Comprendiendo el desapego y libertad

No se puede poseer nada ni a nadie, ni si quiera los instantes. No podemos poseer ni si quiera la consciencia del yo, es más, cada aspecto que creemos poseer, realmente es algo que nos agarra y nos posee a nosotros arrebatándonos la libertad tan preciada. Como aves presas, esclavos a nuestra manía de ser parte de algo, quedamos atrapados en cada uno de nuestros juicios, en nuestras creencias, en las divagaciones. Nos quedamos atrapados en el agujero que formamos para apresar lo que creíamos amar. La ignorancia comienza a tener más y más y más. Amontona más y más bienes personales. Pero la ignorancia no gusta siempre de objetos materiales, sino también y sobre todo deseos. Cada día requiere más alimento, más atención. La ignorancia busca tanto que llega un momento que tenemos que robar ese alimento de otros para conseguir alimentar nuestra propia ignorancia.

Esa persona que cree tanto en su verdad es esclava de su propia verdad, ahora tiene que alimentar esa verdad, tiene que alimentar ese yo que cree estar acertado en la vida, y luchará para nutrir su verdad, ahora no le basta con creer que tiene la razón, desesperadamente, intentará demostrar su verdad. Totalmente condicionado por los autoengaños que se realiza, defiende la verdad, supuestamente, por el bien de la propia verdad, pero no es así, es esclavo de ella. La necia verdad que posee, le está posehiendo y le arrebata todo avisto de verdadera libertad.

Prefiero estar equivocada toda la vida a tener que ealimentar día tras día una verdad que me aprisione y limite. Prefiero ser libre a estar encadenada a la ignorancia, alimentarla, convencerme a mi misma y a todos que poseo algo valioso, cuando ese algo se ha convertido en una condena.

El yo busca aliados para reafirmarse. Y claramente necesitamos un arquitecto, un diseñador, necesitamos ese yo para que la psique logre formar parte de esta realidad creando y manifestando. Obviamente el yo es necesario, aunque, es muy probable, que cada uno de los yoes que conocemos nuestros, haya creado un montón de adicciones para ser apreciado, o para consolidarse. El yo, y la multiplicidad de yoes que nos atrapa, no son más que ilusiones vagas que se disuelven en el momento de ser nombradas, ni si quiera es posible señalarlas, así que necesitan solidificarse, desean ser algo. Y en esa búsqueda se quedan atrapadas a las inconscientes formas de las indeterminaciones de la psique, haciendo creer que dan sentido a la vida, que iluminan las sombras, nos obligan a perseguir su forma y darle vida.

La ignorancia posee al guerrero como un pájaro adiestrado en una jaula. El guerrero, dormido completamente a su propia inconsciencia, defiende con gran ignorancia sus creencias y juicios, desatiando casi en cada una de sus indemostrables verdades. Con gran aínco el ignorante ignora incluso que su falta de verdad necesita ser nutrida.

Igual que el sueño romántico que atrapa a las personas en la creencia de la perfección, generando un constante avistamiento de la belleza imposible e indeterminada, o de la misma forma que, todos esos puristas defienden su fe y adoctrinan a las personas para pensar igual que ellas, igual que tantos terapeutas que su terapia consiste en la constancia y la dependencia y no la libertad de la conciencia. Expulsa de ti tu necesidad de ser alguien para poder ser realmente el todo.

Y no limites ni un día más tu creencia sobre mi ni sobre nadie señalando, determinando, limitando la posibilidad de ser todo aquello que eres incapaz de creer que yo puedo ser y realmente es lo que soy, pues tu limitación, aunque no lo creas, nace de la incapacidad de sorprenderte.

Tanto miedo tienen las personas a ser libres que a diario abrigan el maldito hábito de decir todo lo que piensan sin importar a quienes dañan con su creencia, incluso, la verdad se hace propia al punto, que merece la pena dañar a otros para defenderla, aunque realmente no es así, y todos sabemos que no hay valor en las mismas formas. Las apariencias tan sólo son apariencias. No hay verdadero valor en defender la ilusión. Aunque vivamos en una época que cada deseo debe ser cubierto hasta el punto que es más importante saciar los deseos y dar todos los caprichos al ego que nutrir lo verdaderamente importante, todos nos damos cuenta que no tiene ningún valor perder el tiempo en ellos.

Incluso el arte se ha convertido en una exposición de deseos personales, el amor, la familia, las relaciones de pareja, el trabajo, la forma de conseguir dinero, todo son deseos. No hay dignidad alguna, e incluso está bien visto perder la propia dignidad para lograr los propios deseos, o dañar la dignidad ajena con tal de conseguir lo que uno quiere.

Es una época donde los caprichos, cualesquiera que sean, tienen más valor que la propia libertad. Los deseos se convierten en cosas, pero no sólo cosas materiales, en creencias, en pretensiones, en juicios, en emociones y supuestas intuiciones sin valor alguno, incluso algunos deseos creen convertirse en amor. Empalagosos y totalmente inútiles, los deseos han de ser alimentados uno por uno hasta que el ego se sienta satisfecho, y esta desfachatez está bien vista. Esta constante muestra de ignorancia, ceguera y temor está bien vista.

Pero yo, hoy, mi yo sin nombre, sin forma, ese otro yo que no puede ser señalado, desea ser libre con cada suspiro, y como todos sabemos, para que eso ocurra es necesario soltar incluso la creencia de tener razón en algo. La necedad ya será alimentada por quien desee perder el tiempo en pretender ser más que lo que este maravilloso segundo es.

Pues el alma, sea correcto o no, no tiene tiempo que perder en parecer, no tiene tiempo que perder en pretender, ni en herir, ni en difamar. Anhela ser eterna cada instante, sea como fuere, anhela vivir. El ego en cambio intenta controlar, atrapar. La alondra atrapada entre las deseos, la avaricia, el orgullo, pierde su dirección y, poco a poco, desorientada, dejará de volar hasta que olvide su verdadero sueño.

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