algo nuevo, algo que surge de un lugar desconocido, extraño. Su mente se torna peligrosa. Tal vez traiga una nueva forma de ver la vida, de inspirar, de sentir. Tal vez inspire un cambio, tal vez inspire ideas novedosas que echen por tierra la vulgaridad e ignorancia en la que todos viven.
Así las personas extraordinarias son rechazadas. Es natural. El temor de que la otra persona sea mejor, eso no es tanto un problema. Es la ignorancia, la incapacidad del estúpido por lograr adivinar lo que el otro hará, pensará, creará, dirá.
Cuando el niño superdotado hace una pregunta en clase, todos los compañeros e incluso los profesores se ríen, demostrando que nuestra cultura aplaude la estupidez y desprecia la originalidad.
Se le llama envidia, porque actúa similar a la envidia. Las acciones, los juicios, los desprecios, son muy similares a las despreciables acciones que surgen de la envidia. Pero no se trata de eso, se trata de temor al cambio, a lo desconocido.
Y si queremos evolucionar, si queremos realmente superarnos como seres humanos, como individuos, es importante temer, no lo desconocido, sino el temor a lo desconocido.
No se trata de asumir como real todo lo que no conocemos, al contrario, hay que ponerlo en duda, todo, es inteligente poner en duda lo conocido y lo desconocido. La acción más inteligente aquí sería abandonar la crítica y el rechazo a todo lo que contradiga lo establecido, y abordar cada situación como una posibilidad única y maravillosa para mejorar.
Siempre aparecerá algún “experto”, quien suele dibujarse como ese mayor, testarudo, obcecado, quien cree conocer y saber todo porque, ya vivió mucho. El experto será el primero en dar su opinión, una opinión de burla o de peligro hacia lo desconocido. Algo nuevo amenaza con lo que ya conocemos, algo amenaza lo que le convierte en experto. Si esa experiencia nueva continúa ante él, amenaza su “título” de experto. Avisa que hay que tener cuidado. Dice: no te acerques, no leas sobre eso, no mires hacia ese lugar, es peligroso; esa persona habla de cosas que no se hablan, dice mentiras, te intentará engañar… esa idea es peligrosa.
Aunque nos burlemos de esta situación, ocurre a diario. Y el vulgo, ciego en su vida, incapaz de dilucidad lo que está ocurriendo, se agarra a lo que ya conocen y se apartan del supuesto peligro.
Así tantos artistas, creativos, intelectuales, sensitivos, que podrían haber ayudado tanto a la historia, pasaron a un segundo plano. Fueron relegados de la sociedad, fueron apartados, tratados como si tuvieran la peste, todo lo que hacían, pensaban, sentían se supuso como un error, se convirtieron en objeto de burla o se mostraba cualquier detalle que pudiera generar confusión de forma exagerada para tener una justificación para no escucharlos.
Olvidada la persona extraordinaria, el vulgo dormía tranquilo, pero el auténtico miedo continúa ahí. El temor a lo nuevo.
¿Y si tú eres lo nuevo? ¿Y si la novedad está en ti? ¿Y si hay en ti alguna posibilidad de ser una persona extraordinaria?
Este tiempo está de moda ser excéntrico, y confundimos eso con ser extraordinario. Así tantas personas se consideran extraordinarias presumiendo y exagerando las rarezas, pero no es lo mismo ser excéntrico y ser extraordinario, no tiene nada que ver. Las excentricidades de cada cual, las rarezas, no convierten tu vida ni tu pensamiento en algo innovador y revolucionario. Por muy raro que uno vista, por muy “alternativo” que se considere, ser extraordinario y realizar actos extraordinarios, no es tan sencillo como nos gustaría.
Es posible que tengas miedo, y permanecer en la mediocridad te resulte más cómodo. Pero te invito a que te lances a encontrarte con todo ese potencial que duerme en ti, capaz de convertir tu vida en algo único y maravilloso. Adelante, arriésgate. Si el mundo te inspira a ser tú, a cambiar, a encontrarte con una respuesta únicamente tuya, adelante. Si la vida te inspira un cambio, adelante. Porque no hay que temer lo nuevo, al contrario, lo nuevo no es peligroso.
