Desarrollar una mente clara es esencial para sentirnos felices y plenos. Nuestra mente es una herramienta que necesitamos conocer y comprender de la vida. La mente será el filtro para descubrir la vida, la verdad, la esencia. Pues en definitiva, todo es mente, y por eso la mente es la esencia de todas las cosas.
Este artículo responde a una pregunta del grupo:
Altair, para vivir con la verdad comentas que hay que saber quienes somos y qué queremos. Cómo saber todo eso cuando estamos confusos?
La mente clara
Le mente funciona muy similar a un cristal, un filtro, a través del cual podemos intuir la esencia de la vida. Algunas personas pasan toda su vida arreglando el filtro, adornándolo, o tapándolo con prejuicios e ideas que no conducen a nada. Olvidan que la mente, tan sólo son los ojos, oídos, del entendimiento de la esencia. Cuantos más juicios y pensamientos que no conducen a nada, más emborronada está la mente, más confusa y menos claridad hay.
La meditación simplemente es limpiar ese cristal, limpiar los adornos y poco a poco, en practicas más avanzadas, enfocarse en la esencia.
En una primera fase, todos los practicantes simplemente hacen eso, limpiar su mente de aspectos vacíos que no les permiten ver la esencia.
En una fase más profunda del trabajo espiritual, los practicantes se asoman por una mente limpia y clara, hacia la esencia del ser, de ellos mismos, del todo. Su mirada se torna como un océano limpio y sereno, cuyo horizonte es el infinito.
El entrenamiento del cuerpo funciona de una manera similar. Cuando el cuerpo no se mueve, él solo no se desarrolla bien, tiende a anquilosarse. Poco a poco el cuerpo que deja de moverse es más torpe, más blando, sus pocos movimientos tendrán cada vez menos flexibilidad, fuerza. Además, tomará hábitos cada vez más negativos, y podemos entender esos hábitos como los juicios de la mente. Porque es igual.
La mente cuando deja de utilizarse se torna vaga, confusa. Ella sola, sin trabajo alguno, empieza a acumular ideas vagas y erróneas que no limpia de manera natural. Lo mismo que el cuerpo, deja de ejercer de forma práctica. La mente se torna poco a poco el enemigo de la persona, pues cada vez es más difícil hacerla razonar, reflexionar, memorizar, comprender… y además, poco a poco acumulará más y más pensamientos confusos y negativos.
El ejercicio y movimiento del cuerpo ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos, pero sobre todo ayuda a que el cuerpo está en un estado óptimo para la vida. Un desarrollo excesivo, como todo, es negativo. No sólo daña el cuerpo, sino también el resto de aspectos de la vida.
El ejercicio y movimiento de la mente, ayuda a tener la mente despejada, clara, limpia, fresca. A tener más memoria y a comprender mejor la vida. Un desarrollo excesivo de la mente, también es muy nocivo. La persona que desarrolla mucho la mente, tal vez olvide porqué lo está haciendo y de más importancia a su mente y su intelecto que a todo lo demás.
Pero aquí hablamos de la importancia de salir de la confusión. De las ideas que no conducen a nada, de la duda. Se trata de limpiar la mente.
Como con todo, se acumulan un montón de ideas y visiones falsas, tanto de nosotros mismos como de la vida. Y podemos hacer un pequeño esfuerzo para limpiarlas. Porque, en definitiva, uno no sabe nada. Pero cuando lo olvidamos, tal vez creamos que conocemos muchas cosas. Entonces la mente se agarra a lo que cree que sabe, y como una neblina, actúan las dudas sobre uno mismo. Hay contradicciones en nuestros recuerdos, en los conocimientos, en la creencia de lo que vivimos, ¡en todo! Y las contradicciones nos generan remordimientos. Y los remordimientos ansiedad. Y la mente continúa agarrada a las verdades confusas y paralizantes como si el “filtro” que observa y entiende la vida fuera más importante que vivir la propia vida.
Un bebé no tiene ese filtro cargado de conocimientos, un bebé observa el mundo tras una mente limpia y clara. Entonces sonríe con el alma, porque no hay filtro en su mente. Sonríe y llora con todo su ser porque su mente no tiene nada que guardar. Vivo con intensidad cada instante, porque no tiene neblina alguna.
