El juego y la risa

La primera parte del trabajo meditativo es abrir el corazón, poner intención en vivir, en sentir, en ser. La segunda parte del trabajo meditativo es comprender dónde estamos y quienes somos en este momento: escuchar. La tercera parte del trabajo meditativo es crear conscientemente: es jugar y reír.  

Es absurdo pensar que crearemos algo realmente valioso con la mera razón, sin amor y sin consciencia. La vida requiere emoción (conmoción) y requiere inteligencia (sabiduría).

Cada cosa que creas te va a transformar, te cambiará. Una vez que has creado algo, ya no volverás a ser la misma persona. Esa creación formará parte de ti para siempre. Por eso es importante aprender a crear desde la alegría.

Cada pensamiento que generas, es una creación. Cada movimiento, cada palabra que dices, es una creación tuya. Tu vida se ha llenado de basura mental por crear inconscientemente, sin valorar que tú eres lo que has creado: has hablado por hablar, has actuado sin pensar, has generado sin corazón.

Un pensamiento no es algo frágil, es algo realmente fuerte, que, si no se dirige o no se controla, puede cambiar toda la vida. Por eso, aprender a crear es aprender a pensar, a ser. Pero no podemos vivir con temor de cada paso que damos, de crear algo malo. El ser humano es un creador: cada instante de tu vida estás creando algo, porque cada instante de tu vida tu corazón late, tu mente piensa, tu existes y estás manifestando algo. La vibración de tu cuerpo es un sonido que vibra y resuena, que genera resonancias en tu entorno. Tu actitud mental, tus emociones, también son creaciones tuyas. Entonces hay que aprender a jugar y reír, para crear con alegría, para generar alegría, para convertirnos en esa alegría.

Jugar no es evadirse, jugar consiste en crear sin intentar lograr algo, manipular algo, controlar algo. El juego es una experiencia de vida donde no importa tanto el final, sino la experiencia en sí misma. No se buscan resultados excelentes, ni ser correcto, ni tampoco hacer el ridículo, se pone empeño en disfrutar haciendo lo que se haga.

La risa es esencial para que la energía se mueva libre y fresca. Cuando no hay risa, alegría, dicha, la energía se torna pesada.

Si tu vida está atascada, hay que aprender a jugar. Dejar de mirar el horizonte y dejar de mirar el pasado, para sólo disfrutar de cada momento. El problema de la falta de alegría es la necesidad de resultados concretos. Tal vez en el pasado las cosas no fueron lo que esperabas, tal vez te hayas desilusionado, tal vez hayas perdido algo, entonces dejas de reír. La alegría no es un don especial con el que se nace, es una actitud mental en la que vivimos el presente sin esperar nada, sin pretender nada, sólo por el amor a la propia vida.

Cuando todo se ha derrumbado y hemos olvidado reírnos, es bueno observar esto que digo, te ayudará a reconectar con la alegría. Se trata de comprender la diferencia entre la pasión, entrega incondicional de toda tu energía para lograr algo, con la participación, la voluntad y la motivación desprovista de ego.

La alegría transformará quien eres, tu mente, tu mirada y tus creaciones.

El meditante sonríe con la mirada. En todo momento intenta que su mirada se extienda hacia el infinito, se convierta en un infinito, como un mar alegre y dichoso. El meditante no intenta que su mirada que fija en algo, ni intenta que su mirada se pierda en la nada, la extiende como una risa plena infantil. Siente la alegría en la mirada y extiende esa sensación hacia todo cuanto te rodea. Así de sencillo es jugar.

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