Es cierto que el cambio que nace del dolor, de la rabia, del rencor, de la inconsciencia, sí es peligroso. El cambio que surge de la ira es peligroso. El cambio que busca romper con todo lo establecido es muy poco inteligente y agresivo. Esa forma de cambio que critica, censura, ataca, no surge de la luz que ilumina las sombras, no surge de la inocencia, ni del corazón abierto, ni de la curiosidad, surge del odio, de la impotencia, del rencor, de la falta de respeto a los mayores a los que nos rodean.
Yo hablo de un pensamiento único, de una forma de pensar autónoma, de la espontaneidad, de la primera sonrisa del bebé, que siempre surge sin forzar y tanta felicidad entrega. Hablo de pensamientos y experiencias que alimentan, que construyen. Hablo de lo extraordinario como aquello que nutre el alma. No hablo de esa generación que odia a sus predecesores y quiere destruir todo cuanto ya existe. Eso no es novedad, eso no es extraordinario, eso siempre existió, y es parte de la vulgaridad, de la pereza, de la falta de respeto.
Ese tipo de pensamiento revolucionario, destructivo y dañino, sólo sirve para dar pie a una dictadura nueva. Tanto tiempo las cabezas pensantes de las masas aprovecharon la ignorancia del vulgo y su obediencia para generar una revolución, y posterior a ella imponer una autocracia aplaudida y defendida por todos… Absurdo es el revolucionario que todavía no sabe que tras toda revolución basada en el rencor y la destrucción, hay un despotismo esperando el momento adecuado para imponerse y reírse de la ignorancia humana. Absurdo es el revolucionario que cree que se erigió a si mismo, sin entender que tras toda esa rabia que le inspira, está el deseo de un poder que se imponga por encima de todo.
El revolucionario no es extraordinario, siempre hubo revolucionarios, en toda la historia, en todas las culturas, que, creyéndose héroes, abrían el camino de los dictadores que caminaban entre ellos. Y ese dictador a quien los revolucionarios le han abierto las puertas al triunfo, será lamentablemente quien logre actos extraordinarios, a través de la manipulación, la hipocresía, el despotismo, la mentira, pero lo lograrán.
Existe el cambio, pues la vida es constante cambio. No podemos negar que existe el cambio. Y existen personas, situaciones que provocan cambios. Existen personas capaces de generar cambios maravillosos y necesarios. Tal vez sea una mente más creativa, tal vez sea una energía que destruya el pasado, o un sentir, una pasión. Pero no hay duda de que hay personas capaces de generar cambios en su entorno.
Si la persona es suficientemente inteligente y sensible, actuará de forma original, su acción será nutritiva, y sus pasos serán inspiradores.
Por otro lado, existe la mediocridad, la vulgaridad. No podemos negar que existe la mediocridad, la ignorancia, la estupidez humana. Existe el plagio y millones de personas actúan, piensan, hablan, se visten iguales unas a otras. Muchos creen que van a la moda, otros que son originales, o que son creativos, pero toda su originalidad no es más que una estafa. Existe la falta de imaginación, de espontaneidad, de inteligencia. Claro que existe. Y aunque haya personas que lidien contra ella, en su mayoría, la tendencia global, es a la mediocridad. Y no deberíamos considerar esto un insulto, sino una realidad.
Hoy día, que está de moda esos pequeños mensajes con frases de reflexión, eslóganes de un pensamiento ajeno, que parece original y propio, pero es de algún desconocido que alguna vez se atrevió a decir algo, o a copiarlo. Muchas veces estas frases se colocan sobre imágenes muy bonitas e inspiradoras, y son mensajes que se envían unos a otros como si ese pensamiento fuera propio, tal vez con el deseo de compartir, o de expresar, o de hacerse ver más inteligente y reflexivo. Pero que el acto en sí de enviar ese mensaje sólo señala que no saben expresar por sí mismo esos pensamientos, o que no surgen de forma natural en sus mentes, tal vez insinúe que les gustaría tener ese tipo de pensamientos sin que alguien se lo recordara a través de esa imagen con palabras, y así, una frase sobre una imagen bonita, hará pensar a los conocidos que son inteligentes, originales, porque ponen en su boca palabras de otros, a quienes ni si quiera conocen ni se dignarán a leer sobre esas personas tras ver ese mensaje. Es más, un eslogan, que ni si quiera es una reflexión, les bastará para sentirse satisfechos porque sentirán afinidad a esa frase, sin reflexionar en ella, sin comprender porqué o cuando se dijo, qué inspiró a quien a decir aquello.