Un meditante igual. Un meditante trabaja en limpiar su mente, y día y a día, lo único que hace es “tirar la basura” que acumuló en su mente el día anterior. No sabe nada, no espera nada, no agarra nada, sólo suelta todo aquello que cree saber, sus deseos y esperanzas, para tener la mente clara y limpia y vivir el momento presente.
Eso es meditar.
Meditar no es sentarse y acallar los pensamientos, es enfocar y desarrollar la mente limpia y pura. Un trabajo que se hace durante la vida, en cada momento.
Un meditante no tiene ansiedad por encontrar nada, ni por conocer nada, porque busca vaciar.
Cuando el meditante por fin ha vaciado su mente del yo, del orgullo, de la desesperación, de la ansiedad por ser mejor, por tener, la necesidad de cambiar, de condicionar, entonces el meditante observa, observa ese vacío, observa el silencio, y descansa en esa contemplación de la esencia de la mente, que ya no es su mente, que ya es la mente del todo.
Pero pasan muchos años hasta que esto ocurre.
Y ahí está la verdad, en aquello que se ve tras un cristal limpio, tras una mente limpia.
Cualquier experiencia puede estar empañada por quien la viva, cualquier conocimiento está condicionado por la mente que la contiene. La verdad sólo aflora en una mente completamente limpia y pura.
Cuando estamos confusos, la mente no está limpia, por lo que la verdad no se puede comprender, ni si quiera se puede intuir.
Es igual que la felicidad, la cuál sólo puede nacer cuando la mente está completamente limpia. No el corazón, muchas personas consideran que la felicidad nace de un corazón abierto, pero todos los seres humanos, de manera natural, son felices. Todos los seres humanos, en su equilibrio natural, están alegres y dichosos. Es algo natural, la alegría y la felicidad es parte de la naturaleza humana. Sin embargo, la experiencia de esta alegría, igual que la experiencia de esta felicidad, está afectado por la mente confusa, por la experiencia que uno cree tener. La vida está condicionada por el concepto de quién soy y cómo es el mundo.
Si la creencia de uno mismo está demasiado empañada y sucia por creencias incorrectas, uno no sólo no se conoce, sino que se descubre incorrecto, tal vez demasiado mal o demasiado bien. Viéndose a sí mismo horrible, o actuando de una forma narcisista y orgullosa.
Si la creencia del mundo está demasiado empañada y sucia por creencias incorrectas, generadas por la propia experiencia vital, o absorbidas de nuestros padres u otros, entonces la interpretación de la vida está empañada por todo ese veneno, esos juicios, y esos condicionamientos no nos permiten vivir con plenitud.
Por eso el meditante no intenta “dormir” la mente, ni apagar los pensamientos. Al contrario, busca tener una mente despierta, consciente, rápida, flexible, viva. Igual que un deportista busca tener un cuerpo sano, ágil y flexible que se adapte a cada circunstancia, el meditante busca tener una mente clara y despierta, viva, ágil, inteligente, creativa, que responda con prontitud en cada situación, que no se altere ante los infortunios de la vida, que piense con claridad, que reflexione con fluidez, y sobre todo, que esté despierta. Día y noche, el meditante busca tener una mente despierta.
En el día observa sus pensamientos, sus reacciones, su mente en general. La observa y trabaja para que esta mente sea lo más coherente posible.
En la noche el meditante también observa, observa su mente para que no se pierda en el inconsciente, mantiene la lucidez y la claridad, y busca, igual que durante el día, una mayor consciencia y claridad.
Así la neblina poco a poco se despeja.
No es un trabajo de un día, sino de años.
Cuando la neblina se ha despejado aparece la verdad.
Cuando observas a los niños más pequeños ser, jugar, hablar, sus miradas son sinceras, son limpias, no hay engaños, hay completa transparencia. Observan la vida con los ojos bien abiertos. Desde el momento en que despiertan, abren los ojos que parecen faroles, iluminando todo. Su mirada transparente no juzga y a la vez lo sabe todo.
