Libro de Chuang Tzu. Identidad de los Seres

Libro de chuang Tzu

Traducción de Carmelo Elorduy

Capítulo 2

Identidad de los Seres

1. Tzu-Ch’i, de la barriada del Sur, estaba sentado en su diván. Suspiraba mirando al cielo. Estaba en éxtasis como si su espíritu hubiera perdido al compañero al cuerpo.

Yen Ch’eng Tzu Yu, que estaba a su lado y le servía como discípulo, le pregunta: ¿Dónde estaba su Merced? ¿Cómo puede quedar así un cuerpo como tronco seco y cómo puede el corazón quedar así como cal muerta? El que ahora está recostado en ese diván, no es el mismo que el de hace un momento.

Tzu-Ch’i le dijo: Yen, no haces bien en preguntármelo. En este momento he perdido mi yo ¿sabes? Puede que tú hayas oído las músicas de los organillos de los hombres, pero no la de los organillos de la tierra. Tal vez hayas también oído la de los órganos de la tierra pero no la de los órganos del Cielo.

Tzu-Yu le dice : Por favor ¿cómo es eso? Tzu-Ch’i le contesta: El hipo de la Gran Masa se llama viento. De ordinario no sopla. Cuando sopla todas las oquedades braman desaforadamente. ¿Sólo tú no has oído nunca su zumbido y no has visto cómo sacude los bosques de las colinas? Las oquedades de los troncos de corpulentos árboles de cien brazadas de circumferencia se parecen a narices, bocas, orejas,
capiteles, apriscos, morteros, hoyos y hondonadas. Los sonidos que emiten son murmullos de cascadas, silbidos, susurros, clamores, suspiros, mugidos, estruendo de profundos barrancos.

Entonan estos y responden aquellos. Es sinfonía callada de murmullos de mansas brisas; es el grandioso concierto de vientos huracanados. Cesado el vendaval, todas las oquedades vuelven a la inane vaciedad de su silencio. ¿Sólo tú no has visto ser mecidos suavemente o sacudidos violentamente?

2. Tzu Yu repuso: La música terrestre es la de la multitud de esas oquedades, la música humana es la de los organillos de bambú. Quisiera preguntarle por la música del organillo celeste.

Tzu-Ch’i contesta: Con el soplo todas las cosas se discriminan y se singularizan. Cada ser toma lo suyo. ¿Pero qué es lo que a ello les impulsa?

La gran sabiduría es amplitud. La sabiduría pequeña es discriminación. Las grandes doctrinas son fuego que todo lo devora. Las pequeñas son tiquismiquis de distinciones. Así lo que en el sueño el espíritu asocia y mezcla, en la vigilia el cuerpo separa y distingue. Al entablar contacto con las cosas se traba el corazón con ellas originándose en él lucha diaria.

Tan pronto se ensancha y se dilata como se cierra obstinadamente en sus profundos senos. Son pequeñas inquietudes que le acucian o son grandes temores que le paralizan totalmente. Brotan como disparadas por resorte de ballesta. Quien las dispara es la distinción del es y del no es verdadero y falso, bueno y malo. La guardamos con la misma fidelidad con que se guarda un pacto. Guardarlo, decimos ser victoria nuestra. Así se va marchitando nuestro espíritu, muriendo como muere la naturaleza a la llegada del otoño e invierno, insensiblemente día por día. Una vez hundidos y anegados, ya no hay posibilidad de emerger de nuevo. Hundiéndonos más a medida que la vejez avanza. Nada podrá volver a la luz un corazón que ha muerto ya.

La alegría y la ira, la tristeza y el gozo, las preocupaciones y los lamentos están en mudanza continua o pertinaz persistencia van brotando con liviana lujuria y profusa prodigalidad como sonidos que nacen en el vacío y hongos que cría la humedad. Estas mudanzas alternan día y noche ante nosotros y desconocemos dónde brotan.

i Basta ya, basta ya ! ¿Podremos tal vez descubrir, de la mañana a la noche, el origen de donde nacen? No existe este mi yo sin que exista aquel otro. Y sin un yo, no hay quien los asuma. Está, pues, muy cerca de mi la causa y todavía ignoro el causante. Si tienen patrón verdadero que los gobierna, no se descubre su semblanza. El que pueda obrar y actuar «, basta para creer que existe, pero no es posible ver su figura. Tiene realidad pero no tiene figura.

