Una relación amorosa y consciente con el dolor

Una relación amorosa y consciente con el dolor

Nuestra relación con el dolor transformará completamente el camino de vida. A veces, tras una práctica espiritual intensa, o una sanación, o cuando conectamos profundamente con alguien desde el corazón, el resultado no es tanto que crezca la claridad y la alegría, sino al contrario, pudiera ser que alguien se sienta enfermo, dolido, emocionalmente inestable. Pudiera ser que regresaran todas las sombras a nuestra vida, aquellas que creíamos que ya se habían disuelto.

Entonces podemos proyectar esas sombras sobre los demás, o sobre nosotros mismos. Alejando nuevamente la luz de nuestro corazón.

Hay varias causas de esta situación.

La primera tiene relación con que la apariencia de una sanación emocional no es lo mismo que una sanación completa. Muchas veces creemos que hemos sanado, que hemos superado un dolor, y lo único que ocurrió es que algo de luz despejó y aclaró la situación, pero el dolor sigue ahí. Continúa porque sólo una luz constante y plena puede liberarnos del dolor, sólo cuando nuestra mente está en un punto de apertura completo podrá superar y liberar todas las sombras. Entonces, por mucho tiempo es probable que nos sintiéramos bien, que sintiéramos que habíamos superado un dolor emocional, físico o mental, pero el dolor ahí continuaba. Simplemente la nueva luz en neustra mente y el amor en nuestro corazón era más fuerte y no nos permitía ver que en el fondo de nosotros aun quedaba una gran sombra.

Pudiera ser, claro que sí, que una luz aun mayor, ocasionada por un encuentro mágico, o por una práctica más profunda, nos señalen nuestro error y saquen a la luz viejas sombras que creíamos superadas.

Por otro lado, es fácil que una práctica o una conexión mayor nos señalen algo que obviamos muchas veces, y es la relación con nuestro dolor. ¿Cómo nos relacionamos con nosotros mismos cuando observamos este dolor?

A este aspecto tengo que recordar que es fácil convertirse en cliente de las terapias alternativas y de los cursos de desarrollo personal. Uno olvida que el objetivo es crecer, abrir el corazón, la mente y se convierte en un cliente o coleccionista de información, de experiencias, y muchas experiencias son muy dichosas, más al final de todas sentimos que queremos más experiencias y volvemos a comprar otro curso, u otro retiro. Con los años podemos sentir que nuestra vida algo cambio, pero continuamos a la deriva sin metas, alimentando nuestra ignorancia de una u otra forma. Un cliente exige, piensa que compra conocimiento, piensa que los tiene sólo por haber pagado. Busca experiencias bellas, intensas, gratificantes, pero no busca conocimiento. Cuando alguien se presenta como cliente, obliga al mediador a convertirse en empresario. De una forma u otra, cuando se cobra un dinero por una terapia o por un curso, no se cobra por el conocimiento, ni por la sanación, eso no tendría sentido. Sería como cobrar un medicamente por que te curará la enfermedad. No, todos sabemos que pagamos por las horas de trabajo, el lugar, la organización, los materiales… Sin embargo, un “cliente” pudiera caer en el error de pensar que paga por la información. Entonces puede “regatear” o puede ser que considere que el trabajo, la organización, los materiales, etc. Tienen un valor diferente o menor del que se entrega. Puede ser que olvide que el paga por un servicio y piense que el precio es el resultado. Entonces hay una experiencia muy hermosa y gratificante que pudiera dar la sensación de que hubo una transformación interior, pero no la hubo. Tarde o temprano tenemos que regresar y volver a vivir la misma experiencia para tener una percepción de sanación. Porque no acudimos a la práctica desde el lugar adecuado, o porque no comprendemos muy bien cuál era nuestro papel ante esa experiencia.