Cuando observas a las personas mayores, de igual manera su mirada se ha ido transformando, porque van soltando todo aquello que creen saber, han vivido tanto que ya saben que no saben nada, sólo quieren vivir. Y teniendo todas las experiencias de la vida, las sueltan para vivir el momento presente.
Pero entre medias, el humano tiene una mirada empañada por todo lo que cree saber, por todos sus juicios, sus interpretaciones, su ambición… entonces la mirada refleja que su mente está sucia, perturbada, inflexible.
El trabajo para lograr una mente clara
El trabajo para lograr una mente clara es doble. La calma mental y la transformación de la mente.
Calma mental
Por un lado, el trabajo esencial y continuo es la calma mental. Constantemente, buscar que la mente no esté alterada, tenga calma. No consiste esto en acallar los pensamientos, sino en mantenerse en quien los escucha y los observa. Entonces uno deja de ser el generador de tanta basura mental y se convierte en quien observa y utiliza la mente a su antojo.
Imagina que permites que tu cuerpo se alimente de lo que le de la gana, habrá personas que sólo se alimenten de dulces. El cuerpo sólo les pedirá todo aquello que no necesitan y que les sienta mal. Algunas personas no podrían parar de comer, y otras no comerían nunca. Sin embargo hay una voluntad, un esfuerzo en la mayoría de la gente por comer aquello más saludable y contenerse de comer de más. Ese pequeño esfuerzo, un tiempo tal vez tengamos que hacerlo con más voluntad. Que suele ser en la etapa de la infancia cuando nuestros padres y abuelos nos dicen “no comas eso”, “no comas entre horas”… entonces el niño aprende qué comer y cuándo y lo integra. Pero hubo un esfuerzo en un momento de la vida que ayudó a recuperar el hambre natural, de cosas sanas, en el momento real en que el cuerpo tiene hambre. Es un esfuerzo por diferenciar el hambre de la gula. Cuando ya se ha naturalizado ese esfuerzo, ya no es necesario hacerlo. Surge fácil, sólo. La persona en mitad de horas no piensa en comer cosas que no necesite. No hay esfuerzo. Incluso si tiene golosinas delante, no piensa en comerlas. Y si nunca se hizo este esfuerzo, entonces hay un problema. La persona deberá aprender a contenerse, a diferenciar lo que necesita comer y lo que no, y a preocuparse por recuperar ese hambre natural y saludable.
En la mente habrá que hacer algo similar. Al principio es un trabajo constante que nos lleva a estar alerta y no dejarnos llevar por cada pensamiento. Tan sólo observarlos.
Como mucho observamos y diferenciamos si nuestra mente está agitada o tranquila. Pero no somos esa tranquilidad ni esa agitación, somos quien observa esa mente agitada o tranquila. No intentamos cambiar la mente, sino que la conocemos y la descubrimos.
Cuando escuchas la mente, cuando la observas, tiende a detenerse. Cuando dejas de seguir los pensamientos e hilarlos con otros pensamietnos, ellos solos se pierden, dejan de tener fuerza.
Aparece un juicio o un pensamiento en tu mente, y tu lo observas, no hace nada más, sólo observar. Si necesitas piensas ¿de dónde surge ese pensamiento? Y descubres que ahí no hay nada. Y observas, observas el pensameitno y observas la nada donde surgió ese pensamiento, y observas la nada en la que se pierde ese pensamiento. Y tu eres quien observa. Entonces el pensamiento se desvanece. La mente retorna a su equilibrio y observas ese equilibrio igual que observabas tu pensamiento. Al hacerlo, se genera un ejercicio sencillo y continuado que entrega gran calma mental.
Ocurre cualquier cosa, este artículo, un pájaro canta, un coche por la calle, un ruido… y hay una reacción, una reacción natural en ti, esa reacción es lo que yo llamo pensamiento. Ocurre de forma natural. A veces hay reacciones y pensamientos, visiones y recuerdos, que no podemos comprender su origen, pero no importa. Importa que reconoces que hubo una reacción. Y no observas el artículo, ni el pájaro, ni el coche, ni el ruido, observas qué ha ocurrido en tu mente, observas la reacción de tu mente. Tu objetivo, conocerte y limpiar el filtro a través del cual comprendes la realidad.