Así, aprovechando esta oportunidad que yo misma me entrego de dar pie a mi pedantería, como dijo Cervantes, “…soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos”
Pero así se considera que es la inteligencia actual, eslóganes, pequeñas frases que den un resultado final, olvidando el hermoso circuito neuronal y sensorial que discurre en cada uno hasta llegar a ese lugar original y único. Sólo importa esa frase, ese descubrimiento, ese resultado. Cuando más aplaudido sea el eslogan, cuantos más lean y difundan esas mismas palabras, tanto más veremos la imagen de esa persona que afirma con su cabeza mientras relee una frase escrita sobre una imagen bonita, con mirada de sorpresa dando a entender que toda su vida han tenido el mismo pensamiento justo en la punta de la lengua, y justo en ese momento que lee ese papelito, ese mensajito, que escucha ese eslogan, ha sentido una epifanía y conectó profundamente con esa verdad tan profunda.
La otra verdad, la otra prueba de la ignorancia actual, del pensamiento limitante actual, son esas listas tan interesantes de observar sobre cualquier asunto ridículo que se precie: las diez cualidades de las personas inteligentes, los cinco pasos para ser original, los ocho más lindos gatos del mundo, los veinte lugares que debes visitar antes de morir… ¿Acaso nuestra mente o nuestra realidad se puede parcelar y catalogar en mejor o peor, por grados?, ¿es posible que si vas a esos veinte lugares del mundo mueras en paz, y el resto de lugares del planeta son prescindibles porque alguien lo dijo? ¿quién determina y en base a qué lo que está en el “top” de la lista?
Todo maestro sabe que cuando el alumno es inteligente, se le hace una pregunta y él sólo, en su reflexión, llegará a conclusiones significativas. Que cuando no es tan inteligente, se le realiza la misma pregunta y se le entregan varios libros de distinta opinión sobre el tema, para que contraste y determine la respuesta que considera correcta. Que cuando el alumno no es tan inteligente para esto, directamente se le entrega la respuesta que uno considera, se le enseña como la verdad absoluta, para que no piense demasiado. Y cuando el alumno ni si quiera llega a este punto, se le enseña un esquema, que lo memorice y así el maestro deja de sufrir intentando que el alumno utilice la cabeza. ¿Y a que nivel de inteligencia hemos llegado cuando los maestros sólo aprendieron esquemas?
¿Acaso nadie comprende que el cuerpo humano no se divide en cabeza, tronco y extremidades, simplemente porque si quitas la cabeza, o el tronco de un cuerpo humano, ya no será un cuerpo humano? Es más, por dónde quitarás la cabeza, ¿el cuello es parte del tronco o de la cabeza?, ¿y alguien se atreverá a quitar la cabeza de un cuerpo para demostrar que el cuerpo es un puzle que encaja en un esquema? Hubiera sido esto la revolución de la revolución francesa, ¿y en este esquema dónde está el corazón?, ¿habrá una parte de corazón en las extremidades, o estás no son tan importantes y por eso se mencionan lo último en el ridículo esquema que divide la naturaleza física humana?
Los esquemas limitan la comprensión de la realidad, pero agilizan para organizar los datos. Tienen una función no reflexiva, sino limitante y organizativa.
Que en un cajón guardemos el pegamento, no significa que ese cajón se pegue en todos lados.
Y dentro de todas esas listas y frases hechas, sacadas de contexto, expuestas sobre una imagen inspiradora, hay algunas curiosas que hacen burla a la estupidez humana, frases sobre la mediocridad. Tantas frases, historias, mensajes que muestran el vulgo como algo ignorante, embrutecido, o como una manada de corderos, y que cuando el mismo vulgo lo observa, se alegra de no pertenecer a esa manada, ¿acaso esa imagen no nos hace pensar que la realidad es otra muy distinta?
No hay nada más peligroso que una gran masa de gente manipulada por unos pocos. No hay nada más peligroso que una manada de ignorantes, que creen poseer la verdad suprema, y actúan como lobos ante todo lo que niegue su endeble sabiduría.
¿Y quién nos asegura que no estemos dentro de una de esas masas? ¿Quién nos asegura que no somos parte de ese vulgo, asustado, agresivo, inconsciente, ignorante? Ese vulgo que no pregunta y ataca, que no sabe y se revela ante lo que desconoce, que acepta como propio un mensaje que ni si quiera conoce dónde o cómo surgió.