3. Todos los cien huesos de mi cuerpo, los nueve orificios (los sentidos), las seis vísceras están en mí completos. ¿Cuál de ellos me es más particularmente amado? Aunque diga que a todos amo igualmente, todavía hay alguno singularmente amado.

Si a todos ellos hacemos súbditos y esclavos, ¿súbditos y esclavos se bastarán para gobernarse? ¿Acaso podrán ir alternándose en las funciones de señor y súbdito¿ ¿Habrá, pues, que admitir entre ellos un señor verdadero? ¿un alma?

Si queriendo entender la realidad no lo consigues, no empece esto a su verdad. Una vez tomada una forma, no la deja hasta el fin. Con esta cosa actúa, corta, y con ella fenece, se embota. Su carrera al término de su viaje es veloz como el galopar del caballo. Incontenible. ¿No es cosa deplorable? Trabajar afanosamente toda la vida y no poder ver el fruto del trabajo. Encontrarse agotado 30 y no saber a dónde regresar. ¿No es cosa triste? Dice el hombre: ¿Qué provecho sacamos con no morirnos? Sometido el cuerpo a su proceso de corrupción, el espiritu sigue la misma ley. ¿No es cosa muy triste? La vida humana es así de oscura. ¿Acaso es oscura para mí y no también para los demás? Cada cual sigue las aficiones de su corazbn y las toma como sus guías.

¿Quién es el hombre excepcional que no los toma por guías?

Sabiendo ser irremediable que las cosas han de alternarse y cambiarse, todavía hay quienes se agarran a ellas. Tontos los ha de haber. No tener el corazón afectado y que existan esas diferencias de esto es y eso no es, es tan imposible como decir: hoy salgo para Yüeh y ayer llegué allí. Es hacer que exista lo que no existe. Si en realidad existe lo que no existe, ni el mismo emperador Yü ‘O, con haber sido tan espiritual, lo pudo haber sabido ¿cómo lo voy a saber yo?

4. La palabra no es una mera emisión de aire. El que habla, algo dice. Sólo que lo que dice no es muy fijo. ¿Tiene, en efecto, una significación o nunca la ha tenido? ¿Se cree que es diferente del piar de los polluelos o de las aves, o no? ¿Hay o no hay distinción en sus significados? ¿Cómo puede ser el Tao tan oculto e inescrutable que en él pueda darse verdad y falsedad? Las palabras ¿cómo pueden ser tan ocultas que den lugar al es y al no es? ¿A dónde podemos
ir donde el Tao o la verdad no exista? «.

¿Cómo puede .existir la palabra que no sea posible? El Tao es oscuro en sus pequefias realizaciones y las palabras, a su vez, se oscurecen en su exuberancia y en su redundancia. Aquí tienen su origen el es y el no es de los letrados ju, confucionistas, y de los discípulos de Mo-tzu, ‘ a, las distinciones.

Hacen es el no es del otro y no es el es del otro. Quieren que sea verdadero lo que el otro dice ser falso y falso lo que el otro dice ser verdadero. Mejor les fuera acabar de entenderlo una vez claramente. En las cosas mismas no existe el aquello no es. En las cosas no existe esto no es. Del punto de vista del uno no se llega a ver lo que del otro. Cada uno conoce lo que conoce. Así se dice: Por el es existe el no es y por el no es existe el es. Aquello y esto no son más que expresiones que han nacido ahora mismo. Nacen ahora y ahora mueren. Ahora mueren y ahora nacen. Ahora es posible y ahora no es posible. Ahora es imposible y ahora ya es posible.

Porque es y porque no es; porque no es y porque es. Así el santo no va por ese camino, sino todo lo enfoca en el Cielo. Por eso, para él, todo es. Esto es también aquello, y aquello es también esto. En esto unifica al es y al no es. En aquello unifica al es y al no es. ¿Existe, en realidad, diferencia de aquello y de esto, o no existe, en realidad, diferencia de aquello y de esto?