La tendencia es poner energía en todas esas cosas que ocurren fuera, pero ahora pones la energía en observar todas esas cosas que ocurren dentro, que se generan en ti.
También hay que tener mucho cuidado en este tipo de calma mental. Cuando observamos el fuego, el fuego es atrayente e intenso. Uno logra gran calma mental, ¿pero qué tipo de calma mental? La mente no está despierta, al contrario, se ha dejado llevar por el magnetismo del fuego. Ha dejado de estar despierta y lúcida. Está vaga, adormilada. El fuego tiene el control, el fuego ha atraído toda la atención. En meditación este acto no es tan bien visto. La persona debe aprender a observar el fuego, disolverse en el fuego, ser consciente de esta atracción, pero a la vez, y sobre todo, estar consciente de uno mismo. El meditante que se pierde en las contemplaciones, que divaga en la neblina de su mente, tal vez logre una experiencia de placer, dichosa, calmada, pero también una mente vaga y confusa. La mente debe permanecer despierta y lúcida en todo momento, consciente de sí misma. Entonces estará desarrollando la calma mental.
Uno no deja de ignorar el fuego, al contrario, disfrutar en él, pero también desarrolla una visión contemplativa y lúcida.
Entonces poco a poco la mente la limpia. Día a día cada vez cuesta menos esfuerzo dejar la mente en quietud, en calma.
Poco a poco se genera templanza. Ocurra lo que ocurra fuera, tu mantienes el corazón abierto, e incluso parece que cada vez más abierto. Poco a poco sientes más, percibes más la vida, la vives con más color, con más consciencia. Y poco a poco la mente está más calmada y centrada. Se enfoca con más atención, reflexiona mejor y está más creativa y lúcida.
Este es el ejercicio de calma mental.
Algunas personas lo hacen tan solo respirando. Ocurre algo fuerza y respiran, ocurre algo dentro y respiran. Se emocionan y respiran, despiertan en la mañana y respiran. El foco aquí ya no esta en observar la mente, en esta forma de lograr la calma mental, tan efectiva como la anterior o más, uno se centra en inhalar y exhalar conscientemente.
No porque la respiración sea mágica, que realmente oxigena el cerebro y ayuda a recuperar la calma, lo hacen porque es fácil. Está al alcance de la mano ya que continuamente tenemos que respirar. Podrían centrarse en cualquier cosa, en la sensación de la planta delos pies sobre el suelo, en la sensación en el rostro, o concentrándose en la postura corporal. Da lo mismo. Ocurre algo y diriges tu mirada hacia esa inhalación y exhalación. No se trata de tomarte un tiempo para pensar, ni en calmar la mente, se trata de enfocar y desarrollar una mente obediente, que sea lo que sea lo que ocurra fuera, tu dirijas la atención al punto que consideras, logrando que la mente no divague, no imagine lo que no es, no se retroalimente en juicios sin sentido, esté serena y calmada.
El trabajo de la calma mental se realice hasta que surge sin esfuerzo. Normalmente son unos pocos años. Si se hace bien, unos tres años, si se hace mal o de forma intermitente, puede durar toda la vida.
Transformación de la mente
La transformación de la mente permitirá tener una mente útil y a la vez positiva.
Cuando la calma mental ya se está realizando, el meditante hace una segunda parte del trabajo que consiste en hacerse cargo de su mente. Esto significa que el practicante es consciente que su mente genera algo: juicios, pensamientos, ideas… genera constantemente, y esa generación puede ser sana o insana. Hay mentes que hacen mucho daño porque todo lo que generan es negativo y conflictivo. Hay mentes que generan mentira, perturbaciones, hay otras mentes que generan arte.
El meditante, mientras trabaja y desarrolla la calma mental, transforma su mente para que sea un poco más elevada. Busca tener buenos valores, buenos pensamientos, busca ser honesto, coherente, integro, sincero, respetuoso, generoso… no surge natural. Las bondades humanas, los valores humanos, y más en nuestra sociedad actual, no surgen de manera natural, hay que desarrollarlos.