Entonces, una práctica más profunda suele ser desafiante, incómoda. Será fácil que el participante la critique, o la subestime, o se sienta incómodo. Pues esa práctica le está mostrando su poca implicación o su implicación superficial con su propio camino de vida, o tal vez le muestra su mala relación con el propio camino.

La relación con el camino interior está totalmente relacionada con la relación con nuestro propio dolor.

Entonces viene la segunda y muy clara idea sobre la sanación: ¿cuál es nuestra relación con el dolor? Pues en base a esta nos podemos identificar con él, con lo que alimentaríamos de una forma u otra nuestro ego, o podemos intentar desligarnos del mismo, o pudiéramos intentar acabar con todo aquello que hay en nosotros que sufre, y no acabar con el dolor mismo.

Muchas personas rompen sus relaciones porque piensan que la relación les genera dolor, pero no comprenden que hay algo en ellos que está sufriendo mucho antes de que existiera la relación. Entonces no actúan ante el dolor, sino ante aquello que sostiene el dolor.

Esto son formas muy negativas y pesadas de actuar ante el dolor.

La relación con nuestro dolor, ya sea de ignorancia, rechazo, identificación, temor… también nos ayudará a comprender porqué cuando intentamos avanzar en el camino interior, nos volvemos a topar con los mismos obstáculos.

Nuestra mirada suele ser hacia el dolor en concreto. Casi siempre vamos a buscar una respuesta clara de porqué estoy sufriendo esto, qué puedo hacer para dejar de sufrirlo, desde cuándo está este dolor aquí, etc. Mi proposición es muy diferente. ¿Plantéate cómo actúas ante tu dolor? ¿Cómo abrazas, como amas, como acoges? ¿Quién eres tú de cara al dolor que tienes?

Sin esperar que el dolor se disuelva, sin intentar descubrir lo negativo que llega a ser, sin menospreciar y sin enfocarte en él, por un día trabaja en descubrir cómo te abrazas, cómo te amas, cómo tratas a tu dolor.

Entonces algo cambia. El enfoque es diferente completamente.

Una práctica espiritual profunda sacará a la luz esta relación, porque sacará a la luz los dolores que has evitado sentir durante mucho tiempo. Entonces debes tener mucho cuidado. ¿Qué tipo de personas eres tú ante el dolor? Esa es la pregunta cuando tras una práctica espiritual más profunda, o una conexión espiritual con alguien, o una transformación, algo en ti cambia y se torna desafiante.

Es algo sencillo. Uno tiene un dolor en el alma, o en el corazón. Entonces rechaza ese dolor, o esconde ese dolor. Se identifica con ese dolor y lo rechaza. Pero cuando observamos con detenimiento, podemos ver claramente que esa persona se rechaza a sí misma, no rechaza el dolor en su corazón, sino que rechaza todo lo que está sufriendo dentro de su corazón. Pero va más allá, también rechaza a las personas, situaciones, experiencias que abrigan y dan luz a su alma, porque le muestran que hay un rechazo hacia su propio corazón.

Desde aquí volvemos al inicio, sin importar cuanto tiempo llevamos planteándonos preguntas, meditando, trabajando, buscando, eso no importa porque esta manifestación supone una conciencia burda de separación, por lo tanto, el sufrimiento de esta ilusión se manifiesta como algo real. Por ello volvemos al inicio, y nos preguntamos, no por el dolor, sino por cómo estamos actuando ante él. Puede ser que pensemos que hacer muchas terapias y muchos cursos es una relación amable con el dolor, pero no lo es, una relación amable con nuestro dolor es abrazarlo, cuidarnos, no buscar que este desaparezca, sino comprender, escuchar y amar a lo que hay en nosotros sufriendo y sosteniendo ese dolor.

A través de este amoroso abrazo el dolor se va sanando y una alegría profunda y amorosa surge, una experiencia de sanación acontece. Pero un día se abre la mente, surge una luz clara en nuestra mente, y entonces el dolor mismo es liberado al completo.

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