Nos burlamos de esa masa, pero todos, en muchos aspectos, formamos parte de ella.
Aunque nos cueste aceptarlo, la libertad humana empieza en la inteligencia, en el desarrollo de la inteligencia y la razón. Y la inteligencia no asume, la inteligencia reflexiona, pone en duda, contrasta, medita, observa, descubre.
La verdad no es una, la verdad es la lucidez y comprensión plena.
Y posiblemente desarrollando la inteligencia no seremos esa persona extraordinaria que genera cambios, ni la persona brillante y creativa que traerá un nuevo mensaje, pero sí seremos libres y autónomos de pensamiento, capaces de tomar decisiones por nosotros mismos, en base a nuestra verdad y no una hipócrita verdad impuesta.
Pero, ¿por qué no se potencia la inteligencia? Sabiendo esto, ¿por qué se potencia tanto la vulgaridad? Simple: la inteligencia es peligrosa. Genera cambios, genera mentes brillantes, despiertas, lúcidas, autónomas. Mentes que no aceptan lo que les dicen, ni lo que estudian, ni se quiera lo que ven a simple vista. Mentes inquietas que no encajan en ningún esquema, ni limitan la experiencia a una simple lista, que no gradúan, que no juzgan, mentes libres que no pueden ser manipuladas.
Temer lo desconocido es normal, pero conlleva dejar de pensar por uno mismo, aceptar las cosas como son, o como uno cree que son, o como a uno le gustaría que fuesen.
Criticamos esta persona, o aquella, o esto que se hizo, o esto que está ocurriendo. Simplemente porque representa nuestra incapacidad de generar algo nuevo.
Por lo general no se trata de envidia, aunque cuando uno descubre la impresionante capacidad de la mente extraordinaria del otro, y la compara con la mediocridad y la estupidez propia, es posible que surja una intensa envidia. Pero por lo general es temor a todo lo que esa persona podrá iluminar en las sombras de nuestra limitada experiencia, a todo lo que inevitablemente surgirá cuando lo que ahora permanece oculto sea desvelado.
Existe un programa televisivo de gran éxito, un concurso de talento. Las personas acuden a ese programa y demuestran algún talento. Si fuera hasta aquí sería precioso, nos enseñaría lo hermosa que es la mente, original, creativa, intentado expresarse de una forma única. Si fuese sólo esto el programa sería hermoso, porque en ese programa cada uno sería libre de expresarse, de mostrar aquello por lo que se ha esforzado, de aportar algo, de abrir una puerta a lo desconocido. Los valientes que suben a ese escenario son extraordinarios, porque su proeza, simplemente al intentar brillar por sí mismos, es extraordinaria. Pero entonces el programa se transforma en lo que realmente es: un despropósito de ignorancia que busca acabar con todo esfuerzo humano por mejorar y ser uno mismo. Ante las pobres víctimas que salen al escenario a mostrar su talento, se sientan unas personas supuestamente brillantes o afamadas, normalmente famosos que un día lograron algo, pero ese día ya pasó. Su objetivo es juzgar, su objetivo es examinar, y no sólo eso, su objetivo es invitar a todo el público a que tenga una mirada juiciosa y sórdida. Esto transforma completamente el programa televisivo, pues ahora el objetivo no es ver personas que intentan crecer y crear algo nuevo, no se trata de descubrir lo que alguien es capaz con esfuerzo, ilusión, más allá de los defectos y virtudes, intentando avanzar, ahora se trata de juzgarlas, de criticarlas, de censurarlas, de ridiculizarlas.
Ese programa televisivo es un elogio a la ignominia.
El público que ve el programa, inmediatamente entra en una actitud de juicio: este canta bien; este baila muy mal; este va muy mal vestido; mira como llora su familia; este se ha caído; este otro es demasiado feo; este no se merece nada; de este me río porque me resulta idiota; este es ridículo, debería haberse quedado en su casa; a este no le daría ni un 0; este me gusta, se parece a alguien que conozco… El público ve este programa y se convierten rápidamente en mezquinos jueces sin valor ni si quiera por intentar ser o hacer algo original. Tal vez no sepan de arte, ni de sensibilidad, ni de empatía, ni comprenden lo que se siente cuando uno sube a un escenario a ser juzgado por miles de personas, ya no disfrutan de lo maravilloso que es descubrir a personas intentando desarrollar un talento nuevo, ni disfrutan pensando todo lo que habrá superado aquella persona por estar ahí. Simplemente lo juzgan, de forma gratuita, como si su juicio fuese valioso, como si su desprecio a la originalidad, a la espontaneidad, a la creatividad fuese significativo para alguien o para algo.