Entonces el practicante busca poco a poco transforman sus pensamientos más perturbados y negativos en pensamientos positivos y constructivos.
Hay quienes sólo se centran en esta parte del trabajo. En generar una mente más positiva e integra, sin embargo, si esto no se hace con un trabajo de equilibrio y ecuanimidad, tarde o temprano los pensamientos afloran y pueden perturbar a cualquiera.
De la misma forma, quienes sólo se centran en la parte del trabajo de la calma mental, pueden lograr tener una mente muy despierta y lúcida, con gran capacidad y fortaleza, pero vacía de sentimiento y empatía.
Entonces aquí aparece un trabajo hermoso, uno reconoce un pensamiento conflictivo, o reconoce un hábito, o un juicio, ya sea hacia uno mismo o hacia otro. Cuando observamos nuestra mente, claramente observamos nuestros defectos, entonces los podemos transformar.
A veces esta transformación requiere un esfuerzo mayor. Cuando la persona ha sido envidiosa, o juiciosa muchos años, hace falta mucho esfuerzo y trabajo en transformar todo ese hábito mental tan insano. A veces la persona ha sido mentirosa y su reacción natural es mentir, o una falsa sonrisa, o hipocresía. Entonces toca hacer un esfuerzo por transformar esa mente y generar un pensamiento contrario de amor, de sinceridad, de respeto… es un trabajo donde no sólo observamos el pensamiento cuando nace, sino que lo reconocemos, reconocemos el veneno de la mente, y lo transformamos.
Algunas personas tienen tal veneno en su mente que el trabajo de transformación conlleva cambios en todos los aspectos de su vida. Deben cambiar las rutinas, los hábitos, las compañías… Algunas personas dedican mucho esfuerzo en alimentar sus venenos. Y el día que se quitan ese veneno, o esas adicciones, sufren. Pues no son los venenos químicos los que generan mayor adicción, sino las sombras de la mente. Al final, las personas cuando no desarrollamos una mente despierta y lúcida, flexible y clara, generamos muchos hábitos insanos e inconscientes. Entonces hace falta transformar no sólo la mente, sino todo lo que la mente ha perturbado y generado. Transformar la vida casi entera, pues, una persona que tiene por ejemplo el veneno de la ira en su mente, no se trata con que deje de pensar de forma pacífica, tendrá que dejar de alimentar su ira, y abandonar todos aquellos hábitos que le generan ira, aprender a vivir sin ira, tendrá que ir, paso a paso, como un bebé, hasta que aprenda a vivir con una mente que no alimenta la ira.
Si tan sólo lo ignoramos, si ignoramos el pensamiento conflictivo, la mente volverá a generarlo más adelante. Si lo escondemos también. Volverá a surgir. La persona que abandonó una adicción lo sabe, uno puede dejar de fumar escondiendo el tabaco, pero entonces, siempre que vea tabaco pensará en fumar. Debe transformar el pensamiento, a lo mejor cada vez que tiene ganas de fumar pensar lo bien que se está sin fumar. Debe generar un pensamiento contrario y luminoso ante cada momento que retorne a su antiguo hábito. También deberá reaprender a vivir sin tabaco. Todas aquellas cosas que hacía fumando, deberá aprender a hacerlas sin tabaco. Es un trabajo desafiante pero muy visual. En el tabaco, el veneno no es la nicotina, sino la sombra de la mente, el personaje fumador que hemos creado. En la envidia, la ira, el egocentrismo, la arrogancia, también, el problema no es la envidia en sí, sino la persona envidiosa que hemos generado. Ese personaje que crece en el inconsciente de la mente y se adueña de la psique alimentando hábitos y pensamientos tan destructivos y dañinos.
El meditante transforma ese pensamiento.
Busca la luz en las sombras para, no sólo disolver el ruido mental, sino también transformar los venenos y nutrir una mente pura y limpia.
Para transformarlo existe prácticas más avanzadas, sin embargo, en términos generales, consiste en sostener conscientemente esta actitud negativa, o pensamiento, y dejar que la luz de la mente ilumine esa sombra, o que el amor del corazón disuelva ese veneno transformándolo en dicha.