5. El punto en el que el esto y el aquello no tienen su pareja es el quicio del Tao. El quicio está originariamente en el centro del círculo y desde allí puede corresponder a todo indeficientemente. El es, en aquella unidad, es inagotable. El no es, en aquella unidad, es también inagotable. Por eso se dice que no hay como haberlo entendido bien. Así, mejor que llamar dedo algo del dedo que no es el dedo (una cualidad), fuera mejor llamar no dedo eso del dedo que no es el dedo.

Mejor que llamar caballo algo del caballo que no es el caballo, fuera llamar no caballo lo que en el caballo no es el caballo. El Cielo y la Tierra son un dedo; todos los seres son un caballo. Si puede ser, lo será; si no puede ser, no lo será. El camino se hace andando por él y a las cosas las hacen los nombres que se les dan .

¿Por qué así? Es así porque es así.

¿Por qué no es así? No es así porque no es así.

Las cosas tienen su natural verdad. Las cosas tienen su natural poder ser. No hay cosa sin su verdad. No hay cosa sin su poder ser.

Citemos unos casos: un palo y una columna, una mujer muy fea y una beldad como Hsi Shih. Son apreciaciones falaces.

El Tao penetra por todos unificándolos.

Distinguirlos es hacerlos y hacerlos es deshacer (su unidad).

En las cosas mismas no se da ese hacerlas o deshacerlas. Se identifican volviendo a la unidad. Sólo quien lo ha comprendido, las identifica. Este no admite (esas distinciones). S610 se sirve de ellas para el uso común. Este uso es lo que tienen de utilidad.

Esta utilidad es en lo que se identificaban y su identificación es su logro. Con la consecución de su idoneidad han llegado a su fin. Basta con seguir la verdad. Bastar y no saber por qué basta, es lo que se llama Tao. Fatigan su espíritu los que quieren comprender su unidad
sin haber entendido su identidad.

Esto es lo que se dice «tres a la maflana». ¿Por qué se llama «tres a la mañana»? Un monero dijo a sus monos: Os daré tres celemines de batatas a la mañana y cuatro a la tarde. Todos los monos se pusieron furiosos. Entonces les dijo: Bien, os daré cuatro a la mañana y tres a la tarde. Todos los monos se pusieron contentos.

Las palabras y la verdad de ellas no habían sufrido cambio alguno, pero su efecto fue alegría en un caso e ira en el otro. Era también seguir la verdad.

Así el varón santo hace la paz y el acuerdo entre el es y el no es y reposa en su identidad celeste.

A esto se da el nombre de, conducta doble, seguir en el uso las diferencias y juntarlas para sí en su unidad natural.

6. El saber de los antiguos topaba con un límite. ¿Cuál era ese límite? Para unos no hubo en el principio seres. Este es un extremo al que nada puede añadirse. Otros creían que ha habido seres pero sin límites o divisiones, estado amorfo y caótico. Otros creían que hubo límites en ellos, pero sin las distinciones del es y del no es.

El esplendor o prosperidad de las distinciones del es y no es vino de la decadencia del Tao. Decadencia debida a la génesis del amor o simpatía. ¿Ha existido en efecto esta génesis y ha existido esta decadencia? ¿O no existen tal génesis y tal decadencia?

Existe esta génesis y existe aquella decadencia, y por eso el Sefior Chao Ha tocaba su laúd (sentía preferencia por ciertas notas). Si no existiera esa génesis (del amor o de la afición) y esa decadencia del
Tao, Chao no tocaría su laúd. No existirían ni la música de laúd de Chao Wen, ni la batuta de Shih Kuang, ni Hui- tzu recostado sobre su diván de firminia platanifolia discutiendo con sus sofistería.

El arte de estos tres maestros había llegado a la perfección. Así florecieron tanto hasta el fin de sus años. Lo que cada uno de ellos amaba era diferente de lo que los demás amaban. Queriendo ellos mismos explicar claramente a los demás, no podían poner en claro aquello que ellos veían claro y a la postre quedaban tan a oscuras como se que disputaban sobre si la dureza y la blandura (de un objeto) son una o dos cosas.