Y este programa televisivo muestra una realidad del vulgo de la que todos deberíamos avergonzarnos. Fácilmente personas que no tienen talentos, que no saben bailar, cantar, hacer música, ni han desarrollado ninguna habilidad artística o creativa, juzgan y critican otras personas a lo largo de su vida se han esforzado por desarrollarse y crecer. Es más, jamás conocerán a esas personas, las ven a través de una pantalla, no saben nada de ellas, del día que viven, de lo que piensan, de lo que les costó llegar allí. Todo lo que dicen jamás se lo dirían a la cara.
Este programa televisivo muestra la ingenuidad y la falta de curiosidad, el desprecio por el esfuerzo y la vulgaridad de las personas. Muestra el ataque hacia la creatividad, hacia el intelecto.
En este tiempo, atacar, juzgar, catalogar, entregar un like o un dislike tan gratuito, es una moda, una tendencia de pensamiento que limita la realidad a: esto me gusta, lo aplaudo, lo valoro; esto no me gusta, deberían quitarlo de mi vista y del mundo.
Esto ocurre en la familia ante la persona que busca un nuevo camino de vida, en el aula cuando una mente es diferente, “disléxica” se llama tantas veces…, en el trabajo, en las relaciones, en las amistades, en todo. Las personas, incapaces si quiera de intentarlo, atacan y juzgan gratuitamente a quien sí lo intenta, valoran con una opinión limitante, con un juicio rápido, el pensamiento, actitud, deseo del otro, y así desprecian sus intentos y consideran que su opinión, nacida de la estupidez, merece la pena ser escuchada.
Estamos en una época de consejos gratuitos, que más que impulsar a crecer, a crear, a reflexionar y experimentar, sirven para mostrar un desprecio hacia los intentos del otro por vivir su vida en paz.
En la vida tendrás pocas oportunidades de ser tú, de ser brillante, de ser único, de ser extraordinario. En la vida, según avanzas, habrá menos posibilidades de abrir puertas hacia eso que tanto temes, ¿por el ridículo? No, claro que no, lo que temes es el cambio y estar sólo en ese cambio. Lo que temes es tener una mente única, tener una opinión original, tener un cuerpo que se desajuste de los cánones establecidos, tener un camino propio, que nadie más comparta.
Por esto, con los años te costará más y más aventurarte hacia el desarrollo de tu inteligencia y tus talentos naturales, a desarrollar habilidades propias y únicas, creativas y personales, y no porque la mente tienda a atrofiarse, para nada, pues es justo lo contrario; te costará más porque comprenderás que es más cómodo, sensato y estarás más acompañado en la media, es más fácil no pensar o asumir como cierto lo que piensa todo el mundo.
La tendencia crítica y censuradora de la masa, te llevará a esconderte en lo conocido. Pero si hoy sientes el llamado hacia una inteligencia despierta y nueva, no lo dudes y lánzate. Sin temor a lo que haya al otro lado. Utiliza tu pasión para dirigirte con gran voluntad hacia el desarrollo de tu inteligencia más creativa. Pregunta, pregúntate a ti mismo, contrasta la información, no pienses en lo fácil, ni en lo correcto, la duda te ayuda a abrir la mente a mil posibilidades, la certeza es un sentir. Abre tu mente y piensa por ti mismo. El universo es casi por entero desconocido y tú tienes una mente única, preciosa, basada en cada experiencia que has tenido. Tu verdad es única porque surge de todo cuanto has vivido.
Si sientes que puedes abrir la mente a algo nuevo, adelante.
Pero si críticas, juzgas, atacas a quien lo intenta, es porque tú mismo no serás capaz de hacerlo. Si acusas y niegas al otro el derecho a descubrir la verdad por sí mismo, o a descubrir una verdad que tú desconoces, el miedo a vivir en la ignominia paralizará toda tu voluntad y limitará tu desarrollo. No temas dar un paso hacia lo genuino ni hacia la excelencia. Puedes ser extraordinario, pero para serlo, tendrás que dejar de ser parte de un vulgo ignorante y crítico que censura todo aquello que desconoce.