– No tengo miedo de desaparecer pero si tengo miedo de que desaparezca todo lo que me rodea.
-Cómo puedes tener miedo?
Cuando ves, desapareces tú y sólo existe el mirar;
cuando hablas desapareces tú y sólo existe la voz;
cuando amas desapareces tú, desaparece lo que amas, y sólo existe el amor.
El Taj Mahal no es un lugar, es un canto de amor. Desde allí todas las baladas se silencian y una sola se escucha susurrada entre las grietas de las paredes. Es el canto de amor a Mumtaz Mahal, la esposa que apresuró su vida.
Mumtaz Mahal, en el parto de su decimocuarto hijo, justo antes de morir, le pidió a su esposo y gran amor el emperador Shah Jahan que le construyese una tumba y que la visitase cada año en el aniversario de su muerte.
Así comenzó una obra que duraría 22 años, el monumento al amor más hermoso. Fue tal el gasto económico y la locura a la que llegó Shan Jahan con la obsesión de construir el palacio, que al terminar la obra se declaró enfermo y su hijo Sha Shuja se convirtió en el nuevo emperador. En poco tiempo Aurangzeb, otro de sus hijos, derrocó a su padre permitiéndole vivir encerrado de por vida en el Fuerte Agra, desde cuyas rejas divisaba cada día el Taj Mahal.
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Que extraño es descubrir que los más bellos regalos que te puede dar la vida tal vez jamás los llegues a ver. Es muy probable incluso que los más bellos recuerdos de tu vida, ni si quiera tengan que ver con tu propia vida.