El propio hijo, que continuó hasta el fin de sus días el arte de su padre Wen, no llegó a perfeccionarse en él. Si a esto se llama perfección, cualquier persona es perfecta. Si no se le puede llamar perfección, no hay perfección ni en mí ni en las otras cosas, sino que no es más que el fulgor de una ilusión. Así el santo se ha propuesto no utilizar para sí estas diferencias sino contentarse solamente con seguir el uso común que de ellas se hace. A esto se llama iluminación.

7. Supongamos ahora esta doctrina de la identidad de las cosas. Pero no sé de cierto si se ajusta o no a la verdad. Tenemos ya que el ajustarse y el no ajustarse son entre sí de la misma especie. No es, pues, diferente lo uno de lo otro. Intentemos declarar esta doctrina.

Había ya un principio. Habia un principio que no había tenido aún principio. Había un principio anterior a ese principio sin principio. Había seres. Había la Nada. Habia la Nada anterior a la Nada. De pronto existe la Nada y no sabemos del Ser y de la Nada cuál existe y cuál no existe.

Yo digo una cosa, pero no sé si lo que digo se puede, en realidad, decir o no se puede decir: En el mundo nada más grande que la punta del pelo otoñal del ganado y la gran montaña es pequeña. Nadie ha tenido mayor longevidad que Shang-tzu, murió de muy corta edad, y P’eng Tsu gi, el Matusalén chino, murió prematuramente.

El Cielo y la Tierra han nacido conmigo y todos los seres son una cosa conmigo. Si son una misma cosa ¿para qué sirven ya las palabras?

Una vez dicho que son una misma cosa, ¿acaso dejan de existir las palabras? Uno y la palabra que lo significa ya son dos. Dos más uno son ya tres y si continuamos así esta serie, resultará imposible de contarla aun para el más hábil contador, cuánto más para el vulgo. Así de la nada llegamos al ser y del ser llegamos al tres. ¿Cuánto más si (en vez de comenzar de la nada) comenzamos a contar a partir del ser. No hay, pues, por qué seguir, sino seguir la verdad nada más.

8. El Tao nunca ha tenido límites o fronteras. La palabra, en cambio, nunca es estable y fija. Por eso tiene sus parcelas. Dígame por favor esas sus parcelas. Hay izquierda y derecha; hay razón y hay justicia; hay divisiones y hay discriminaciones; hay competiciones y hay peleas. Eh aquí ocho formas o expresiones (diferentes).

De las cosas del mundo extraespacial el santo no habla. De las cosas de este mundo («de dentro de los seis puntos del espacio»), el santo habla, pero sin razonar o discutir. Las cosas pasadas en la época Ch’un Chiu y las Actas de los antiguos emperadores, el varón santo las inquiere o razona, pero sin dirimirlas y enjuiciarlas. Así no divide o distingue lo que está dividido, y lo que está dirimido no lo dirime o enjuicia. Se me dirá: ¿por qué así? El santo acoge todo en su pecho.

La gente dirime y enjuicia por prurito de ostentación. Por eso se dice que quien lo dirime y distingue no ha alcanzado a verlo. El gran Tao no habla. El Gran Discernidor no habla. La Gran Bondad no se prodiga en bondades. La Gran Probidad nada guarda. El muy valeroso no es contrincante. El Tao que quiere brillar no es Tao. La palabra que dirime o distingue no ha llegado al fondo. La bondad que está siempre haciendo favores es imposible. La probidad demasiado pura no se tiene por verdadera. El valeroso no es posible sea contrincante.

Estas cinco cosas, con ser redondas, tienden hacia la curvatura. Así saber detenerse ante lo que se ignora es lo más alto y perfecto. ¿Quién es capaz de conocer la Diferencia callada y el Tao que no habla? Si hay quien lo conozca, será llamado tesoro del Cielo. En él, por más que derrames, nunca le llenarás y por más que de él saques, nunca le agotarás; y no se sabe de dónde le viene. Es luz oculta.

Así antiguamente el emperador Yao dijo a Shun fi: He querido castigar a los pueblos Tsung, Kuai y EIsü, y esto hace que no me halle en mi trono contento y a mis anchas. ¿Cuál puede ser la causa?

Shun le contestó: Esos tres señores viven entre los matorrales de sus selvas, ¿por qué esa su desazón? Antiguamente salieron diez soles y todos los seres brillaban en su luz. ¿Quieres tú acaso brillar más que ellos con tu poder?

10. Nieh Ch’üeh preguntó a Wang: ¿Conoce su Merced la verdad en la que se identifican las cosas?

¿Cómo puedo yo saberlo?

¿Su Merced sabe que es lo que su Merced no conoce?

¿Cómo lo puedo yo saber?

¿Entonces no se conocen a sí mismas las cosas?

¿Cómo lo puedo yo saber? Con todo vamos a intentar decirlo. ¿Cómo puedo yo saber que lo que yo llamo conocer no es ignorar? ¿Cómo puedo saber que lo que yo llamo ignorar no es conocer?

Pues voy a hacerle una pregunta: Si los hombres se acuestan en suelo húmedo, se atrapan un lumbago que les deja muerto medio cuerpo. ¿Acaso al pez misgurno le pasa otro tanto? El que está sobre un árbol está de miedo de caerse. ¿Acaso les pasa lo mismo a los monos y a los gorilas? ¿De estos tres quien es el que conoce la verdadera postura para el cuerpo?

Según veo yo las virtudes jen e i (bondad y justicia) y los caminos del es y del no es son todo oscuridad y confusión.

¿Cómo puedo yo conocer esas distinciones? Nieh Ch’üeh respondió: Porque su Merced no sabe distinguir el bien y el mal ¿acaso los hombres cumbres tampoco van a conocer el bien y el mal? Wang I contesta: El hombre cumbre es un ser muy espiritual. No se calienta aun cuando arda un gran lago. No se enfría aun cuando se hielen los ríos Ho (Amarillo) y Han. Aun cuando el rayo hienda las montañas y el huracán sacuda el océano, no se asombra. Con toda naturalidad monta sobre las nubes, cabalga sobre el sol y sobre la luna y se pasea más allá de los cuatro mares. La mudanza de la vida y la muerte no le altera, ¿cuanto menos los sucesos buenos y malos.

11. Ch’ü – Ts’io preguntó a Chang Wu : He oído decir al Maestro que los santos no se ocupan de negocios, no buscan los bienes, no huyen de los males, no les gusta andar tras las adquisiciones, no andan trepando por el Tao (se contentan con haber llegado a Él). Hablan con el silencio. Teniendo qué decir se callan. Asl se ciernen (en las alturas) fuera del polvo (mundanal). El maestro critica de vaguedad esta doctrina. Yo, en cambio, la considero como realización maravillosa del Tao ¿Qué le parece a su Merced?

Chang Wu le contesta: Si el mismo emperador Huang Ti se ofuscó al oirla, ¿cómo la puede entender un Confucio? Tú mismo te has apresurado demasiado en tu cuenta. Has visto el huevo y ya estás buscando el gallo que ha de nacer de él; has visto la bala (de ballesta) y ya estás buscando la fritada de la tortilla. Intentaré decirte mis desvaríos. ¿Los querrás oír también como desvaríos? Sigo el
curso de los días y de los meses, abrazo el espacio y el tiempo
y lo uno todo. Dejo a las cosas en su estado confuso y caótico y estimo lo mismo al esclavo como al noble. Cuando todos se esmeran y se afanan, el santo permanece apático cual un estólido. Junta todos los tiempos, y en la Unidad realiza su pureza. Si pues todos los diez mil seres son eso y todos envuelven en sí a la verdad (al es), ¿Cómo puedo saber yo que el amar la vida no es una aberración, y que el aborrecer la muerte no es como el haberse extraviado siendo niño pequeño y luego no saber volver a su propia casa? La niña Li era hija del señor feudal Ai . Al principio, cuando el rey de Chin la adquirió para esposa, lloró hasta mojar su vestido. Mas luego que llegó a la corte real y participó con el rey de la misma cama y de la misma mesa de viandas de animales herbívoros, se arrepintió de haber llorado. Yo ¿cómo puedo saber que, después de muerto, no me he de arrepentir a de haber buscado antes la vida?

12. Los que sueñan que están bebiendo en un banquete, al amanecer lloran de pena. Al contrario, los que sueñan que están llorando, al amanecer se encuentran que están divirtiéndose en una cacería en el campo. Cuando sueñan no saben que sueñan. En el mismo sueño tratan de interpretar y comprender sus sueños. Al despertarse ven que no ha sido más que un sueño.

Sólo con un gran despertar se puede comprender el gran sueño que vivimos.

Los estúpidos se creen despiertos. Presumen ser una vez reyes y otra pastores. Ciertamente Confucio y tú con él, los ‘los estáis soñando. Yo que digo que vosotros soñáis, sueño también. Esto tiene por nombre misterio.

Cuando, después de diez mil generaciones, nos encontremos con un varón santo, tendremos su explicación de la mañana a la noche. Ahora si yo y tú discutimos y tú me vences a mí, y yo no te puedo vencer a tí ¿acaso por eso, en realidad, será verdadero lo tuyo y falso lo mío? Si, al contrario, yo te venzo y tú no puedes vencerme ¿acaso yo estaré realmente en la verdad y lo tuyo será realmente falso? ¿Tal vez será verdad, tal vez no será verdad? ¿Ambos estaremos en la verdad y ambos estaremos en el error? Yo y tú no podremos averiguarlo. Los hombres, en efecto, estamos metidos en esta oscuridad. ¿A quién llamaremos para que nos rectifique? Si quien viene a rectificarnos es de tu opinión, entonces éste consentirá contigo, ¿cómo, pues, podrá rectificarte? ¿Si es de mi opinión el que quiera rectificarnos, siendo de mi opinión, cómo podrá rectificarme? Si es de una opinión distinta de la tuya y de la mía, el que venga a rectificarnos, cómo podrá rectificamos siendo de opinión distinta? ¿Si es el que viene a enderezarnos de la misma opinión que la tuya y la mía, ¿cómo podrá rectificarnos, siendo de la misma opinión que
ambos? Así si ni yo ni tú ni un otro podemos saberlo, ¿vamos
todavía a esperar a un otro?

¿Qué significa acordar con las diferencias del Cielo (naturales) ? Digo: es y no es, asi y asi no. Si el es es realmente es, éste es será de por sí diferente del rio es y no hay por qué lo tenga yo que distinguir.

Si el es es, es realmente así, éste así será diferente del no así. Tampoco tendrá necesidad de que yo lo distinga. Tomando, pues, las voces o las palabras, que están en dependencia (de sus significados), como si no dependieran de ellos, ajustarse a la realidad de la naturaleza celeste de las cosas e ir tirando » así hasta el fin de la vida. Así, olvidando diferencias de tiempos y olvidando esa justicia (dictaminadora del es y del no es), remontarse hasta el infinito y en el infinito asentarse y reposar.

13. La penumbra preguntó a la sombra: Hace un momento su Merced andaba, ahora se detiene; hace un momento se sentaba, ahora se levanta. ¿Por qué no se contiene? La sombra le contestó: ¿Yo no obro así en dependencia de otro? ¿Aquel, de quien yo dependo, no obra también, como yo, en dependencia de otro? ¿No dependo yo como la serpiente de sus anillos y la cigarra de sus alas? ¿Cómo sé yo por qué es así o por qué no es así?

Antiguamente Chuang Chou (Chuang-tzu) soñó que era mariposa. Revoloteaba gozosa; era una mariposa y andaba muy contenta de serlo. No sabía que era Chou (Chuang-tzu). De pronto se despierta. Era Chou y se asombraba de serlo. Ya no le era posible averiguar si era Chou que sofiaba ser mariposa, o era la mariposa que sofiaba ser Chou. Chou y la mariposa son cosas bien diferentes. Así es el mudarse de las cosas.

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